Mons. Ureña La escuela es el ámbito en donde el alumno va
configurando paulatinamente su personalidad en el seno de la relación
con sus compañeros, teniendo al profesor como referente y desde el
horizonte del saber que él transmite. El ingreso en la escuela significa
para el niño entrar a formar parte de una comunidad más amplia que la
familia, con la posibilidad de desarrollar mucho más sus capacidades
intelectuales, volitivas y afectivas. Es un tiempo crucial para el
desarrollo de la persona.
Bien
dicen los Pastores que “la enseñanza religiosa católica se presenta
como un saber sobre la doctrina y la moral católicas, sistemática y
orgánicamente estructurada, que desarrolla, junto a otras capacidades,
especialmente la capacidad trascendente del individuo, el sentido último
de la vida, con referencia y respuesta a la cultura que se transmite en
la escuela, a fin de integrar el saber de la fe en el conjunto de los
demás saberes” (cf. CEE,
Orientaciones pastorales sobre la enseñanza religiosa escolar).
En la clase de Religión se ofrece la oportunidad de que el niño y el
joven encuentren respuesta a las preguntas que éstos se hacen acerca de
sí mismos, del mundo, de la vida, de la muerte y de Dios, y establezcan
una jerarquía de valores que deben saber traducir en unos modos
concretos de conducta dirigidos al logro de la felicidad propia y del
bienestar de todos los ciudadanos.
Las grandes preguntas del ser humano, a las que la enseñanza
religiosa quiere responder, carecerían de respuesta sin la referencia a
Dios y a su salvación. Con palabras del Papa Benedicto XVI, “sin su
referencia a Dios, el hombre no puede responder a los interrogantes
fundamentales que agitan y agitarán siempre el corazón con respecto al
fin y, por tanto, al sentido de la existencia” (cf. Discurso en la
Universidad Gregoriana de Roma 13-11-2006).
La clase de Religión ofrece la posibilidad de integrar todos los
saberes que se imparten en la escuela en uno solo. En una escuela que
atiende más a los códigos que a los mensajes, que sobrevalora la razón
instrumental sobre el saber humanístico hasta reducir la cultura a un
mero producto comercial, la Enseñanza Religiosa Escolar ayuda a los
alumnos a poner en su sitio cada uno de los conocimientos y a
integrarlos en una síntesis única que ofrezca a la persona humana su
verdadero sentido.
La clase de religión no es sólo educación en valores o acumulación de
conceptos religiosos, sino que educa comportamientos morales, como la
sinceridad, la honestidad, la solidaridad, la verdad, el respeto hacia
los demás, la generosidad con los necesitados, la libertad de la razón
crítica ante las ideologías del presente…Se trata, en suma, de la
irrenunciable dimensión moral que tiene la Enseñanza Religiosa Escolar.
Finalmente, esta enseñanza ayuda a conocer más en profundidad el
cristianismo, la religión que tanto ha contribuido a configurar la
identidad y la cultura de todo Occidente. Y ayuda también a los
católicos a profundizar en las exigencias de su pertenencia eclesial y a
que éstos descubran las verdaderas razones de su fe y de su esperanza.
La clase de religión contribuye a conocer nuestras raíces y a comprender
las múltiples manifestaciones culturales y espirituales de nuestro
pueblo, en su mayor parte relacionadas con la fe católica, la cual ha
sabido transmitir los valores humanos y sociales que han modelado
nuestra sociedad. La historia y la cultura occidental están
profundamente conformadas por creencias, costumbres, ritos, fiestas,
valores y modos de vida generados por el cristianismo y que rezuman la
esencia de éste.
La Clase de Religión es un servicio que la Iglesia ofrece a la
sociedad para contribuir a insertar a los niños y a los jóvenes en el
mundo en que éstos van a vivir; representa una ayuda a la escuela para
que no sea ésta una mera transmisora de los valores imperantes y del
discurso dominante al uso, sino para que contribuya eficazmente a hacer
un mundo más acorde con la verdad y, por tanto, más humano; y asiste a
los padres de los alumnos con el fin de apoyar a éstos en la tarea de
educar a sus hijos de un modo más acorde con sus propias convicciones
religiosas y morales.
La Enseñanza de la Religión Católica en la escuela no es un
privilegio de la Iglesia, sino un derecho de los padres avalado por la
Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU (1948) y por la
Constitución Española (1978). En buena parte de los países de Europa
esta asignatura es obligatoria y en otros, como es el caso del nuestro,
es de libre elección. Por eso, optar por la Enseñanza Religiosa Escolar
para vuestros hijos es también una manera de converger hacia Europa.
Os animo a que inscribáis a vuestros hijos en la clase de religión;
es vuestro derecho y también vuestro deber como católicos. Allí se
encontrarán con profesores competentes a los que, desde aquí, quiero
agradecer el esfuerzo que realizan cada día para anunciar y dar
testimonio de la fuerza de la salvación contenida en el Evangelio, en
esa “Buena Nueva” que es Jesucristo mismo.
† Manuel Ureña
Arzobispo de Zaragoza