Película: "Arde Mississippi"
La maldición de Cam es como se conoce un pasaje de la Biblia (Gn 9, 18-27), en el que el patriarca bíblico Noé impone una maldición sobre Canaán. Este evento sucede en el Génesis cuando Cam, hijo de Noé y padre de Canaán, aprovecha el estado de embriaguez del primero para perpetrar un acto vergonzoso en su presencia.
Maldición y bendición de Noé;
18 Los hijos de Noé que salieron del arca fueron Sem, Cam y Jafet. Cam es el padre de Canaán.
19 Estos tres son los hijos de Noé que se propagaron por toda la tierra.
20 Noé era agricultor y fue el primero en plantar una viña.
21 Bebió del vino, se emborrachó y quedó desnudo dentro de su tienda.
22 Cam, padre de Canaán, vio a su padre desnudo y salió a contárselo a sus dos hermanos.
23 Sem y Jafet tomaron el manto, se lo echaron ambos sobre sus hombros y, caminando de espaldas, taparon la desnudez de su padre; como tenían el rostro vuelto, no vieron desnudo a su padre.
24 Cuando Noé se despertó de la borrachera y se enteró de lo que había hecho con él su hijo menor,
25 dijo: «Maldito sea Canaán. Sea el último siervo de sus hermanos».
26 Y añadió: «Bendito sea el Señor, Dios de Sem. Sea Canaán su siervo.
27 El Señor haga fecundo a Jafet, y more en las tiendas de Sem y sea Canaán su siervo».
En el pasado, algunas personas han utilizado la maldición de Cam como una justificación bíblica para imponer la esclavitud, y aunque en Génesis 9 no se dice que Cam fuera negro, con el tiempo terminó asociado con la piel negra:
24 Cuando Noé se despertó de la borrachera y se enteró de lo que había hecho con él su hijo menor,
25 dijo: «Maldito sea Canaán. Sea el último siervo de sus hermanos».
Esta interpretación es contraria a todo lo que defiende la religión cristiana. Además el concepto de raza queda abolido en el evangelio, en el que: Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno en Cristo Jesús (Gálatas 3, 28).
En las enseñanzas de Cristo encontramos también:
• “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22, 39). A los ojos de Dios, todos merecen amor.
La Biblia condena el prejuicio racial como una violación de la ley divina que nos instruye a amar a nuestro prójimo. El amor no ha de ser entregado solamente a un hermano espiritual o fraternal, sino a toda la hermandad de la humanidad.
Nosotros no debemos contradecir el deseo de Dios para la humanidad al decir “Todos los hombres son creados a si imagen, pero…”.
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