Fueron
cuatro quienes establecieron la estructura doctrinal de la Iglesia
Occidental. Todos ello, desde su santidad, dieron profundidad y riqueza a
la fe en los primeros siglos del cristianismo. Se tratan deSan Agustín de Hipona; San Ambrosio; San Jerónimo y San Gregorio Magno.
Los cuatro fueron canonizados y, además de tener el título de Padres de la Iglesia, forman parte del selecto club de doctores de la Iglesia, que tan solo ostentan 37 figuras eclesiásticas a lo largo de 2.000 años.
Los
Padres de la Iglesia Occidental elaboraron lo que se conoce como
'Patrística', que es el pensamiento cristiano de los primeros siglos.
Antes de eso, los eruditos y autores cristianos se dedicaban a la
Apologética, la disciplina teológica mediante la cual sustentaban sus
tesis religiosas y morales frente a las críticas y acusaciones que
venían del exterior.
La obra de los cuatro santos son la base de
la tradición viva de la Iglesia que, desde los tiempos de Cristo, se han
transmitido oralmente.
San Agustín de Hipona
Teólogo
del siglo IV y V, es una de las máximas figuras de la historia del
pensamiento cristiano. Nacido en Argelia en el año 354, su pensamiento
se centró en la relación del alma con Dios. Fue filósofo, obispo, teólogo, Padre, doctor y santo de la Iglesia.
Para San Agustín, el alma es perdida por el pecado y salvada por la gracia divina De ahí su carácter esencialmente espiritualista. De hecho, la obra del santo se plantea como un diálogo entre la criatura y su Creador.
En su pensamiento, San Agustín introduce el concepto de creación, por el que Dios creó libremente el mundo de la nada.
Al crear el mundo, Dios lo dejó en un estado inicial de
indeterminación, pero depositó en la materia una serie de
potencialidades latentes comparables a semillas, que en las
circunstancias adecuadas y conforme a un plan divino originaron los
sucesivos seres y fenómenos. De este modo, el mundo evoluciona con el
tiempo, actualizando constantemente sus potencialidades y configurándose
como cosmos.
Para el santo, fe y razón se hallan profundamente vinculadas: sus
célebres frases como "cree para entender" y "entiende para creer"
significan que la fe y la razón, pese a la primacía de la primera, se
iluminan mutuamente. Mediante la sensación y la razón podemos llegar a
percibir cosas concretas y a conocer algunas verdades necesarias y
universales, pero referidas a fenómenos concretos, temporales.
Para
San Agustín, la razón nos ofrece algunas pruebas de la existencia de
Dios, de entre las que destaca el argumento de las verdades eternas. Una
proposición matemática como, por ejemplo, el teorema de Pitágoras, es
necesariamente verdadera y siempre lo será; el fundamento de tal verdad
no puede hallarse en el devenir cambiante del mundo, sino en un ser
también inmutable y eterno: Dios. Dios posee todas las perfecciones en grado sumo; Agustín destaca entre sus atributos la verdad y la bondad.
San Ambrosio
Vivió entre los años 339 y 397. Teólogo y escritor, fue obispo de Milán, de la que también es patrón,
junto con San Carlos Borromeo y San Galdino, tras intentar acabar
pacíficamente con las fuertes contradicciones entre arrianos y católicos
como representante del emperador Valentiniano I.
Fue funcionario
del Imperio romano y se dedicó al estudio de la teología y de las
humanidades. Sus obras tienen un marcado carácter pastoral. Creó nuevas formas litúrgicas, promovió el culto a las reliquias en Occidente y convirtió y bautizó a San Agustín.
Escribió
contra los arrianos, que sostiene que Jesucristo es el Hijo de Dios,
procedente del Padre, pero no eterno, sino engendrado por el Padre antes
que Dios creara el tiempo.
Se considera el primer cristiano en conseguir que se reconociera el poder de la Iglesia, por encima del Estado, y desterró definitivamente, en sucesivas confrontaciones, a los paganos de la vida política romana.
