@elprofebati
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Extraído
de un blog (http://orientacionandujar.wordpress.com/) y gracias a su
espectacular generosidad, os dejamos el banco de pruebas de evaluación
inicial elaborado por DEPARTAMENTO ORIENTACIÓN ANDÚJAR. Gracias por compartir.
Este texto fue preparado para los docentes de las escuelas donde
soy capellán, pensando en cómo introducir a los alumnos -niños y
jóvenes- en la adoración al Santísimo. Me pareció oportuno compartirlo,
ya que puede ayudar a vivir esos momentos no sólo en el ámbito de la
Escuela Católica sino también en la catequesis parroquial y en los
movimientos y grupos de pastoral infantil.
“El Maestro está aquí y te llama” (Jn 11, 28) Algunas recomendaciones para realizar un momento de Oración con niños y jóvenes en el Oratorio de la Escuela.
El presente texto tiene como finalidad ayudar a los docentes a
realizar un momento de Oración-Adoración con niños y jóvenes en el
Oratorio de una Escuela Católica. Las sugerencias generales necesitan ser adaptadas y adecuadas a
la realidad concreta de cada grupo, sea del nivel inicial, primario o
secundario.
El testimonio del docente
Un elemento muy importante es que la fe y el amor se transmiten no
sólo ni principalmente con palabras y discursos. Antes de las palabras,
podemos decir que la conciencia de la Presencia Real de Jesús se
comunica por el contacto vital entre el educador y los alumnos.
La unción y reverencia con que los docentes realicen la genuflexión
(saludo a Jesús Eucaristía doblando la rodilla derecha hasta tocar el
suelo), la piedad con que se hace la señal de la Cruz, la actitud y el
porte reverente y sosegado, la verdad e intensidad de las palabras que
se utilicen, crean un clima idóneo para todo momento de oración con los
alumnos. Un docente que mira con amor el Crucifijo, que tiene un gesto
de ternura cariñosa hacia una imagen de María, que manifiesta reconocer
en el Sagrario la Presencia Real, educa a sus niños o jóvenes en la fe
casi sin proponérselo.
La Preparación
Conviene que si se lleva a un grupo de alumnos a hacer un momento de
oración, se los prepare al menos brevemente. No conviene pasar, por
ejemplo, directamente del recreo al oratorio, porque es probable que
estén un tanto agitados e inquietos.
En el salón, antes de ir al encuentro de Cristo, se les puede
recordar brevemente el sentido de ese espacio y a quién vamos a ver.
Siempre conviene detenerse antes de ingresar, y recordarles –sin temor a
ser pesados, con insistencia pedagógica- con quién vamos a estar, qué
vamos a hacer, cómo saludar a Jesús presente en el Sagrario
(genuflexión), qué importancia tiene el silencio… Esto puede parecer
redundante y un tanto agotador, pero es un trabajo necesario para que
ellos puedan ir interiorizando la importancia de su Presencia.
La Periodicidad
Es conveniente que cada grupo de niños tenga su visita semanal o
quincenal a Jesús eucaristía. En lo posible, es conveniente reservar una
hora determinada de la semana, y mantener ese día, creando el hábito y a la vez suscitando la expectativa. La periodicidad
le permitirá al docente planificar los momentos de adoración, evitando
caer en la improvisación y/o en la repetición de aquellos que puede
variar, como son los texto s bíblicos o los cantos.
Entrar en oración
Al ingresar al oratorio, es conveniente esperar que todos hagan
serena y devotamente su genuflexión, y se ubiquen en los bancos. Se
puede invitarlos a dejar el cuerpo en reposo, a hacer silencio de la
boca y del corazón. En el caso de los niños es conveniente reiterar
siempre la recomendación de no mirar hacia atrás, ni hacia los costados,
de no molestar al de al lado ni al de adelante…
Sin pretender descender a todos los detalles, será oportuno observar
que no queden tan juntos en los bancos, ya que esta incomodidad corporal
no puede menos que repercutir negativamente en la posibilidad de que
hagan oración. Y también recordarles, sobre todo a los niños más
pequeños, no balancear los pies…
No estará de más invitarlos a que cierren los ojos un momento, e
incluso que respiren serena y hondamente por la nariz, lo que puede
favorecer mucho su quietud externa e interna.
Cantar para iniciar… o escuchar un canto.
