Es
la semana en que el pueblo nos evangeliza con sus gestos, una semana
sinodal, para caminar juntos como hermanos, miembros de un Pueblo, hacia
un mundo mejor, el Reino de Dios y su Justicia.
En todas partes
del mundo, el pueblo con sus liturgias callejeras, reconoce al que
compartió nuestros mismos dolores y nos amó hasta el fin. Llorar ante
esas cruces y macarenas es la catarsis del encuentro solidario con la
trascendencia a la que nuestra civilización ilustrada rechaza o
desconoce.
«La religión del español no es abstracta, no es un
dogma incruento, ni un distante contacto intelectual con un Dios
inaccesible. Es un cálido abrazo, una mano y una herida» (Kazantzakis, España y viva la muerte, 1984).
El Sacramento del Pueblo en las calles
La
semana Santa es mucho más que negocio turístico. Lleva siglos a cuesta
“la fe de mis mayores” que llena de significado las pobres vidas de la
gente. Su Tradición es con T mayúscula, no la de los museos
ilustrados con pinturas millonarias, sino la del Jesús del madero que
cada año enciende el fuego del amor que se hace carne. Es
pueblo generado no por ilustrados egresados de sociología, sino por
siglos de culturas que intercambiaron sentires en esta tierra de
confluencias. Viven un misterio universal que los conmueve y les da
identidad local, que conecta el cielo con su tierra. Por unos días,
preparados todo el año, nos volvemos contemporáneos del Misterio de Jesús.
Hay quienes desde
su podio de “superados” se burlan del fenómeno porque, como dice J.B.
Metz, pertenecen a un “cristianismo burgués”, que se ha olvidado la
“memoria passionis” por intereses económicos y políticos. Sus programas televisivos para burlarse de este sentir popular son un error de cálculo, no les rentará lo que preveían.
Es obvio que los creyentes saben que en sus gestos e imágenes tan reales y barrocas hay mucho más que un trozo de materia pintada. En tales signos sensibles, los fieles se sienten unidos y solidarios. Su fe se convierte en estímulo para vivir dignamente, defender sus derechos y nutrir su identidad de pueblo y de no meros ciudadanos de asépticos centros comerciales.
Es una sacra-mentalidad que no se explica, se vive.
Expresión del pueblo pobre y trabajador, de quienes dijo Jesús: “Te
alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas
cosas de los sabios y entendidos, y se las has revelado a los humildes”
(Mt 11,25).
Más allá de las palabras y los números que de-finen.
Estamos en el ámbito de lo divino in-finito, de la misericordia sin
medida. Esta modalidad de relación con la divinidad fermentada
por siglos es la raíz de la cultura y no los proyectos pasajeros de
iluminados burócratas. “Es la fe de mis mayores”, dice la saeta y sirve de guía para adentrarse en el futuro.
Por
eso se privilegia el símbolo, la acción, el rito, lo mítico, el
movimiento, el beso, el canto, la música, los silencios elocuentes, las
velas y flores. Signo sensible y eficaz no solo para pedir o cumplir
promesas, sino para expresar su amor al Dios encarnado, como respuesta
al amor que reciben y reconocen de Él en lo cotidiano. No los
mueve el cielo tan querido ni el infierno tan temido sino el Amor de esa
carne de Dios hecho uno de nosotros y que sigue caminando a nuestro
lado.
Desde esta solidaridad con el clamor de los pobres
podremos aprender a orar de nuevo sin misticismos desencarnados como los
que nos venden los profesionales de las místicas cómplices de las
injusticias del mundo.
Trasciende también los muros de la iglesia y
sus adueñados clérigos. Por eso, "No se trata de «purificar» e
«ilustrar» una religiosidad supuestamente sucia e ignorante, desde la
actitud de la religiosidad dominante; se trata de reconocer que
la sabiduría creyente del pobre enriquece infinitamente a la Iglesia y a
la teología y ofrece a la humanidad un modo de vivir el cristianismo
que impugna tanto una religión aburguesada como la creciente
indiferencia hacia lo sagrado y trascendente” (Igarzábal, Teología del Pueblo)
Es una sensibilidad espiritual de los pobres, una piedad popular, una espiritualidad inculturada.
El pueblo cristiano tiene modos propios de relacionarse con lo sagrado,
cultivados en el tiempo y que son una verdadera alianza con Dios en un
lugar determinado.