El
obispo de Milán empieza a hablar de la autonomía de la Iglesia en
asuntos espirituales. Afirmó claramente que en materia espirituales la
Iglesia tiene legislación sobre todos los cristianos incluyendo al
Emperador, ya que éste como cualquier otro cristiano es hijo de la
Iglesia.
Enseñó
que la Iglesia en su propio ámbito, o sea, en cuestiones de fe y de
moral, es absolutamente independiente de cualquier autoridad civil.
Defendía que en las cuestiones internas no debe haber intromisiones
desde el exterior pero, para el obispo de Milán, la Iglesia es la que
custodia la moral y, por tanto, la que declara públicamente lo
que pertenece al derecho natural y, por ende, obliga a todo tipo de
gentes, sean cristianas o no.
Teniendo en cuenta esta
independencia de la Iglesia, San Ambrosio esgrime que el Estado no puede
sustraerle los medios materiales necesarios para llevar a cabo su tarea
espiritual, pues entonces su libertad sería meramente nominal, no real.
Es más, dado que la Iglesia es el único lugar en que se practica la
verdadera religión y se da un culto racional a Dios, ella debe
ser tratada con especial deferencia por el Estado, pues la verdad y el
error no pueden ser puestos en paridad de trato.
San Jerónimo
Vivió del 347 al 419. Fue un estudioso de la Biblia, su obra principal fue la traducción al latín de parte del Antiguo Testamento griego y luego de toda la Escritura hebrea.
La Iglesia ha reconocido siempre a San Jerónimo como un hombre elegido por Dios para explicar y hacer entender mejor la Biblia. Por eso ha sido nombrado Patrono de todos los que en el mundo se dedican a hacer entender y amar más las Sagradas Escrituras.
El
Papa Clemente VIII decía que el Espíritu Santo le dio a este gran sabio
unas luces muy especiales para poder comprender mejor el Libro Santo. Y
el vivir durante 35 años en el país donde Jesús y los grandes
personajes de la Biblia vivieron, enseñaron y murieron, le dio mayores
luces para poder explicar mejor las palabras del Libro Santo.
San Gregorio Magno
Nacido en 540 y fallecido en 604, es el único Padre de la Iglesia que fue elegido Papa hasta su muerte.
Gregorio
Magno mostró su preocupación por la formación de los pastores de almas
en obras como 'Regla pastoral' en que expuso los objetivos y reglas de
la vida sacerdotal. En la obra pone de relieve lo arduo que es el oficio de pastor y las reglas de vida que debe seguir. De
esta manera, describe el tipo ideal del obispo, que ha de ser siempre
un médico de las almas y encontrar el tono justo para dirigirse a los
hombres de las diversas clases sociales, ejerciendo sobre sus almas el
máximo ascendente posible y teniendo siempre presente su propia
debilidad para no caer en una excesiva confianza en sí mismo. Esta breve
obra ejerció gran influencia y fue durante largo tiempo considerada
como el texto de las reglas episcopales.
Pero
su publicación más difundida fue 'Diálogos', en la que desarrollaba la
doctrina del purgatorio poco después de ser elegido Papa. Para Gregorio
Magno después de la muerte, el difunto se enfrentaría a un primer juicio
particular, no general, a partir de cual podría resultar temporalmente
relegado al purgatorio para expiar sus faltas, es decir, como forma de
purificación. De esta manera ponía en tela de juicio la creencia
hasta entonces, por la que los difuntos estaban reducidos a una
situación de sombras y permanecían en un lugar de tránsito a la espera
del juicio final definitivo excepto los martires.
Su
actividad política como pontífice tuvo una importancia excepcional para
el equilibrio político-religioso de la Europa medieval, su obra
literaria constituyó hasta el siglo XII una incomparable fuente de
meditación y de luz espiritual para todo el Occidente. A él se le atribuye también la compilación del 'Antifonario gregoriano', gran colección de cantos de la Iglesia romana.