El obispo Pere
Casaldàliga, de 84 años, enfermo de Parkinson y nacido en Balsareny
(Bages), se ha visto obligado a marchar de su casa en Sao Felix don Araguaia
(Brasil) tras haber recibido amenazas de muerte por su defensa de los indios de
Xavante y de los más pobres.
Francesc Escribano, biógrafo del obispo y director de la
productora Minoria Absoluta, que prepara una miniserie de televisión sobre
Casaldàliga, ha explicado que el religioso ha dejado su casa a petición de la
policía federal de Brasil.
Las autoridades brasileñas lo han trasladado a un lugar
desconocido, donde cuenta con protección policial, ante las amenazas de muerte
recibidas en los últimos días por parte de los colonos que ocupan ilegalmente
las tierras de los indios de Xavante. Los tribunales brasileños está a punto de
dar la razón al colectivo indígena en el contencioso que mantienen con los
colonos por la ocupación de sus tierras, lo que ha incrementado la violencia
por parte de los ocupantes, lo que, a su vez, ha aconsejado el traslado del
obispo retirado.
El Conselho Indigenista Misionário ha emitido un
comunicado de solidaridad con el prelado en el que, junto a otras entidades de
la zona, defiende el compromiso del obispo "con la defensa de los
intereses de los más pobres y de los pueblos indígenas".
Nacido en una familia de campesinos de Balsareny el 16 de
febrero de 1928, Casaldàliga se ha caracterizado por su defensa de los derechos
de los pobres y los indígenas. Estudió en el seminario de Vic y en 1952 fue
ordenado sacerdote. En 1968 ya estaba en el Estado brasileño de Matto Grosso y
tres años después era consagrado obispo de São Félix do Araguaia, un territorio
de 150.000 kilómetros cuadrados y una de las mayores reservas indígenas del
país.
Nunca volvió a España, ni siquiera para el entierro de su
madre. Tampoco cumplió con la visita ad limina que cada cinco años deben
realizar los obispos a Roma para rendir cuentas al Papa. “Soy un pobre, y los
pobres no viajan”, se disculpó siempre. Vinculado a la teología
de la liberación, Casaldàliga sufrió pronto amenazas de muerte y
persecución del régimen militar brasileño y de los terratenientes de la
diócesis, que llegaron a matar a su vicario, João Bosco, confundiéndolo con él.
Pablo VI, que lo hizo obispo tras el impulso
reformador del Concilio Vaticano II, se vio obligado a alzar
la voz en Roma para que se supiera que Pere Casaldàliga era, todavía, uno de
los suyos. “Quien toca a Pedro toca a Pablo”, dijo en frase memorable. La
ofensiva posterior de Juan Pablo II contra los teólogos de la
liberación, entre los que el prelado catalán fue siempre un referente,
desembocó en todo lo contrario: Casaldàliga fue desde hace décadas un estorbo
para Roma, que lo jubiló sin contemplaciones en 2005.
Los misioneros con problemas por defender a los pobres
siempre acuden a una famosa frase con que Dom Hélder
Câmara, el carismático obispo de Recife (Brasil), desarmaba a sus
críticos en Roma: "Si doy limosna a un pobre me llaman santo, si pregunto
por qué los pobres no tienen qué comer me llaman comunista". Casaldàliga
lo dice de esta otra manera: "Si decimos a los curas y a los laicos que
hay que ayudar a los pobres, ¿cómo explicar que un obispo no es el primero en
hacerlo?". Predicaba así no sólo en su diócesis, sino viajando por toda
Latinoamérica.
Su mayor desafio fue visitar la Nicaragua sandinista
semanas después de que lo hiciera Juan Pablo II para reprender a los sacerdotes
protagonistas de aquella revolución. De entonces es otra frase famosa en la
Iglesia de la liberación, dicha en su presencia por el sacerdote y ministro
sandinista, Fernando Cardenal: "Es posible que esté
equivocado, pero déjenme equivocarme en favor de los pobres, ya que la Iglesia
se ha equivocado durante muchos siglos en favor de los ricos".
Cuando fue ordenado obispo imprimió una
forma y estilo totalmente nuevos a la misión de ser pastor de su pueblo.
Escribimos estas líneas en homenaje y reconocimiento a él por su compromiso con
los oprimidos y como denuncia pública y radical de quienes quieren acabar con
su vida.
Al cumplirse los 40 años de su ordenación
hemos recibido este comentario que lo dice todo sobre su forma de querer
ejercer su misión de pastor de los pobres:
"Tres
elementos, más que significativos, le imprimieron a aquella ceremonia de
ordenación un carácter totalmente innovador y profético que tuvieron fuerte
repercusión no sólo en la iglesia de Brasil, sino también en muchas iglesias
del mundo y en la sociedad.