La música ha sido y sigue siendo una “herramienta” valiosísima para
introducir a la oración. Teniendo en cuenta la diversidad de los grupos
en cuanto a la edad y hábitos de oración, es conveniente usar durante
cierto tiempo la misma canción para abrir el momento de adoración, de
modo que puedan llegar a aprenderla y cantarla, pensando en el contenido
de la letra y en Aquel a quien se dirige.
Los niños más pequeños suelen cantar con mucho entusiasmo. Ya en los
últimos años de la educación primaria la participación activa disminuye,
hasta casi desaparecer en la escuela secundaria, por diferentes
motivos,
Para los jóvenes, entonces, hay que contar con que no van a cantar
con tanta facilidad, pero escuchan con gusto y suelen ser “tocados” por
canciones bien elegidas y reproducidas con cierta calidad.
Los cantos pueden usarse también en el medio de las oraciones para
hacer un corte de las palabras y silencios, y también para finalizar,
donde siempre será valioso invocar a María Santísima.
El Espíritu Santo
Nunca debemos olvidar las palabras que San Pablo nos ha legado en la
Primera Carta a los Corintios: “Nadie puede decir Jesús es el Señor si
no es movido por el Espíritu Santo”. Y en la de los Romanos afirma: “no
sabemos pedir como conviene, pero el Espíritu viene en ayuda de nuestra
debilidad, e intercede por nosotros con gemidos inefables”.
Por eso es importante invocar al Espíritu Santo al iniciar el momento
de oración, pidiéndole que ilumine nuestra inteligencia e inflame
nuestro corazón. Se les puede hacer repetir una oración breve, o una
canción sencilla al Espíritu que puedan aprender fácilmente.
María
María es “Mujer Eucarística”. Es la primera que adoró. Es también
maestra de oración. En algún momento de la oración, o en varios, es
conveniente pedirle que venga a estar al lado y en medio nuestro. Más
aún, se le puede pedir que nos ayude a adorar a Jesús estando en su
regazo.
Probablemente el mejor momento sea al finalizar el momento de oración
y confiar a María los propósitos e inspiraciones que el Señor haya
puesto en nuestro corazón. También es conveniente enseñar a los niños
algún canto sencillo, que les permita expresar su cariño con piedad.
Siempre utilizar la Palabra de Dios.
Luego de invitar a los alumnos a hacerse la señal de la Cruz
piadosamente y pensando en lo que hacen, es siempre conveniente utilizar
un texto bíblico que inspire la oración. Se buscará un texto que se
adapte a la finalidad que tenga ese momento de oración, ya sea que se
quiera instruir a los niños en la fe en la Presencia de Jesús, se les
quiera hablar sobre algún aspecto de la vida moral (los mandamientos),
se los quiera prepara para una Confesión…
También es importante adaptar la extensión del texto leído a la edad y
capacidad de atención de los chicos. Con los más pequeños, siempre es
eficaz acompañar el texto con alguna imagen impresa o proyectada (si es
que el oratorio ofrece esa posibilidad)
También los salmos –recitados o cantados- pueden ser expresión espléndida de la oración.
Antes de leer el texto bíblico, conviene introducirlo, invitando a
los niños y jóvenes a abrir el oído y el corazón, y a imaginar y hacer
un acto de fe de que es el mismo Jesús que está en el Sagrario el que
habla a sus corazones, y les habla a cada uno de ellos. De acuerdo a las
posibilidades reales, se puede entonar también el Aleluya
Hablar de Jesús, hablar desde Jesús, hablar a Jesús.
Los docentes serán cuidadosos de alternar de modo adecuado las diferentes “orientaciones” de sus palabras.
Algunas veces serán palabras que el maestro dirige a sus alumnos,
diciendo, por ejemplo: “queridos jóvenes, estamos delante de Jesús, Él
nos ha llamado a su presencia” o “en el texto se nos cuenta que un
hombre fue a postrarse delante de Jesús, y nosotros estamos también
así”.
Otras veces, teniendo cuidado de hacer notar el cambio de dirección
–introduciéndolas, por ejemplo, al decir “Jesús desde el Sagrario te
invita… te dice…” pueden ser palabras dichas por Jesús a los allí
postrados, como cuando se dice, por ejemplo: “querido joven… yo sé que
has venido cansado, que traes en tu corazón muchas cosas para entregar.
