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Antes de llegar al Cottolengo conocimos a Jacinto Bátiz, médico de cuidados paliativos. Es un hombre sonriente que rebosa salud de espíritu y que además la transmite sin necesidad de palabras. Y esto es lo insólito y lo que nos interesa: es un médico que promueve cuidar con caricias. Nos tranquiliza saber que la medicina no son sólo números y estadísticas. La ciencia es vulgar; es vulgar si se olvida del hombre. “¿Es que ya no somos capaces de acariciar a nuestro enfermos?”, es lo que él dice. Cuidar con caricias.
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