Análisis del documento 'La Iglesia e Internet', que no ha perdido actualidad
Por Santiago Casanova Miralles
MADRID, 04 de septiembre de 2013 (Zenit.org)
- No hace mucho que me encontré con el documento “La Iglesia e Internet”,
publicado por el Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales nada menos
que en ¡2002! Me parece un documento imprescindible para entender la postura de
la Iglesia ante la realidad de la red y de las redes sociales. Luego, es verdad,
el mismo Papa Benedicto XVI, y ahora Francisco, le han dado una continuidad
arrolladora a este asunto.
No voy a pararme en muchos de los puntos del documento. ¡Hay tanto que vale la pena! Pero sí quiero dedicar hoy unas líneas a su parte final, a las recomendaciones que se hacen a los dirigentes eclesiales, agentes pastorales, catequistas y educadores, padres y, finalmente, niños y jóvenes. Y en estos últimos quiero centrar mi atención.
La Iglesia es muy clara con los jóvenes y con sus formadores en cuanto a internet y a las redes sociales:“Internet pone al alcance de los jóvenes en una edad inusualmente temprana una inmensa capacidad de hacer el bien o el mal, a sí mismos y a los demás.”
La Iglesia llama a los jóvenes a usar Internet adecuadamente, a enriquecerse con él y enriquecer la vida de otros, a prepararse con responsabilidad para su futuro, a usarlo como un medio privilegiado para hacer el bien. No sólo eso: la Iglesia llama los jóvenes a ir contracorriente, ejercer la contracultura y prepararse para ser perseguidos por defender lo verdadero y lo bueno también en este medio. Muy fuerte.
Esto que la Iglesia pide no es automático. Requiere de discernimiento, educación, formación y, también, de la fuerza del Espíritu. Lo último sólo se puede pedir incesantemente en la oración y llevando un vida cristiana plena, en comunidad y participando de los sacramentos. Lo primero sólo requiere determinación y manos a la obra.
Discernimiento: Nuestros chicos y chicas deben saber discernir. Discernir lo que es bueno y lo que es malo, lo que les conviene y lo que no. Discernir qué fotos compartir, qué mensajes publicar. Discernir qué retuitear y a quién seguir. Discernir qué webs visitar. Discernir cuándo hablar y cuándo callar. Discernir su tarea concreta como cristiano en la red, su llamada particular, su misión. Discernir qué haría Jesucristo en cada situación que se les presente. Esta tarea requiere aprendizaje, escucha y silencio. Discernir requiere haber aprendido a hacerlo. Por eso necesitan nuestra ayuda. Sus educadores, padres y catequistas debemos acompañarlos, vivir cerca de ellos en su “estar” en internet y en las redes sociales. Debemos acostumbrarles y ayudarles a hacer lo mismo fuera de internet y hacer del discernimiento una constante en su vida.
Educación: Antes nuestros padres nos enseñaban a manejarnos y actuar en la calle, en el colegio, en casa… No ir con extraños, con quién no hablar, qué situaciones evitar, cómo actuar con nuestros mayores, el respeto a la autoridad… Ahora se sigue haciendo todo esto (cuando se hace) pero nadie ha afrontado la parte de la red. ¿Quién educa para estar en la red? ¿Quién enseña a niños y jóvenes cómo estar, con quién relacionarse? ¿Quién habla de la amistad en las redes y conoce a los amigos de nuestros chicos en las redes? ¿Quién enseña cómo actuar ante un ataque, cómo defender al débil, cómo levantar la mano cuando se necesita? Hay una laguna que debe ser cubierta de forma urgente. Para ello es imprescindible que padres, educadores y catequistas nos movamos en la red con soltura y entendamos sus resortes.
Formación: Internet es un lugar con una potencialidad enorme. Hay que conocerlo. No basta con estar. Hay que conocer su funcionamiento, sus reglas, las leyes que lo regulan, las implicaciones que tiene un desliz, los detalles de la privacidad, las huellas que uno deja cuando se mueve en sus rincones… Nuestros jóvenes sólo serán buenos testigos del Evangelio si son prudentes como serpientes y sencillos como palomas. No sirve la buena voluntad, la ingenuidad… Cuando un joven quiere conducir, va al autoescuela. Cuando queremos trabajar, antes pasamos por la universidad o por los planes de formación profesional. No puede ser distinto aquí. Y ya que esta formación, por ahora, no se aborda en planes de estudios en la escuela habrá que ser audaces y hacer propuestas creativas para formar a los nuestros.
Internet es tarea y misión para todos. La Iglesia nos pide que estemos y que lo hagamos como creyentes. No llega con compartir una bonita frase en Facebook o tuitear un versículo del salmo del día. No llega con querer estar. Si no sabes discernir y no estás educado o formado, no eres un cristiano útil. La red te devorará.