Aquí estoy yo, tu Señor, tu Creador. Adórame y encontrarás tu perfecta
libertad”. “Querido niño… confía en mí… eres único, eres valioso para
mí”
Por último, muchas veces –este es tal vez el modo que más tiempo
debería ocupar a medida que los alumnos estén más acostumbrados- dará
voz a la oración de todos, adorará y alabará en nombre de la asamblea:
“Jesús, hijo de David, hijo de Dios, ten piedad de nosotros. Acuérdate
de nosotros cuando llegues en tu Reino. Tú lo sabes todo, sabes que te
queremos…”
Espontáneo-preparado
Otro elemento a tener en cuenta es la alternancia entre la lectura de
un texto preparado y la oración espontánea. Los docentes que tengan
mucha experiencia de conducir momentos de oración, pueden aventurarse a
él con sólo la Sagrada Escritura e ir improvisando la reflexión, la
oración…
No obstante, y no sólo para los que recién incursionan en este campo,
puede ser valioso tener a mano algún texto de soporte y brindar materia
a la oración cuando pueda faltar la inspiración.
Más allá de esos momentos los escritos de los santos o de orantes
que hayan ya hecho un camino, leídos con corazón orante, pueden
enriquecer notablemente el momento.
Participación de los chicos en la oración
Sobre todo en los momentos en que el que guía invoca al Espíritu
Santo y le habla a Jesús, puede invitar a los chicos a hacerlo también
en alta voz, no sólo con el canto, sino emitiendo su propia plegaria de
modo espontáneo.
Puede hacerlo simplemente invitando a la asamblea: “alabemos al Señor, sin temor, sin vergüenza: Él nos escucha”,
Es probable que a los chicos no les resulte fácil orar de modo
espontáneo, y por eso puede introducirse esta participación invitando a
los chicos a que las repitan una frase todos juntos (como las oraciones
de los fieles de la Misa). Por ejemplo: “ayúdanos Jesús” “Te adoramos
Señor” “Ten Piedad de nosotros”
Silencios
Es muy importante ir habituando a los niños y jóvenes a orar en
silencio. Se les puede ayudar explicándoles que en ese silencio ellos
pueden escuchar la Voz de Jesús. También en ese momento pueden
reflexionar sobre su propia vida y aquellas cosas que la Palabra de
Jesús les haya hecho ver que deben mejorar. También se les puede
explicar que en ese silencio pueden hablar con Jesús en su interior.
Es bueno que el docente tenga una verdadera fe en la presencia y
acción del Espíritu, y no caiga en la tentación de querer monopolizar el
diálogo con el Señor, como si dudara de que Él habla a los corazones…
mucho mejor que nosotros.
Este silencio se introducirá para los niños y jóvenes diciendo:
“ahora vamos a hacer un instante de silencio. Jesús quiere hablarte al
corazón. Puedes cerrar nuevamente los ojos, o mirar fijamente la hostia
consagrada o la cruz”
Cuidado del lugar
Es importante que el oratorio o capilla sea siempre un lugar
acogedor. Que este limpio y ventilado, y que tenga una iluminación
suficiente. No es necesario que haya potentes reflectores: a veces una
luz tenue invita más a la oración
Conviene recordar que la luz que emanan los cirios tiene un valor
estético y simbólico inigualable. En un cirio que se consume delante del
Santísimo hay toda una catequesis sobre la vida cristiana y la vida de
oración. La luz de la llama simboliza la fe que ilumina; el calor, la
caridad que adora; la orientación de la llama siempre hacia lo alto, la
esperanza, que pese a cualquier dificultad tiende hacia lo alto. El
cirio adora. Sí, aunque suene raro.
Posturas, gestos corporales y signos
En algunos momentos de la Adoración, puede ser más conveniente
sugerir posturas corporales, como invitar a ponerse de pie o invitar a
ponerse de pie o de rodillas
Lo mismo vale para los gestos, como puede ser el extender las manos, levantarlas o juntarlas.
Con los niños conviene simplemente decirles: “ahora todos nos ponemos
de rodillas” o “todos juntamos las manos”. Con los jóvenes conviene más
bien sugerir, ya que forzar gestos de piedad puede ser contraproducente
en ellos.
Para los niños más pequeños, puede ser útil imaginar algún gesto que
manifieste su entrega a Jesús, ya sea llevando algo ante el Sagrario, o
pasando y dando un beso, o arrodillándose delante del Señor uno por uno.
Un recurso que puede ayudar es el de hacerlos dibujar o escribir, lo
primero para los niños y lo segundo tanto para ellos como para los
jóvenes. También podría ser otros gestos o signos como encender o llevar
una vela. Sin desdibujar el momento de adoración (donde el centro
siempre debe ser Jesús) se abre aquí un espacio legítimo de creatividad.