Entrevista a Raquel
Pérez Sanjuán, Directora de la Comisión Episcopal para la Educación y
Cultura, publicada en el número de enero 2024 de la revista Religión y
escuela.
Entramos en enero y nos encontramos a las puertas del congreso “La
Iglesia en la educación. Presencia y compromiso”, que se celebrará el
próximo veinticuatro de febrero en el Palacio Municipal de Congresos de
IFEMA, en Madrid. Conversamos con Raquel Pérez Sanjuán,
directora de la Comisión Episcopal para la Educación y Cultura, que ha
sido la encargada de diseñar y dinamizar, para responder al encargo de
la Conferencia Episcopal Española, un proceso participativo de reflexión
que culminará en la jornada del veinticuatro.
- Buenos días, Raquel. Antes de nada, agradeceros la propuesta
del congreso que, desde nuestra revista, hemos celebrado como una
oportunidad extraordinaria para reflexionar, en este momento de nuestra
sociedad, sobre los fines, el sentido y los medios de la misión
educadora de la Iglesia. En la conversación, nos interesará centrar la
atención en la jornada del veinticuatro para animar a la inscripción,
pero, antes, te proponemos volver la vista a lo vivido hasta ahora.
Vamos al inicio. La convocatoria del congreso, como en su momento
ocurrió con la del pacto educativo global del papa Francisco, nos cogió
un poco por sorpresa. Nos preguntamos por la razón de esta iniciativa de
los obispos, que pone la misión educadora de la Iglesia en el foco de
la reflexión.
Primero, Antonio, permíteme agradecer a Religión y escuela
la valiosa reflexión que la revista aporta a la educación y el
seguimiento que ha venido haciendo de los diversos trabajos de la
Comisión en estos prácticamente ya cuatro años de andadura, desde que
pasó de ser de enseñanza y catequesis a Comisión Episcopal para la
Educación y Cultura. Por cierto, un cambio significativo en cuanto que
resitúa a la educación en un amplísimo marco, el de la cultura, a la vez
que busca establecer una especial coordinación con las universidades y
el patrimonio, al haber introducido ambas subcomisiones dentro de esta
Comisión.
Me preguntas por las razones para esta convocatoria. Por un lado, en el
plano eclesial, desde 2019 tenemos sobre la mesa el pacto educativo
global propuesto por el papa Francisco, con un importante antecedente:
el congreso “Educar hoy y mañana. Una pasión que se renueva”, convocado
en Roma en 2015 con motivo de los cincuenta años de la declaración
conciliar Gravissimum educationis y los veinticinco de la exhortación apostólica Ex Corde Ecclesiae.
Desde entonces, son varias las alocuciones del papa Francisco referidas
a la educación, llegando a afirmar recientemente que “el mundo vive una
emergencia educativa”, término al que ya se había referido Benedicto XVI unos años antes. En este marco, se publica en 2022 la instrucción de la Congregación para la Educación Católica, La identidad para la escuela católica para una cultura del diálogo,
y, más recientemente, una carta conjunta de este Dicasterio con el
Dicasterio para la Vida Consagrada, dirigida “a los que participan en la
misión educativa de las escuelas católicas”; documentos que nos dan
pistas de por dónde va la reflexión.
A su vez, en el plano civil, tenemos la Declaración de Incheon de 2015 y
el marco de acción del objetivo de desarrollo cuarto cuarto, que llevan
a la Unesco en 2019 a invitar a expertos de diversos países a preparar
un informe sobre los futuros de la educación, cuyo resultado es Reimaginar juntos nuestros futuros: un nuevo contrato social para la educación,
publicado tras la pandemia de la COVID-19, en 2021, y que invita a
transformar la cultura educativa a través de un amplio y participativo
diálogo entre actores diversos; un marco novedoso respecto a informes
anteriores, en el que también, como Iglesia, estamos llamados a tomar
parte.
Y, paralelamente a estos movimientos a gran escala, la experiencia del
trabajo de la Comisión en este tiempo, la escucha de diversos agentes
educativos y tener que responder a diversos retos con los que nos
encontramos, como la elaboración de un nuevo currículo de Religión
Católica, a raíz de la promulgación de la Ley Orgánica de Modificación
de la Ley Orgánica de Educación (LOMLOE), nos han llevado a percibir
este tiempo como un momento adecuado para abrir un proceso participativo
de reflexión de la educación católica, entendida en sentido amplio, en
nuestro país. Es momento de agradecer la trayectoria de tantas personas e
instituciones eclesiales en el mundo educativo, y de comprometernos con
el presente, haciendo explícita la visión de la Iglesia en un momento
de complejidad.
