Recién comenzado el curso escolar 2020-2021, conversamos con el delegado diocesano de Enseñanza y profesor de Religión de la diócesis de Tarazona, Miguel Ángel Arnedo, sobre los retos de la asignatura en este curso.
—Todavía no se tienen datos del
número de alumnos en Religión este curso, pero otros años en nuestra
diócesis ha habido un alto número de matriculados.
—Nuestra diócesis se puede considerar privilegiada en
este sentido. Casi un 70% de los 8.000 chicos y chicas entre 3 y 17 años
que en ella viven han optado por la asignatura de Religión Católica.
Hay que comentar que este año se produjo una reducción horaria a sólo 45
minutos de clase a la semana, la mitad, en Infantil y Primaria. Un
recorte que afecta a todos nuestros profesores. Aun con esa dificultad
añadida, nuestros maestros siguen trabajando en educar, en dignificar la
asignatura, en crear un contenido que en ese espacio de tiempo pueda
tener lo fundamental del programa educativo. Las cifras para este año no
se tienen aún, es muy pronto, pero suponemos que serán muy parecidas.
Debo hacer notar que muchas de nuestras escuelas son rurales, y el bajo
nivel de natalidad hace del futuro un campo incierto. Pero puedo
asegurar que cada día la ilusión también viaja en el coche de nuestras
maestras de Religión (son 19 de Infantil y Primaria y 6 en Secundaria,
en la escuela pública, además de los cuatro colegios concertados que
existen en nuestra diócesis).
—Durante el confinamiento, las
delegaciones de Enseñanza de muchas diócesis españolas -incluída la
nuestra- se movilizaron a través de Twitter contra la Ley Celáa.
Cuéntanos por qué y cuáles eran los objetivos.
—Las Redes Sociales son el nuevo altar, el púlpito
hacia el que todos se giran. Desde las delegaciones quisimos hacer notar
que también tenemos un poder de movilizar, de despertar, de crear
tendencias, de saber estar en estos medios que parece son propiedad sólo
de determinadas ideas o formas políticas. Siempre se habla de la
presencia en la vida cotidiana, de un testimonio, de un saber estar, de
un comunicar. Y a ello nos lanzamos.Nuestro objetivo era sencillo: Hacer
ver al Ministerio de Educación que no estamos dormidos, que no estamos
solos, que tenemos una voz que se oye, que nuestras propuestas siempre
son constructivas y que las familias tienen el mismo derecho a una
educación integral, en el que cultura, espiritualidad, conocimiento,
historia y desarrollo integral de la persona esté completo. Y nuestra
asignatura de Religión toca todos esos temas.
—De momento, la Ley no está aprobada .¿Eres optimista?
—La educación en nuestro país siempre es campo de
batalla, de experimentos, de teorías. En esta ley nosotros lo que
queremos es asegurar y dignificar nuestra asignatura, los puestos de
trabajo de muchas personas y sus familias, el derecho de los padres y
chicos a una enseñanza acorde a sus valores y fe. Estamos en contra de
la forma arbitraria en hacerla, en la falta de diálogo, de consenso, en
la incertidumbre que crea, que se suma a la de este principio de curso
caótico y sembrado de dudas, de miedos…
Nuestros obispos están en diálogo con el Ministerio de Educación.
Pensamos que la Iglesia siempre avanza cuando se comparte, cuando se
respetan posiciones, pero también cuando nos sentimos enviados, cuando
tenemos la libertad del testigo convencido, cuando somos como el
peregrino que tiene clara su meta.
—¿Por qué es necesaria la asignatura de Religión?
—Pensamos en un desarrollo integral de la persona, y
nuestra asignatura complementa un saber que muchas veces se centra mucho
en lo técnico, en lo especializado. Los valores que enseñamos también
en nuestra asignatura son universales. Y es muy útil tener perspectiva,
abrirse a una dimensión espiritual, en todos los sentidos, necesaria
para saber responder a las preguntas vitales, a entender y afrontar la
vida desde una posición existencial, creyente, madura…
—¿Es difícil ser profesor de Religión en la actualidad?
—Yo diría que es ilusionante, motivador, creativo,
alegre, complicado, vital… Cada vez que entras en un aula no ves
alumnos, ves rostros concretos, sonrisas, preguntas, problemas,
soluciones. Nuestra asignatura es siempre diferente, ya que ellos
siempre son distintos. Una vez me dijo un alumno: “Profe, eres el único
que nos preguntas qué tal estamos. Y esperas siempre respuesta…” Eso es
ser profesor de Religión, no sólo preguntar, hacer que se pregunten.
También es acoger sus respuestas, sus ilusiones y miedos. Y eso es un
motivo por el que dar gracias a Dios todos los días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Añade un comentario