Necesitamos una clase de Religión «en salida». Esta fue una de las peticiones que Carlos Esteban Garcés, experto en Pedagogía de la Religión, lanzó en su ponencia del Foro sobre el Currículo de Religión organizado por la CEE. Una vez concluido el encuentro y presentada la síntesis, Esteban asegura que esta experiencia «marcará un antes y un después en la Enseñanza Religiosa Escolar (ERE)» y de la misma forma «abre el proceso de debate y participación» sobre cómo debe plantearse la asignatura.
—¿Cuál es su valoración general de sus conclusiones?
—En general, tengo una valoración muy positiva sobre la iniciativa de este Foro. No solo las conclusiones, todo el proceso ha sido una experiencia muy edificante y esperanzadora. Las conclusiones, en coherencia con todo el desarrollo del programa, son inspiradoras no solo para el nuevo currículo, sino para la pedagogía de la religión. Me parecen muy significativas las palabras del presidente de la Comisión Episcopal de Educación, Alfonso Carrasco Rouco, obispo de Lugo, afirmando cómo este Foro ha reavivado la pasión educativa que es propia de la Iglesia.
—El Foro se proponía abrir un diálogo «entre todos y para todos».
—Creo que el proceso marcará un antes y un después en esto de la clase de Religión. Con la amplia participación y las significativas aportaciones en torno al Foro se ha mejorado el relato sobre la enseñanza de la Religión. Si hacemos un balance rápido, creo que se ha tomado muy en serio este nuevo tiempo de Iglesia en salida, se han acogido con responsabilidad las iniciativas internacionales sobre educación, se ha cuidado el diálogo con el Ministerio, se ha ensanchado el planteamiento pedagógico sobre la ERE y, al final, el proceso ha dado sus frutos. Por tanto, es evidente que hemos mejorado notablemente el argumentario sobre la clase de Religión.
—Más allá del nuevo currículo, ¿qué supone, a su juicio, este Foro para la asignatura de Religión?
—El documento de síntesis y las conclusiones, aunque también lo podríamos decir de todas las sesiones, suponen un enriquecimiento del relato sobre la ERE madurado desde las propias raíces de su identidad y en diálogo con los signos de los tiempos. Como subrayó el obispo, «tenemos una ERE profundamente eclesial, que no tiene dudas de identidad ni de su mensaje esencial». Este dato debería tomarse completamente en serio en nuestros ámbitos eclesiales en los que, a veces, emergen dudas poco fundamentadas. Responde al derecho fundamental de las familias como primeros responsables en la educación de sus hijos e hijas. Pero también ha afirmado que «tenemos una ERE profundamente escolar, que tampoco tiene dudas de cómo plantearse pedagógicamente en línea con las finalidades propias de la escuela». Este dato también debería ser tomado en serio por las Administraciones y los agentes sociales. Contribuye a la formación integral y al bien común, a la construcción de sociedades más justas e inclusivas.
—Si tuviera que destacar solo una idea en la celebración del Foro, ¿cuál señalaría?
—Celebro que, en todas las sesiones, tanto en las ponencias de los expertos, como en las intervenciones institucionales de la Comisión Episcopal, se ha reconocido y aplaudido el buen trabajo del profesorado de Religión. Esto era completamente necesario, de alguna manera era injusto que no se dijera más veces. Desde la Comisión se ha calificado al colectivo de profesores como «comprometido, activo e implicado en su tarea docente y en la mejora de la asignatura». Con este Foro se ha hecho justicia al buen hacer silencioso de miles de profesores de Religión que lo hacen muy bien.
—Según su opinión, ¿hay algún matiz en el que habría que haber profundizado?
—El Foro tenía el objetivo de reflexionar, con la participación de todos, sobre las fuentes del currículo para preparar el terreno al nuevo currículo de Religión Católica al que obliga la LOMLOE. Esos temas se han alcanzado bien, a mi juicio. Por tanto, creo que el Foro ha cumplido bien sus objetivos. No han quedado temas pendientes. A partir de ahora dependerá de la Comisión Episcopal acertar con el diseño del nuevo currículo y dependerá del Ministerio la ordenación académica de la asignatura de Religión en los desarrollos de la LOMLOE. El Foro ha puesto de manifiesto que ambos objetivos de futuro se están trabajando de forma dialogada entre ambas entidades.
Otra cuestión es, como ya se reconoció en las sesiones de apertura y clausura, que en el futuro inmediato haya que acometer más procesos en los que habría que abordar la actualización de la formación inicial y permanente del profesorado de Religión. Y también se ha planteado como una cuestión de futuro mejorar las condiciones laborales del profesorado de Religión, algo que será «inevitable», se afirmó en la sesión final del Foro, cuando el propio Ministerio revise el acceso a la profesión docente y el estatuto de la función pública. Pero no eran temas de este Foro, desde el inicio escuché que serían de futuro.
—¿Cree, de verdad, que estas conclusiones ayudarán al nuevo currículo?
—Ojalá el nuevo currículo desarrolle estas conclusiones, porque expresan muy bien la identidad de la ERE en el sistema educativo. Con la referencia al diálogo fe-cultura y a la Teología, como fuente epistemológica, se confirma la peculiaridad del mensaje cristiano. A partir de ahí, se asume plenamente el contexto escolar y se propone un currículo de Religión católica cuyas contribuciones se plantean en línea con las finalidades propias de la escuela. Es decir, se hace un planteamiento pedagógico coherente para mejorar la educación y la sociedad, se plantea la ERE como un servicio eclesial para quienes la elijan libremente y un bien común para todos, porque fortalece la dignidad, la inclusión y la ciudadanía responsable. Esta es la identidad esencial de la ERE que debe adaptarse al marco curricular de la LOMLOE y su enfoque competencial; algo que la ERE puede hacer perfectamente como ya se ha mostrado en publicaciones anteriores sobre «alumnos competentes en religión» y en numerosas experiencias didácticas.
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