Película: "Litte boy"
La fe pertenece al terreno de la relación personal, no es una adhesión sin cautelas.
Cuando tengo un amigo íntimo. Me merece toda la confianza: sé que no me va a fallar y me fio de él, digo «yo creo en mi amigo».
Esta adhesión se debe a la amistad, a la intimidad y en la seguridad que me proporciona el amigo. A veces no entenderé del todo al amigo, pero sé que su fidelidad no me faltará. Por eso tampoco falla mi adhesión hacia él.
La fe en el amigo, «creer en él» supone «creer en lo que me dice».
La fe en el amigo, si es real, necesita creencias en las que se concrete. ¿Cómo podría decir «creo en él», si nunca «creo en lo que me dice»?
La experiencia de la fe no es una experiencia ni antihumana ni sobrehumana.
Cuando confiamos en alguien, cuando nos adherimos a lo que diga o haga una persona, porque confiamos plenamente en ella estamos viviendo experiencias muy similares a las que vive el creyente con respecto a la llamada de Dios.
La experiencia humana más cercana a la fe cristiana es la experiencia de las relaciones interpersonales.
A la llamada de Dios el hombre tiene libertad para responder o no, «la fe auténtica requiere auténtica libertad»
Si Dios sale al encuentro del hombre, el hombre debe salir al encuentro de Dios para que brote la fe.
La experiencia de la fe no es únicamente fruto del esfuerzo humano, sino un encuentro entre la iniciativa de Dios y el proceso de respuesta del hombre.
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