(
Antonio Aradillas).- La reflexión
sobre los signos, símbolos, sacramentos y sacramentales "religiosos",
además de imprescindible para la educación- reeducación de la fe,
facilita caminar por sus
"misteriosos" senderos con el pleno y
audaz convencimiento de que todas las creencias tienen su manadero en
idénticas o parecidas fuentes. Todos -y todos- el mundo es religioso,
aunque con la sana, sabia y santa alegría de
haber bebido, y beber, de las mismas aguas.
En vísperas litúrgicas del "
Miércoles de Ceniza", referencia
cultural realmente universal, a título de ejemplo, le dedico aquí y
ahora, tiempo y atención que puedan avalar, en cierto sentido y
ponderación, el citado aserto. Es consoladoramente posible que a no
pocos lectores les resulten extrañas estas consideraciones,
sempiternamente deformadas sus conciencias con los miedos, temores y
sensaciones angustiosas, frutos absurdos e interesados de
"enseñanzas" supuestamente cristianas, con el marchamo seudo dogmático
de una imagen divinal policíaca, castigadora y represora, es decir,
radicalmente "desdiosada".
¿Por qué precisamente un MIÉRCOLES?. Se trata del tercer día
de la semana, denominación precedente del "dies Mercurii", del idioma
del Lacio -región central italiana-, con literarios recuerdos y
agradecimientos piadosos al "dios Mercurio -"Hermes" en griego- ,
figura simbólica de la prosperidad, del "buen viaje" de los difuntos hacia el " más allá" y personificación del bíblico pastor bueno, cuidadoso y amable.
Las ideas de tan decisiva influencia en las relaciones humanas,
sobre fundamentos de la convivencia y la ciudadanía, les fueron
encomendadas culturalmente al dios Mercurio,
atribuyéndosele elocuencia, versatilidad, expresividad, destreza y
amistad. El aditamento, tan valioso como decisivo, de representarlo
con alas en sus pies, hacerlo inventor de la lira, promotor del
comercio y de la comunicación, colocan a su día predilecto -el
"miércoles"- en centro y eje de creencias y actividades francamente
humanas y, por tanto, sacralizables de por sí, ante Dios y ante el
prójimo.
El misterio -la fe- del dio Mercurio lo acrecienta el dato de que
el planeta que porta su nombre es difícil de ser observado en Europa -
de doce a dieciocho horas al año- , su atrevida cercanía del sol, su
fugacidad y la condición ambigua de su color azul-celeste.
Respecto a la CENIZA que apoda y apodera nuestro "Miércoles"
cuaresmal, y que en la actualidad se coloca en la cabeza de los
hombres y en la frente de las mujeres, se hacen indispensables algunas
correcciones ascéticas acerca de la interpretación catequística de
signo tan sagrado. Es imprescindible y urgente advertir que, además de
signo perecedero de toda forma terrestre, la ceniza -
"aquello que queda cuando el fuego lo ha consumido todo"-,
según muchas culturas venerables antiguas, es y contiene en forma
concentrada todas las fuerzas de cuanto fuera quemado.
Por tanto, en cristiano
, la ceniza es fuerza, espíritu, vida, proyecto, síntesis y realidad de futuro. Es esperanza. Y resurrección.
Renovación y conversión propia y ajena. De todo lo nuestro y de lo de
los demás. Es comunión. Renacimiento. La ceniza es purificación. Posee
virtudes detergentes y purificadoras. Sentarse sobre la ceniza y
revolcarse en ella, también fue, y es, expresión de duelo, en no pocas
culturas.
Por tanto, quede meridianamente claro que
a los ojos de la Iglesia, la ceniza no es un símbolo de humildad
- -"andar en saco y ceniza"- duelo y arrepentimiento, sino también, y
sobre todo, la ceniza es, por la conversión que entraña, esperanza de
una vida nueva. El Fénix -
"Ave del Paraíso"-, que recolecta
hierbas y muere encima del altar de Helióñpolis, resucita tres días
después, de sus propias cenizas, con plumaje dorado o m multicolor, por
lo que con razón los mismos santos Padres de la Iglesia consideraron
esta ave como símbolo del alma inmortal y de la resurrección de
Cristo.. Algo similar pensó la piedad popular acerca de las golondrinas,
elaboradoras de sus nidos precisamente con los elementos procedentes de
las cenizas...
La sagrada Cuaresma, a la que se entra por las puertas del misterio
del Miércoles de Ceniza, no habrá de definirse litúrgicamente, ni en
exclusiva ni fundamentalmente, por las ideas de la aflicción y de la
penitencia, que ya
entre los judíos y los paganos se expresan cubriéndose la cabeza de ceniza y el áspero paño llamado cilicio, en conformidad con la fórmula "in cínere et cilicio"
Urge trabar por la renovación de la liturgia y por la
correspondiente reeducación de sus símbolos, obra pendiente en la tarea
que afronta el papa Francisco. Con cenizas, como otros tantos signos
de destrucción y de muerte, no se construye la Iglesia, y menos a tan
solo seis semanas de la Pascua.
Si ellas -las cenizas- fueran comprendidas. y administradas como fuerzas y gérmenes de resurrección y de vida,
el futuro de la Iglesia estaría evangélicamente asegurado.
Será cuestión de estudio, de atención y respeto a las exigencias de
los tiempos nuevos, sin enervante ritualismos ni hábitos rudimentarios,
contando siempre y activamente, con la gracia de Dios.
Fuente:
http://www.periodistadigital.com/religion/espana/2018/02/14/por-que-un-miercoles-por-que-la-ceniza-religion-iglesia-cuaresma-papa-francisco-aradillas.shtml