En el último barómetro del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), correspondiente a enero de 2011, el 72% de los encuestados se declaraba «católico» (74,3% en enero de 2011);
el 2,8 «creyente de otra religión» (2,6% en enero de 2011); el 14,5 «no
creyente» (13,7% un año antes); y el 8,8% ateo (8% en 2011). De los que
se declaraban creyentes, «casi nunca asistían a misa o ceremonias
religiosas» el 56,1% (58,1% en enero de 2011); «asistían varias veces al
año» el 16,4% (17,7%); «alguna vez al mes» el 9,1% (9,8%); «casi todos
los domingos y festivos» el 15% (12,9%); y «varias veces a la semana» el
2,7% (1,9%).
Un
dato ciertamente notable era el aumento del número de asistentes a misa
los domingos, el 2,1%. Si consideramos, redondeando, que España tiene
unos 47 millones de habitantes, el 15% de esos 47 millones nos da la
cifra absoluta de más de siete millones. Se trata aquí de católicos
singularmente convencidos, que entienden que sin cumplir con el precepto
dominical carecerían de la fuerza necesaria para seguir siendo eficaces
seguidores de Jesucristo.
Y
luego está la enorme multitud del 72 por ciento de la población
española que se declara católica sin más, aunque practique menos.
¿Qué
significan estos fríos datos estadísticos? Pues de entrada que estamos
ante un dato sociológico de primera magnitud, por más que algunos intenten silenciarlo o tergiversarlo.
En alguna ocasión, el portavoz y secretario general de la Conferencia
Episcopal Española, monseñor Juan Antonio Martínez Camino, ha observado
que esas cifras se mantienen, con ligeras oscilaciones, en los últimos
años, lo que da una imagen de «estabilidad y creatividad admirable» de
la Iglesia católica, y añade: «No hay en España un fenómeno social como
este, ni el fútbol».
Formación
Los
números, claro, no son los de los años 50, y es evidente que lo
católico ha perdido espacio público. Pero esto quizá se deba más a determinados complejos, falta de formación y problemas internos de la propia Iglesia española,
que a razones externas. El pensamiento y la realidad católica están
infrarrepresentados en el campo de las ideas dominantes y de los medios
de comunicación, donde a veces señorean las tendencias antirreligiosas y
laicistas.
Andrés
Ollero, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Rey Juan
Carlos (Madrid), en varias de sus publicaciones ha destacado que el
fenómeno religioso debe ser considerado como un hecho «positivo», y no
como una «fuente de perturbaciones». Es un punto también en el que ha
insistido de forma perseverante, y brillante, Benedicto XVI, mucho antes
de fuera Papa, por ejemplo en un libro tan memorable como «Iglesia,
ecumenismo y política», donde igualmente desmonta el antagonismo entre
fe y razón.
Que la religión no es «un factor negativo»
es algo que de diversas maneras se puso de manifiesto el pasado verano
en Madrid, durante la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud. Y
además lo evidenció un sector tan especial como el de los jóvenes.
Demostraron que la relación con Dios «ayuda a ser mejor».
Señala Ollero que en el caso de España «hay que apreciar la pluralidad religiosa, pero teniendo en cuenta que la mayoría de la población es católica».
La libertad religiosa es un derecho fundamental. Pero a veces se
aplican «planteamientos más propios de la tolerancia» que del respeto a
un derecho básico recogido en la Constitución, que del mismo modo
establece la cooperación, y no la «separación», de los poderes públicos y
las confesiones. Con palabras de Ollero: «No tolero que me toleren».
¿Prohibir el deporte?
Por
caminos diferentes, el catedrático de la Rey Juan Carlos y el portavoz
episcopal llegan a la misma conclusión, cuando el profesor universitario
escribe: «El fenómeno religioso es comparable al deporte o a la música,
porque la gente no tiene por qué vivirlo solamente en su casa. La
solución no es prohibir el deporte, sino que haya pluralidad y la gente
elija».
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