Soy profesora de Religión Católica y, por
tanto, estoy afectada por la nueva Ley de Educación que va a reducir a
la mitad las horas de la asignatura que imparto. Llevo 25 años
trabajando en el que, a mi parecer, es el mejor Colegio Público de
Navarra, me siento parte del pueblo, reconocida en el claustro y querida
por las familias… muchas personas se me han acercado para decirme que
sienten mucho que, probablemente, me quede sin trabajo y se lo agradezco
de corazón porque sé que lo dicen con sinceridad.
Tengo mucha fe y me baso en mi experiencia
vital para afirmar que, pase lo que pase, Dios tiene un plan maravilloso
pensado para mí. Pero hay algo que me entristece mucho y es la pérdida
tan grande que, no solo para el alumnado y los centros escolares, sino
también para la sociedad, va a suponer la devaluación de esta
asignatura. ¿Cómo va a ser posible que en una solo sesión semanal
ayudemos a nuestro alumnado en la búsqueda de las respuestas de lo que
su corazón más desea: la verdad, el infinito, la belleza…? ¿Cómo vamos a
acompañarlos en el reconocimiento individual de lo que cada uno de
ellos y ellas están llamados a ser?, ¿cómo vamos a hacer para poder
mostrarles a Jesús, que es quien nos enseña el sentido último del dolor,
el perdón, el amor…?
¿Cómo vamos a ayudarles a comprender la
cultura que hemos heredado (no se puede entender el arte, la historia,
la política, el folclore, las tradiciones, el lenguaje, si no se conocen
los fundamentos de la religión católica) y a acercarlos a una mínima
comprensión de las demás religiones para poder convivir en esta sociedad
plural que habitamos? Me entristece que quienes desean, libremente,
cursar esta asignatura, se vean perjudicados simplemente porque, quienes
no la eligen, no la valoran.
Teresa Sancena Arpide
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