Antonio Roura (Vigo, 1968) es el nuevo director del Secretariado de la Comisión Episcopal para la Educación y la Cultura. El director de la revista ‘Religión y Escuela’ (PPC) toma el relevo de la teresiana Raquel Pérez Sanjuán para coordinar el día a día del departamento que preside el obispo de Lugo, Alfonso Carrasco. Sin embargo, el trabajo de Roura en la Comisión no es nuevo, puesto que ha estado los últimos años trabajando
mano a mano con Sanjuán en el actual currículo de la asignatura de
Religión o el reciente congreso ‘La Iglesia en la Educación’. ‘Vida Nueva’ charla con él tras conocerse su nombramiento.
PREGUNTA.- Tras colaborar con la Comisión para la Educación y la Cultura, ahora asume la dirección. ¿Cómo lo acoge?
RESPUESTA.- En lo personal, lo acojo con gratitud y
responsabilidad. En estos cuatro últimos años, la Comisión, entre otras
actuaciones, ha identificado algunas de las prioridades y urgencias de
la educación católica en este momento: el papel de la enseñanza
religiosa escolar en el sistema educativo, el currículo de Religión, la
presencia de la Iglesia en los distintos ámbitos de la educación… y a
todos ha dado una respuesta en la que se ha abierto a la escucha y la
participación de todos. Alfonso Carrasco, como presidente de la
Comisión, y Raquel Pérez Sanjuan, como directora, han propuesto un modo eclesial de pensar y proponer a la sociedad la visión católica de la educación que todos hemos de continuar. Es el camino a seguir.
Quiero aprovechar para trasladar mi reconocimiento personal a Raquel por su implicación y compromiso con la educación católica y su gestión, y a la Comisión y a su presidente por su confianza.
P.- El Congreso ‘La Iglesia en la educación’ ha sido punto de
partida de un modo participativo de pensar la educación católica. ¿Cómo
seguir ahora impulsándolo más allá del evento?
Sin duda, la continuidad del Congreso debe ser una de las prioridades
de la Comisión que tendrá que ser abordada, de un modo también
participativo y, a la vez, deberá concretarse, en poco tiempo, en modos
de responder, desde cada diócesis a los desafíos reconocidos en cada uno
de los ámbitos del Congreso. Las palabras del papa Francisco en la
apertura del Congreso apuntan en esa dirección. Estamos ante una labor coral que no se puede posponer.
P.- La Comisión ha sido la encargada de ‘rejuvenecer’ la
asignatura de Religión y adaptarla a la LOMLOE. ¿Cómo está siendo la
acogida entre el profesorado? ¿Cómo se está aterrizando el currículo en
el aula?
R.- Una de las ventajas del modo en el qué se abordó
la elaboración del currículo es que el profesorado asumió, con igual
intensidad, que una parte relevante de la implantación dependía, no solo
de la Administración, cuanto del compromiso con la formación y con el
nuevo currículo de cada profesor de Religión. Además del valor que tiene
en sí misma la propuesta curricular de la Enseñanza Religiosa Escolar
(ERE), la disposición del profesor de Religión a la tarea bien
hecha y a la actualización y renovación es expresión de la dignidad y
legitimidad que tiene la asignatura.
Por otro lado, me consta que Carlos Esteban Garcés, director del ‘Observatorio de la Religión en la Escuela’, ha coordinado una investigación en la que, con datos y evidencias, nos compartirá unas conclusiones más ajustadas de la implantación del currículo.
Denunciar o reivindicar
P.- Cada año, se abre el debate en distintas comunidades
autónomas por las horas que se da a la asignatura de Religión. ¿Es
partidario de ir al choque o con la cultura del encuentro se puede ser
capaz de llegar a entendimientos con las distintas administraciones?
R.- La defensa del derecho de los padres, o de los
profesores de Religión como trabajadores, la reivindicación de las
contribuciones de la ERE a la educación integral, tal y como propone la
LOMLOE, no se hace buscando la confrontación por la confrontación con
las administraciones. Sin duda, la correcta aplicación de estos derechos
y deberes es responsabilidad de quienes gestionan las administraciones
educativas. Cuando, en ocasiones, las condiciones que se proponen a la
asignatura o al profesorado suponen una desconsideración, legal o
académica, lo deseable sería avanzar desde consensos educativos evitando imposiciones arbitrarias o malintencionadas. Lamentablemente, cuando se produce, se hace necesario denunciar o reivindicar.
P.- ¿La escuela católica goza de buena salud?
R.- Es difícil encontrar instituciones que, con
tanta determinación, estén reflexionando sobre cómo seguir fieles a su
identidad en momentos de transformaciones vertiginosas como el que
estamos viviendo. En el Congreso lo pudimos ver de primera mano pero, es
evidente, que desde Escuelas Católicas, las diferentes titularidades,
los colegios, los profesores, están realizando un proceso valiosísimo
que expresa la constante preocupación de la educación católica para servir a la Iglesia y a la sociedad.
Todos los implicados, en comunión con las Iglesias particulares,
debemos caminar, evitando la autorreferencialidad, juntos en la misión.