•
El primero: La ordenación se realizó en la más rica y mayor catedral del
mundo. La bóveda de esta catedral estaba adornada por la multitud incalculable
de las estrellas del cielo. Las paredes estaban formadas, de un lado, por el
agua libre del Araguaia; del otro por las arenas de la colina de Sao Félix. Al
fondo, la pobre y pequeña iglesita de la comunidad. Al pie de la colina, como
para recordar lo provisorio y frágil de la vida, el cementerio donde tantas
personas, muertas o "matadas", descansaban, al lado del secular cementerio
Karajá.
• El
segundo: Pedro rehusó cualquier señal externa que lo diferenciase en la
iglesia. Puedo equivocarme, pero creo que es el único obispo de este Brasil, y
tal vez del mundo, que se planteó no usar nunca ninguna insignia episcopal. Las
insignias episcopales que se les entregan al obispo en su ordenación hoy son el
anillo, el báculo, la mitra y la cruz pectoral. Señales externas del lugar que
ocupa el obispo en una iglesia estructurada en forma jerárquica. Señales de su
autoridad y poder. El obispo ostenta además un escudo que representa su lema de
vida y servicio. Sus vestimentas también se diferencian de las de los simples
sacerdotes (Tiempos atrás los obispos todavía usaban en las celebraciones
guantes, calzados especiales y vestidos diversos. Todo ello para mostrar su
importancia en la iglesia). Pues bien, en aquella noche del 23 de octubre de
1971, la bóveda celeste, las aguas del Araguaia y todos los que estábamos allí
fuimos testigos de que algo nuevo acontecía. Un obispo rehusaba las marcas de poder
para insertarse totalmente en la vida del pueblo. Estas palabras
profético-poéticas hicieron eco:
Tu
mitra será un sombrero de paja sertanejo; el sol
y la luna; la lluvia y el tiempo sereno; las miradas de los pobres con los que
caminas y la mirada gloriosa de Cristo, el Señor.
Tu
báculo será la verdad del Evangelio y la
confianza de tu pueblo en ti.
Tu
anillo será la fidelidad a la Nueva Alianza del
Dios Libertador y la fidelidad al pueblo de esta tierra.
No
tendrás otro escudo que la libertad de los hijos de Dios; ni usarás
otros guantes que el servicio del amor.
•
El tercer elemento que marcó esta ordenación dejó un reguero de luz y de
esperanza. Despertó, por un lado, la adhesión inmediata de los cristianos en
toda la iglesia y en los más diversos sectores de la sociedad; por otro,
provocó reacción airada y violenta en los agentes de la dictadura militar y de
los que se enriquecían con los incentivos públicos a costa del sacrificio, del
dolor y de la esclavitud de muchos.
Fue
su carta pastoral divulgada en aquella ocasión y que se titulaba: UNA IGLESIA
DE LA AMAZONIA EN CONFLICTO CON EL LATIFUNDIO Y LA MARGINACIÓN SOCIAL. Un
documento que marcó época y se convirtió en un divisor de corrientes en el seno
de la iglesia del Brasil. La carta pastoral no mira para dentro de la iglesia.
Es un mirar de la iglesia sobre la realidad desnuda y cruda del pueblo al que
esta iglesia vino a servir.
En
ella se relatan las situaciones vividas por los "posseiros" que eran
expulsados de las tierras ocupadas y trabajadas desde hacía decenas de años; la
realidad de los indios, cuyos territorios eran invadidos en beneficio del
capital; y la explotación de los peones, trabajadores traídos de diversas
comarcas del país y sometidos a las más degradantes condiciones, en situación
similar a la de los esclavos.
Una
palabra clara y profética que denunciaba las injusticias que se cometían contra
el pueblo y que tuvo eco en Brasil y en todo el mundo. Pedro decía en la
introducción:
"Si
la primera función del obispo es ser profeta, y "el profeta es la voz de
los que no tienen voz" (Card. Marty), yo no podría honestamente quedarme
con la boca callada al recibir la plenitud del servicio sacerdotal".
La ordenación no fue sólo una celebración.
Se concretizó, en todos los rincones de la prelatura, en formas simples y
pobres de vida, en un compartir la vida con los sertanejos e indígenas; en una
toma de decisiones de forma colectiva y hermanada, donde seglares, religiosos y
sacerdotes tenían voz, mirando siempre al pueblo y a su historia.
Han pasado cuarenta años. Y no podemos
olvidar aquellos acontecimientos que fueron los fundamentos de nuestra
diócesis".
Lo que denunciaba en su primera carta
pastoral, sigue desgraciada y tristemente de plena actualidad. Pero ¿donde
están hoy los profetas como Pedro? ¿Por qué muchos se han quedado mudos y a
otros muchos se les tapó la boca? Una iglesia que no es profeta de la causa de
los pobres no es la Iglesia del profeta de Nazaret.
Faustino Vilabrille