Película: La Vía Láctea (1969)
El nacimiento de Jesús supuso un hecho extraordinario: Dios se hace un ser humano. Como dijo San Pablo: "siendo de condición divina, se ha hecho semejante a las personas y ha sido reconocido como ser humano" (Flp 2, 6-6-7).
En otras culturas, los dioses se habían relacionado con las personas, incluso habían bajado a la tierra para estar con ellas. Pero, aunque adquirían el aspecto de un ser humano, no eran otro ser humano, seguían siendo dioses.
En cambio, con Jesús, Dios mismo se hace persona. Es lo que los cristianos llaman la encarnación: Dios se hace carne humana, es un ser humano como los demás. Por eso, Jesús vive la vida como cualquier persona. Gracias a la encarnación, las personas que vivieron con Jesús pudieron oír, ver y tocar a Dios.
La encarnación no convierte a Jesús en mitad Dios o mitad hombre, ni en un superhéroe humano con poderes especiales. En el concilio de Calcedonia (451) se afirmó que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre.
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