Miguel
Ángel García no es un sacerdote cualquiera, no es de esos curas que,
vistas las restricciones a las que la pandemia ha sometido a los
servicios religiosos, se ha quedado en lo oficial, sino que ha buscado en las redes sociales la forma de que sus feligreses no se queden sin sus servicios, y ha encontrado su propia fórmula: WhatsApp.
Este cura nacido en el barrio sevillano de Heliópolis hace casi 70 años lleva casi cuatro décadas en la parroquia de Nuestra Señora de la Victoria de Arahal,
donde sus vecinos se han acostumbrado a esperar alguna genialidad suya
para animar las misas diarias o llegar a todo el que requiere sus
servicios de la forma que sea.
Con un perfil de Facebook más que activo, su última creación se traduce en varios grupos de Whatsapp que usa para ofrecer catequesis para la confirmación y el bautismo,
donde explica preceptos básicos de la Biblia que luego son comentados
por sus feligreses, que realizan sus propias aportaciones participan en
intensos debates sobre la religión de ayer y hoy.
García recibe a
Efe en el altar de su parroquia, ante un retablo que preside la Virgen
del Carmen, una pequeña imagen de la representación que da nombre a su
parroquia, y con un pequeño soporte que coloca para poner el móvil y así
quién quiera puede seguir las misas en su teléfono o su ordenador.
Aparte de los ritos diarios -”ayer mismo tuve dos entierros, uno de ellos de una mujer que murió por covid”- una vez a la semana se reúne virtualmente el grupo de confirmación a última hora de la tarde,
con la presencia incluso de una joven de Barcelona que llegó a él a
través de las redes sociales porque con el confinamiento no encontraba
otra manera de acudir a esta catequesis.
A ellos se dirige con
palabras sencillas, y lee los mensajes que van colgando en el grupo,
interviniendo solo si es necesario, a la vez que maneja su perfil en
Facebook
Este sacerdote llega a cualquier casa dando misa con su
móvil, pero niega ser “un crack de las nuevas tecnologías”, como afirman
en una panadería cercana sus vecinos cuando se pregunta cómo se llega a
la iglesia de La Victoria.
El párroco tiene claro que sus servicios deben salir adelante,
ya que hay muchas personas, especialmente del mismo barrio de la
Victoria, que están acostumbradas a ser atendidas por su cura, pero ha
habido que hacer algunos cambios, ya que hasta marzo los grupos de
catequesis acudían una hora a la semana a la casa parroquial, pero ahora
la pandemia se lo impide.
Su relación con las redes sociales se
inició al inicio de la pandemia, ya que sus misas diarias las
retransmitía por medio de un sencillo canal de televisión que tiene
instalado en un rincón de la iglesia, aunque pensó que no era
suficiente, por lo que abrió una página en Facebook con el nombre de la
iglesia, una iniciativa que ha funcionado hasta el punto de que decenas
de personas se enganchan cada día a sus servicios religiosos.
Gracias
a sus ideas, las catequesis no se han interrumpido y los bautizos
tampoco, e incluso esta misma semana ha publicado un vídeo en el que
repasa las fotografías de los últimos niños que han pasado por la pila
bautismal.
Algunos servicios religiosos se siguen dando en
persona, como algunas reuniones que hace ante el retablo de la iglesia,
en unos bancos que ha dispuesto para tener al lado lo más cerca posible,
pero convenientemente separados, a sus feligreses.
Y es que, como
explica con naturalidad, “soy bastante sordo, y tengo que tener a la
gente cerca para entenderla”, al tiempo que bromea con que le operaron
de la sordera en una ocasión, “y todos los aparatos de los médicos dicen
que escucho estupendamente, pero esos aparatos se equivocan”.
Miguel
Ángel está jubilado ya desde hace unos años de la enseñanza, aunque se
mantiene en activo en lo referente a atender a su parroquia y vecinos, y
huye de cualquier reconocimiento público por su labor, incluso tras
haber transformado la labor de Cáritas en un servicio que no implica
tener que ir a la iglesia a recoger alimentos, sino acudir a las tiendas
del pueblo con unos vales, “algo mucho más digno que estar en una cola
esperando comida”.
Esta mañana, a las 8.00, estaba dando misa a
los mayores de la residencia de ancianos, luego tenía varias citas, la
misa diaria y atender sus mensajes de Whatsapp, toda una innovación para la vida profesional de un sacerdote que no ha querido que nadie se quede sin la palabra de Dios por culpa del coronavirus.
Fuente: https://www.larazon.es/andalucia/20210129/gm5wponuyfdedi3rqpxdzbcq6u.html