La educación religiosa escolar ya no equivale a transmitir los viejos catecismos que enseñaron una doctrina para ser sabida.
Alberto Parra
Desde los días de Platón en su academia y de Aristóteles en su liceo, los planteles educativos son casa de la ciencia y de los métodos para producir ciencia, es decir, conocimiento riguroso, argumentado, demostrado, probado. Quien accede a un plantel educativo aspira a vencer el caos tenebroso de la ignorancia mediante el conocimiento metódico. Nadie confunda el plantel educativo con unas prácticas deportivas, ni tampoco con una parroquia, sinagoga o mezquita.
El “atrévete a saber” de los clásicos lo transformó la modernidad en el “atrévete a usar de tu propio entendimiento”, que ha permitido a la humanidad alcanzar los niveles actuales de ciencia, tecnología y desarrollo al que todos aspiramos para salir de nuestro propio caos personal y social. La ciencia y los métodos de las ciencias que se cultivan en la academia capacitan para la permanente producción y reproducción de los objetos de nuestro conocimiento matemático, físico, químico, biológico. Es el campo propio de las ciencias técnicas o naturales.
Pero nadie confunda las ciencias técnicas con las ciencias humanas y sociales. La academia científica no aspira tan solo a formar en la mecánica reproductora de los objetos del conocimiento, sino también, y sobre todo, en la construcción de los sujetos. Hay que precaverse de una sociedad científica y técnica sin humanidad, sin arte, sin cultura, sin religión, sin ética ni estética. El mismo conocimiento objetivo y científico anida primero en el cerebro y el corazón de los sujetos.
la educación religiosa es propia de planteles y de maestros que, en el acto mismo de ayudar a construir la verdad de los objetos, construyen también el sentido y los sentidos de vida de los sujetos
Tiene razón la tarda modernidad cuando reclama de la sociedad científica, técnica e informatizada el retorno a la sabiduría para construir y reconstruir los sujetos, sin los que no habrá Estado-pueblo ni Estado-nación. A eso están orientados aportes tan numerosos y significativos como los de Habermas, Ciencia y técnica como ideología; de Lyotard, Informe sobre el saber; de Edgar Morin, Los siete saberes indispensables para la educación del futuro.
Saber ser, saber vivir, saber ser en comunidad, saber leer y escribir el texto grande de la vida, saber ser en libertad y en humanidad indican zonas más urgentes que saber manipular técnicas e informáticas por necesarias que se las suponga.
¿Religión en las aulas? Sí, a condición de que la religión y las religiones sirvan en la academia a los fines propios de la educación en términos de ciencia metódica y de conocimiento sapiencial, sin inmediatismos proselitistas ni confesionales, litúrgicos ni catequéticos que son propios de otros espacios y de otras instancias.
El país, sus conductores, los padres de familia, los educadores y los que se educan tienen urgencia de aclararse qué significa educación religiosa escolar (ERE) en reciprocidad y sintonía con los fines fundamentales de toda genuina educación. Lo que es claro por ahora es que la educación religiosa escolar ya no equivale a transmitir los viejos catecismos que enseñaron una doctrina para ser sabida. Si es escolar, la educación religiosa es propia de planteles y de maestros que, en el acto mismo de ayudar a construir la verdad de los objetos, construyen también el sentido y los sentidos de vida de los sujetos, supremo aporte de la sabiduría humana que es también divina. La academia que es casa de la ciencia es también templo de la sabiduría. Situar la religión en las aulas en partija confesional o en tiempo libre aduce de suma irresponsabilidad de cerebros vacíos.
Fuente: https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/religion-en-las-aulas-3366343
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