- Sabemos que, desde los primeros pasos, los grandes actores
de la educación católica, los delegados diocesanos y algunas personas
implicadas en los diferentes ámbitos son los que se han coordinado para
seleccionar las experiencias que se difundieron durante el mes de
octubre. ¿había práctica de ese trabajo colegiado? ¿Cómo ha sido el
resultado? ¿puede ser un antecedente de un modo de pensar la educación?
Sin duda el trabajo colegiado, los procesos participativos, la
escucha mutual, el valor del diálogo y de la diversidad, la necesidad de
no dejar a nadie atrás… son claves y modos de entender la tarea
encomendada a esta Comisión que han resultado ser una experiencia
positiva. Ya sucedió con el proceso abierto para la elaboración del
currículo de Religión, y por eso hemos vuelto a convocar ocasiones de
encuentro y diálogo en Educación entre sus protagonistas; lo afirmaba el
presidente de la Comisión cuando se presentó la web del congreso 2024,
porque lo experimentamos así. Quién mejor que los protagonistas para
poder hacer un análisis, identificar desafíos, buscar vías de avance,
etc. En este sentido, ojalá el congreso pueda ser no sólo punto de
llegada, también punto de partida de un modo participativo y
colaborativo de pensar la educación católica.
- La experiencia de los paneles del mes de octubre,
retransmitidos desde diferentes lugares de la geografía, han sido un
botón de muestra de cómo se concreta la tarea educativa de la Iglesia en
diferentes ámbitos. Imagino que para algunos ámbitos sería la primera
vez que se les convocaba para este fin, ¿están satisfechos con el nivel
de seguimiento que han tenido los paneles? ¿qué destacaría, qué
elementos comunes podemos encontrar en cada uno de los paneles?
Ciertamente estas experiencias son botón de muestra, ¡son miles las
propuestas que podrían haber sido compartidas en estos Paneles!
Habitualmente el trabajo de las delegaciones diocesanas de Enseñanza es
más próximo, tal vez por su competencia propia, al profesorado de
Religión y a los colegios, sobre todo en aquellas diócesis que titulan
centros educativos. En la Comisión esto es en parte así, si bien en
nuestro caso existe también una atención especial a las Facultades de
Educación y centros universitarios que imparten los grados de
Magisterio, a través del denominado “Foro de Magisterio”. La relación
con las universidades de ideario cristiano, colegios mayores y
residencias universitarias y la pastoral universitaria se coordinan
desde la Subcomisión Episcopal para las Universidades y Cultura, y desde
la Comisión para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado y la
Comisión para los Laicos, Familia y Vida la interrelación con las
parroquias y familias, o desde Infancia y Juventud algunas dimensiones
del tiempo libre… Sin embargo, sí que es novedoso tener esta mirada 360
grados poniendo el centro en la Educación.
En cuanto al seguimiento de los 9 ámbitos educativos identificados,
ha sido inicialmente algo superior en colectivos más acostumbrados al
aprendizaje entre iguales, como puede ser el profesorado de Religión, o
la educación no formal. Valoramos y agradecemos la disponibilidad de
quienes han formulado su experiencia y la han compartido en directo,
algo no siempre fácil y que produjo bastantes nervios hasta el final de
cada emisión, ¡fue un verdadero reto! Pero fue muy positivo, la verdad.
La acogida de cada una de las diócesis, compartir la comida juntos, el
rato de preparación antes de iniciar la emisión… nos ha enseñado que es
importante dar a conocer lo que hacemos y desde dónde lo hacemos,
formularlo y sistematizarlo, poner rostros concretos, generar espacios
de encuentro personal entre nosotros, estar en contacto, valorar lo que
hacen otros… Ciertamente, ha valido la pena el esfuerzo que ha supuesto.
Me preguntas por algo común: me quedo con la pasión y la sinceridad que
se percibía en el compartir de cada panelista. Ha sido algo que
transmitía cada persona según narraba su experiencia, que me despertaba
una profunda impresión y, a la vez, respeto hacia su quehacer. Las
experiencias han sido muy diversas, incluso dentro de un mismo Panel,
pero había un denominador común de sentido, difícil de ignorar.
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