José Antonio Fernández, profesor de los Centros Teológicos de la Diócesis de Málaga, ayuda a profundizar en el evangelio del Domingo XVII del Tiempo Ordinario (Lucas 11, 1-13).
Las lecturas de hoy reflejan la constancia, perseverancia, confianza y esperanza como características intrínsecas en la oración del discípulo. La oración de Abrahán presenta un Dios cercano a sus criaturas, que se deja incluso interpelar y convencer por ellas (ante la insistencia en interceder por las ciudades pecadoras); un Dios que siempre escucha nuestras oraciones, como muestran los salmos; y que perdona nuestros pecados, nos da la vida y está presente en ella.
Y esto es lo que Jesús nos vuelve a recordar en los tres momentos del evangelio de hoy (la oración del Padrenuestro, la parábola del amigo inoportuno y el breve discurso sobre la bondad de Dios): Dios es la esperanza firme en la vida del creyente.
Jesús, al igual que hizo Juan y los maestros espirituales de la antigüedad, enseñó a orar a sus discípulos. Y lo hace con una oración eficaz, pero a la vez, mostrando la sencillez con la que se dirige al Padre y vive su cercanía. Cuando dice: “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá” no está repitiendo algo aprendido de memoria, está abriendo su corazón y su alma. Está mostrando que confía totalmente en el Padre, lo conoce y sabe que no le fallará. Lo que enseña Jesús no es nuevo, ya lo sabíamos, pero no lo terminamos de creer, no lo ponemos en el centro de nuestra vida. Sabemos que Dios nos ama, pero no acabamos de fiarnos del todo de su amor. Por eso, Jesús lo dice bien claro: rezad a Dios, vuestro Padre, confiad en Él. La bondad que hay en el mundo, es real, pero es sólo una “mijilla” comparada con la bondad del Padre.
Fuente: https://www.diocesismalaga.es/pagina-de-inicio/2014056386/comentario-al-evangelio-del-domingo-xvii-del-tiempo-ordinario-por-jose-antonio-fernandez/
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