Va por ti, padre o madre sin trabajo, al borde
del suicidio, joven en paro y sin futuro. Va por ti, muchacha violada o
mutilada en tu carne y en tu alma, anciano abandonado con la sonrisa ya
perdida. Y por todos los amores traicionados. Por ti, pobre niño, soldado
doblemente pobre, y vosotras, muchedumbres hambrientas que los grandes poderes
asesinan cada día Por ti, Jesús de Nazaret. Señor de la Pasión Déjanos sumarnos a esa confusa multitud
que te aclama con palmas de olivo, con su voz rasgada o su silencio desnudo,
con su ira contenida o su esperanza incierta
Tú eras joven y fuerte. Tus ojos lo habían
observado todo de cerca: la desesperación de los campesinos, la miseria de los
pescadores del lago, el desaliento de los jornaleros esperando en la plaza de
las aldeas, la humillación de las mujeres, el llanto de los niños , la
dictadura de los impuestos, el yugo de las deudas impagables, la desdicha de
los leprosos y enfermos al borde de los caminos. Tu corazón rebosaba alegría Y donde había pasión, padecías ¡Gracias,
Jesús!
No te imagino como un hombre perfecto, pero eras
compasivo.¿ Qué perfección necesita este mundo si no es la dulce compasión con
lo imperfecto y lo herido?
Tus labios eran de profeta, y nunca callaron nada
Tus palabras estaban hechas de luz y de fuego, como tus ojos, pero también de
misericordia y consuelo; provocaban ,nunca condenaban. Consolaban al afligido y
transformaban a todos.
Sobre una verde colina de Galilea, en medio de
campesinos arrendatarios, jornaleros y pescadores miserables, dijiste:
“Bienaventurados los pobres, porque pronto dejaréis de serlo. Bienaventurados
..
Cuando lo oyeron Pilato, Herodes Antipas ,y
muchos con ellos, se inquietaron. Pero tú seguiste.
Cuando ya crecía la primera luna de la primavera,
acompañado de tu gente subiste a
Jerusalén a celebrar la Pascua. Fue cuando un grupo de simpatizantes tomaron palmas en sus manos y te
aclamaron. Los guardias del pretorio y los sacerdotes del templo se volvieron a
alarmar. Y fuiste al templo, soltaste a los pobres animales, volcaste las
mesas de los cambistas y dijiste: “¡Destruid este templo”. Dios quiere libertad
y bondad. Allí mismo te arrestaron. Y corriste la suerte de los malditos de la
tierra.
Pero nosotros te bendecimos, Jesús. Eres nuestro
Hermano Herido Aunque de lejos, nosotros también queremos seguirte. En esta Cuaresma y Semana Santa déjanos sumarnos a aquella
sencilla gente que te aclamó en las calles de Jerusalén. Déjanos celebrar tu
vida, contemplar tus heridas, por si tu memoria nos convierte a la bondad y a
la esperanza.
La contemplación de tu cuerpo herido que
camina decidido y presto hacia el Calvario nos cura, nos sana, nos salva. Nos
cura tu vida feliz y generosa. Nos salva tu vida que se hundió y germinó en la
Eterna Compasión
Jesús, Hermano Herido, ya crece la primera luna
de primavera. Ya florece el laurel. Ya se hinchan las olivas como lunas
minúsculas en la noche del olivo, para luego hacerse aceite en la mesa,
ungüento en la herida, bálsamo en la tumba, perfume en la Pascua.
Paco Aranda
Fuente: vía mail.
Paco Aranda
Fuente: vía mail.
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