Los tres sinópticos recuerdan las
tentaciones de Jesús, lo que demuestra que este hecho fue importante
para la Iglesia primitiva. En Marcos el relato es muy breve; Mateo y
Lucas dan una relación detallada y diferenciada del acontecimiento,
dándole cada uno una significación concreta, y juntos dan un sentido más
completo. Mateo orienta el hecho hacia el pasado de Israel tentado en
el desierto, y Lucas lo orienta hacia el futuro de Jerusalén y la Pasión
del Señor. Así, el orden de las tentaciones en ambos es distinto, y la
diferencia podría ser explicada por razones teológicas a partir de la
tercera tentación (la culminante): para Mateo, que está interesado por
el tema del monte, presentando a Jesús como “el nuevo Moisés”, el
“monte” es el vértice de las tentaciones; A Lucas le interesa colocar en
Jerusalén la última de las tentaciones, con el fin de dirigir nuestra
atención hacia la ciudad donde Jesús está en camino y es el escenario,
donde van a realizarse los acontecimientos más importantes: Pasión
Muerte y Resurrección, con la Ascensión. Se discute cuál es el orden
original.
La presentación del hecho es también distinta, y observando las dos imágenes tendremos mejor comprensión. Mateo cuenta que “Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo”, como
atribuyendo la experiencia de las tentaciones a un influjo que es al
mismo tiempo voluntad divina y diabólica. Lucas presenta a un Jesús,
que tras haber recibido el bautismo de Juan, y “lleno del Espíritu
Santo” fue llevado por Él al desierto durante cuarenta días, mientras
“era tentado” por el diablo. Un verbo en pretérito imperfecto expresa
duración del combate entre Jesús, asistido y movido por el Espíritu, y
el diablo. La referencia al Espíritu, propia de Lucas, une este pasaje
con el del bautismo (3, 21-22), estableciendo así estrechas y sutiles
relaciones trinitarias: el Espíritu desciende de lo alto; el Padre,
Jesús está en oración, reposa sobre él y lo urge para el cumplimiento de
su misión. Comienza la obra mesiánica y ha de ser llevada a cabo en
unión con el Padre por la fuerza del Espíritu en constante oposición del
diablo, siempre al acecho.
En la Biblia, el desierto tiene una doble significación: es desde la antigüedad tierra desolada,
inhóspita e inhumana, lugar de prueba y tentación, es morada del mal y
de los malos espíritus, poblado de animales salvajes que atacan al
hombre, el anti Edén. Pero a la vez por la experiencia de abandono que
allí puede vivirse, se vuelve un lugar de proximidad, intimidad,
encuentro, diálogo y cercanía con Dios. Desde donde Yahvéh llama a su
pueblo. En él se experimenta el enfrentamiento con el diablo y, al mismo
tiempo, la ayuda de Dios; tierra de bendición y de maldición, oasis
benéfico y prueba cruel. Las respuestas de Jesús al diablo, están solos,
uno frente al otro, son citas del Deuteronomio que muestran el intento
de narrar este episodio de la vida de Jesús unido al antiguo proyecto
salvífico de Dios, y queriendo expresar queJesús afronta las
tentaciones, y en particular al culto que el diablo pretende del mismo
Jesús, recurriendo a la palabra de Dios como pan de vida y protección de
Dios.
(...)
Además de compartir esta reflexión, desde la parroquia San Juan de la Cruz Málaga, también ofrecen un material de reflexión para preparar un encuentro
parroquial de ”Camino
de fe”. Puede que os sea de utilidad para organizar vuestro propio encuentro en la parroquia o para la pastoral del colegio.
¡Celebremos con ilusión el Miércoles de ceniza!
Fuente: vía email