Granada, enero de 1400.
Queridos padres:
Espero que, al recibo de la presente, estén bien. Les escribo para contarles mi nueva vida en el convento y para que sepan lo bien que me va, gracias a Dios. La verdad es que estoy muy contenta, segura de que elegí bien a la hora de decidir entregar mi vida al Señor.
Les contaré cómo es mi vida aquí y cómo es el convento en el que estoy (Convento de la Inmaculada Concepción, Granada). Pertenecemos a la orden franciscana. Nuestro día a día comienza a las cinco y media de la mañana, para celebrar la vigilia a las seis. Esta consiste en el Oficio de Maitines, la Lectura del Evangelio y la meditación. A continuación, a las ocho, acudimos al refectorio para tomar el desayuno que nos ayudará a pasar toda la mañana con fuerzas suficientes. A las nueve celebramos una misa conventual y, cuando esta termina, empezamos con nuestros trabajos: en el convento, copiando libros sagrados, en el jardín, cocinando dulces…y vamos turnando las tareas entre todas. Al terminar la jornada matinal rezamos el Ángelus y acudimos al refectorio para comer y volver a reponer fuerzas para la jornada de la tarde después de un breve descanso, el tiempo de celda.
Para terminar el día, a las nueve de la noche, tomamos la cena y tenemos un tiempo para estar todas juntas y, por supuesto, meditar, hasta que a las nueve y media aproximadamente, nos acostamos y hacemos los últimos rezos del día después de una dura, pero muy satisfactoria jornada.
Esto es todo, padres, espero que hayan entendido bien mi día a día y que sepan que, aunque esté muy feliz en mi nuevo hogar con mis hermanas, les echo de menos. Recuerden que les quiero mucho.
Escribiré pronto. Muchos besos a todos y que Dios les bendiga:
Sor Catalina de la Concepción.
(Pilar Santos-Olmo)
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