No podemos abandonar a los jóvenes en este duro camino. Abandonarlos sería claudicar y no seguir las directrices de la Iglesia. Como un día dijo Pablo VI, cada uno deberá responder ante Dios por sus acciones también en este medio. Tomemos nota y seamos valientes. No hay excusas.
* Santiago Casanova Miralles es laico escolapio y miembro del staff de iMisión
Fuente: Zenit.org
No voy a pararme en muchos de los puntos del documento. ¡Hay tanto que vale la pena! Pero sí quiero dedicar hoy unas líneas a su parte final, a las recomendaciones que se hacen a los dirigentes eclesiales, agentes pastorales, catequistas y educadores, padres y, finalmente, niños y jóvenes. Y en estos últimos quiero centrar mi atención.
La Iglesia es muy clara con los jóvenes y con sus formadores en cuanto a internet y a las redes sociales:“Internet pone al alcance de los jóvenes en una edad inusualmente temprana una inmensa capacidad de hacer el bien o el mal, a sí mismos y a los demás.”
La Iglesia llama a los jóvenes a usar Internet adecuadamente, a enriquecerse con él y enriquecer la vida de otros, a prepararse con responsabilidad para su futuro, a usarlo como un medio privilegiado para hacer el bien. No sólo eso: la Iglesia llama los jóvenes a ir contracorriente, ejercer la contracultura y prepararse para ser perseguidos por defender lo verdadero y lo bueno también en este medio. Muy fuerte.
Esto que la Iglesia pide no es automático. Requiere de discernimiento, educación, formación y, también, de la fuerza del Espíritu. Lo último sólo se puede pedir incesantemente en la oración y llevando un vida cristiana plena, en comunidad y participando de los sacramentos. Lo primero sólo requiere determinación y manos a la obra.
Discernimiento: Nuestros chicos y chicas deben saber discernir. Discernir lo que es bueno y lo que es malo, lo que les conviene y lo que no. Discernir qué fotos compartir, qué mensajes publicar. Discernir qué retuitear y a quién seguir. Discernir qué webs visitar. Discernir cuándo hablar y cuándo callar. Discernir su tarea concreta como cristiano en la red, su llamada particular, su misión. Discernir qué haría Jesucristo en cada situación que se les presente. Esta tarea requiere aprendizaje, escucha y silencio. Discernir requiere haber aprendido a hacerlo. Por eso necesitan nuestra ayuda. Sus educadores, padres y catequistas debemos acompañarlos, vivir cerca de ellos en su “estar” en internet y en las redes sociales. Debemos acostumbrarles y ayudarles a hacer lo mismo fuera de internet y hacer del discernimiento una constante en su vida.
Educación: Antes nuestros padres nos enseñaban a manejarnos y actuar en la calle, en el colegio, en casa… No ir con extraños, con quién no hablar, qué situaciones evitar, cómo actuar con nuestros mayores, el respeto a la autoridad… Ahora se sigue haciendo todo esto (cuando se hace) pero nadie ha afrontado la parte de la red. ¿Quién educa para estar en la red? ¿Quién enseña a niños y jóvenes cómo estar, con quién relacionarse? ¿Quién habla de la amistad en las redes y conoce a los amigos de nuestros chicos en las redes? ¿Quién enseña cómo actuar ante un ataque, cómo defender al débil, cómo levantar la mano cuando se necesita? Hay una laguna que debe ser cubierta de forma urgente. Para ello es imprescindible que padres, educadores y catequistas nos movamos en la red con soltura y entendamos sus resortes.
Formación: Internet es un lugar con una potencialidad enorme. Hay que conocerlo. No basta con estar. Hay que conocer su funcionamiento, sus reglas, las leyes que lo regulan, las implicaciones que tiene un desliz, los detalles de la privacidad, las huellas que uno deja cuando se mueve en sus rincones… Nuestros jóvenes sólo serán buenos testigos del Evangelio si son prudentes como serpientes y sencillos como palomas. No sirve la buena voluntad, la ingenuidad… Cuando un joven quiere conducir, va al autoescuela. Cuando queremos trabajar, antes pasamos por la universidad o por los planes de formación profesional. No puede ser distinto aquí. Y ya que esta formación, por ahora, no se aborda en planes de estudios en la escuela habrá que ser audaces y hacer propuestas creativas para formar a los nuestros.
Internet es tarea y misión para todos. La Iglesia nos pide que estemos y que lo hagamos como creyentes. No llega con compartir una bonita frase en Facebook o tuitear un versículo del salmo del día. No llega con querer estar. Si no sabes discernir y no estás educado o formado, no eres un cristiano útil. La red te devorará.
No podemos abandonar a los jóvenes en este duro camino. Abandonarlos sería claudicar y no seguir las directrices de la Iglesia. Como un día dijo Pablo VI, cada uno deberá responder ante Dios por sus acciones también en este medio. Tomemos nota y seamos valientes. No hay excusas.
* Santiago Casanova Miralles es laico escolapio y miembro del staff de iMisión
Fuente: Zenit.org