Son días en que los crucificados y
descartados invaden las calles del mundo. El Cristo de los gitanos es el
de todos los excluidos que salen a procesionar. Surcan
públicamente y sin complejos, el camino del Nazareno que los lleva a la
Resurrección. Son el Reino de los Cielos por un momento en el año, los
bienaventurados que el mundo no comprende.
La renovación del
cristianismo no vendrá de simposios de teología ni reuniones de obispos
ni “expertos” pastorales, sino de la sensibilidad religiosa del pueblo
conmovido por el Jesús del madero.
https://www.youtube.com/watch?v=Dz4m52Oka34&ab_channel=PaquiPedrosEspinosa
La modernidad antipueblo
La cultura popular es un reservorio, no exento de errores, que resiste al proyecto “civilizador” racionalizador y totalitario de la modernidad sesgada. Preserva su identidad frente al programa disciplinante de la burguesía y su proyecto acumulador a costa de los más pobres.
Las
clases inferiores escapan, desarrollando afectos e instintos. Son
emocionales, instintivos y pasionales. El proceso “civilizador” de la
ilustración del capitalismo triunfante y el marxismo vencido del ´89 y
reciclado en no sabemos qué, no han podido domesticar totalmente
lo popular. La Teología del Pueblo de Francisco, rescata lo popular por
cauces alternativos a la cultura oficial institucionalizada, dirigida
por burócratas que se atribuyen el falso poder de decidir qué es cultura y qué barbarie.
Los
hijos de la modernidad de la derecha han creado la ficción de un
mercado divinizado que acarrearía por sí solo el derrame de la riqueza a
los pobres, algo que nunca se ha comprobado (Francisco). Los
hijos de la izquierda, pretendiendo combatir el capital desde la misma
matriz ilustrada, elaboran ideologías que solo son perfectas en el papel
y en las clases de universidad. La “izquierda pija”, cuando está en el
poder, transa con el poder económico hacedor de desigualdades. Y para
fingir perfil disruptivo, distrae a los votantes convirtiendo cualquier
deseo occidental decadente de moda, en un irreverente “derecho humano”
de vanguardia (vb.Piketty). Las nuevas policías del pensamiento hacen el resto, ridiculizando y censurando con sus poderosos medios de comunicación.
La entronización de la razón por esa modernidad unilateral, dejó fuera lo sagrado y su expresión sacramental.
Si fue una reacción a tanta beatería anterior… se le fue la mano, ¡y
cómo! Lo religioso del pueblo fue sentenciado por esta nueva
inquisición, como cutre, irracional y del pasado.
La
fiesta religiosa popular exalta el exceso y desenfreno opuesta a las
virtudes burguesas, más afines a entretenimientos y deportes exclusivos. La fiesta atraviesa las pequeñas preocupaciones de la vida diaria y va hacia otro mundo dionisíaco, barroco,
expulsado por el racionalismo y el exclusivismo burgués. Es la
expresión máxima donde lo productivo es vencido por lo improductivo, lo
lúdico suplanta lo serio. Transgrede como el carnaval y el fútbol, transitoriamente, el orden social debido de la sociedad institucionalizada, oficial.
La sociabilidad pasa a ocupar el primer plano en detrimento del
individualismo necesario de la mentalidad burguesa. Revivifica el
sentimiento de colectividad y el compartir. Es la continuidad de un
universo simbólico premoderno que da sentido a su vida social.
Sacra
mentalidad es que "el pueblo pobre, nos dé una lección de realismo
cristiano al no separar lo espiritual de lo material. Seguramente, los
que tienen la vida asegurada pueden pedir al pobre que se limite a lo
espiritual. Pero los que tienen la vida continuamente amenazada
necesitan y buscan la protección de Dios…es el clamor desde la noche
oscura de la injusticia y del dolor que expresa con más fuerza su
vulnerabilidad, indefensión y contingencia…" (V. Codina, “Una Iglesia
nazarena. Teología desde los insignificantes”) ante Aquel que dijo
“Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados que yo los
aliviaré…”. (Mt 11,28)
poliedroyperiferia@gmail.com
Fuente: https://www.religiondigital.org/poliedro_y_periferia-_guillermo_jesus_kowalski/trozo-madera-pintada_7_2550714920.html