Obreros cristianos de Portugal y
España
LIGA OBRERA CATÓLICA/MOVIMIENTO DE
TRABAJADORES CRISTIANOS y JUVENTUD OBRERA
CATÓLICA, de Portugal; HERMANDAD OBRERA DE ACCIÓN CATÓLICA, ACCIÓN CATÓLICA
OBRERA y JUVENTUD OBRERA CRISTIANA, de
España; MOVIMIENTO DE TRABAJADORES CRISTIANOS DE EUROPA.
MADRID, LISBOA, BRUSELAS.
ECLESALIA, 12/11/12.- La Confederación Europea
de Sindicatos (CES) ha convocado una jornada de acción y solidaridad para el
próximo 14 de noviembre. Esta Jornada europea adoptará diversas formas: huelgas,
manifestaciones, concentraciones y otras acciones.
Ante este acontecimiento importante
e histórico para la vida de los trabajadores y trabajadoras de Europa y para
quienes sufren la lacra del desempleo, nosotros como Movimientos Cristianos en
el mundo obrero de España y Portugal, nos alegramos por esta jornada europea y
hacemos pública nuestra posición.
Las tasas de pobreza y exclusión de
nuestros países del sur de Europa están aumentando a un ritmo vertiginoso. Hay
un ataque en toda regla a los derechos sociales y a la protección de las
personas y familias trabajadoras con el argumento de priorizar el pago de la
deuda. Una deuda que es ilegítima al proceder de préstamos que fueron concedidos
y gestionados de manera dudosa, que atentan contra la dignidad de la vida de la
ciudadanía, y ponen en peligro la convivencia pacífica entre los pueblos. La
política europea, que tomó medidas desastrosas en algunos de los estados
miembros, ha declarado como prioridad la salvación del sistema financiero y de
los bancos, en lugar de rescatar a las personas. La deuda pública se está
convirtiendo en un mecanismo de trasvase de riqueza de pobres a ricos. Por eso,
cada vez hay más personas con empleos precarios o que no encuentran trabajo y
con un futuro incierto, especialmente los jóvenes.
Entendemos que pese a la situación
que estamos sufriendo, no podemos ni debemos olvidar a nuestros hermanos y
hermanas de los países más empobrecidos de Europa del Este y de nuestro planeta.
Lo que aquí empezamos a sufrir es lo que está sucediendo, sobre todo en el Sur,
desde hace décadas, donde la deuda externa se ha cobrado millones de vidas,
abocando al hambre y la esclavitud a miles de personas, familias y países
enteros.
Las consecuencias de estas
decisiones afectan al conjunto de la sociedad pero, de manera más dura, a los
sectores del mundo del trabajo más débiles y empobrecidos. Estas consecuencias
llevan al empobrecimiento generalizado y a la pérdida de cohesión social y de
horizonte vital. Los grupos más castigados son los inmigrantes, los jóvenes, las
mujeres y parados de larga duración
Este año en la Iglesia celebramos
el Año de la fe. Como parte de ella, se nos invita a profundizar en el
Catecismo de la Iglesia, en donde leemos: La regulación de la economía
únicamente por la ley de mercado quebranta la justicia social, porque «existen
numerosas necesidades humanas que no pueden ser satisfechas por el mercado». Es
preciso promover una regulación razonable del mercado y de las iniciativas
económicas, según una justa jerarquía de valores y con vistas al bien común
(CIC, 2425).
Nosotras y nosotros, que formamos
parte de estos movimientos, entendemos que quien debe promover esta regulación
razonable del mercado, son los gobiernos. Pero en la situación actual, nuestros
gobiernos son súbditos de la situación financiera y la única salida que nos
están ofreciendo son políticas de recortes, que rebajan claramente los derechos
de los trabajadores respecto a situaciones anteriores. Lo peor es que en los
últimos años de nuestras democracias siempre pierden en el concierto social los
mismos, y siempre los más débiles.
Por eso, la primera vía para
intentar revertir esta situación de conflicto es el diálogo. Cuando éste no es
posible, la propia Iglesia reconoce la legitimidad del recurso a la huelga no
violenta, cuando se presenta como el instrumento necesario, en vistas a unas
mejoras proporcionadas y teniendo en cuenta el bien común (CIC, 517). La
política que se está desarrollando ha olvidado el sentido de la justicia y un
trabajo en defensa de la fraternidad y el bien común.
Precisamente por esta razón,
entendemos que esta convocatoria de huelga general y las movilizaciones en toda
Europa están justificadas. Las políticas al servicio de las personas y de sus
necesidades básicas deberían ser prioridad, por encima de los intereses de los
mercados.
Una de las terribles consecuencias
que ha provocado esta involución y regresión social, es la aparición de un
sentimiento generalizado de miedo. Un estado de miedo e incertidumbre que se ha
instalado para condicionar las expectativas y proyectos personales y familiares
de las personas: miedo a perder el empleo, asumiendo así todo tipo de
precariedad, miedo a las represalias por cualquier acción de protesta, miedo
igualmente a secundar una convocatoria de huelga
Mientras esto sea así, entendemos
que hay legitimidad para actuar en defensa de los derechos de las personas y
familias trabajadoras. A su vez reivindicamos, en el marco de esta Jornada
europea de acción y solidaridad, el papel de la política y, en especial, de los
sindicatos, que son la principal defensa organizada de los
trabajadores.
Por todo ello, pedimos a los
políticos, sindicatos, empresarios, entidades financieras y a los distintos
expertos, que actúen con responsabilidad ante la gravedad de la situación
actual, que puede empeorarse en el caso de que olviden este principio básico de
humanidad: las necesidades de los pobres deben tener preferencia sobre los
deseos de los ricos; los derechos de los trabajadores, sobre el incremento de
los beneficios (Juan Pablo II, Toronto 1984).
Queremos acabar invitando a vivir
las palabras de nuestros obispos, al finalizar el reciente Sínodo sobre la Nueva
Evangelización, celebrado en octubre:
Al mundo de la economía y del
trabajo queremos recordar como de la luz del Evangelio surgen algunas llamadas
urgentes: liberar el trabajo de aquellas condiciones que no pocas veces lo
transforman en un peso insoportable con una perspectiva incierta, amenazada por
el desempleo, especialmente entre los jóvenes, poner a la persona humana en el
centro del desarrollo económico y pensar este mismo desarrollo como una ocasión
de crecimiento de la humanidad en justicia y unidad. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la
difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Madrid, Lisboa,
Bruselas, 7 de noviembre
de 2012