Existe bastante unanimidad en afirmar que los presupuestos básicos de
la teoría del género se encuentran en Simone de Beauvoir (1908-1986) y
en concreto en su obra El Segundo Sexo (1949). Ella estableció las bases
sobre las que posteriormente se construiría una nueva forma de entender
la identidad sexual humana.
Partió del existencialismo de Sartre, y desde esos presupuestos, Simone de Beauvoir proclamó su conocida afirmación: la mujer no nace, se hace. Y planteó un nuevo modo de concebir la identidad sexual humana, en el que sexo y género llegarán a entenderse como esferas independientes.
Al entender que la dominación del hombre sobre la mujer, así como la perpetuación de esta condición a lo largo de la historia, tenía su raíz, básicamente, en la diferencia sexual, la respuesta se imponía por sí misma: si lo biológico “condena” a la mujer a la subordinación, la salida está en convertir en irrelevante este aspecto biológico, es decir, el sexo.
Las contribuciones “científicas”
Esta autora estableció los cimientos antropológicos, pero el supuesto respaldo científico llegó, entre otros, del psiquiatra John Money, de la Johns Hopkins University, a fines de los años 1950.
Este psiquiatra quiso demostrar que la pertenencia a un sexo biológico no era impedimento alguno para actuar conforme a roles de género distintos en cualquier otro aspecto de la existencia.
Para él, la sexualidad era psicológicamente indiferenciada en el momento de nacer. Se tornaría masculina o femenina en el transcurso de las múltiples y diversas experiencias vividas. El tiempo demostraría la falsedad de las tesis de Money, así como sus fatales resultados (gemelos Bruce y Brian Reimer, por ejemplo).
También cabe mencionar a Alfred Kinsey, zoólogo, quien publica dos informes sobre el comportamiento sexual del hombre y de la mujer (1948 y 1953, respectivamente). Las conclusiones de estos trabajos fueron elevados a la categoría de dogmas por muchas feministas de género.
Sus ideas fundamentales podrían resumirse en los siguientes puntos: a) los seres humanos son constitutivamente bisexuales o, mejor, pansexuales; b) las mujeres, a lo largo de la historia, han sido oprimidas por una moral represiva, relegadas al ámbito doméstico; c) la pedofilia y el bestialismo -entre otros comportamientos sexuales-, son prácticas naturales: su prohibición está relacionada con prejuicios que proceden de la cultura judeo-cristiana.
La elaboración teórica del género
En las décadas de los sesenta y setenta del siglo XX, la separación sexo-género fue acogida por grupos radicales reivindicativos de los derechos de las mujeres. En la elaboración teórica de la ideología de género se debe mencionar, entre otras, a las aportaciones de Germaine Greer, Kate Millet y Shulamith Firestone.
La obra más destacada de Greer fue The female eunuch (1970). En ella asume las tesis de Herbert Marcuse y Wilhelm Reich sobre la sexualidad, ideólogos de la revolución cultural de los años 68. Considera que la forma de dominación de la mujer más extendida en la sociedad es la familia tradicional y la maternidad.
Kate Millet, en su obra Política sexual (1969), propuso un concepto de género independiente del sexo biológico y contribuyó, entre otras cosas, al surgimiento de la denominada conciencia lesbiana y a la identificación entre feminismo y lesbianismo.
En su obra La dialéctica del sexo (1970), Shulamith Firestone, incorporó a su discurso elementos estructurales del análisis marxista. Considera que la sociedad está dividida en dos clases en conflicto: la dominadora -los varones-, y la dominada -las mujeres-.
Dicha dominación es posible gracias a un dato biológico: la potencial capacidad reproductiva de la mujer. Para superar esta situación, al igual que el marxismo instaba al proletariado a controlar los medios de producción, la mujer debe dominar su capacidad reproductiva.
En su Historia de la sexualidad (1972), Michael Foucault recoge las anteriores tesis, e insiste en una idea fundamental: para él, la sexualidad es el resultado de un complejo proceso de elaboración social.
No pretende conseguir carta de tolerancia para determinadas prácticas sexuales, sino producir una “inversión” de la moral sexual, de tal modo que lo “anormal” sea ahora, incluso, lo óptimo.
La difusión del género
En un principio se le llamó perspectiva de género, poco después teoría de género. En la Conferencia Internacional sobre la mujer de la ONU, celebrada en Pekín en 1995, apareció por primera vez en los documentos de un foro mundial el término género para referirse a la identidad sexual de las personas.
Se configura así, en rasgos generales, la ideología de género, entendida como una nueva forma de interpretar la realidad de la persona: se apoya fundamentalmente, en una peculiar visión de la persona y, más en concreto, en todo lo referente a su sexualidad.
Niega, en primer lugar, que la diversidad sexual binaria varón/mujer sea producto de la naturaleza, pretendiendo superar el dualismo natural/antinatural en el ámbito de la sexualidad.
El sexo, entendido como dato biológico, resultará absolutamente intrascendente para la identidad y el desarrollo de la personalidad humana. En consecuencia, se atribuye a la persona la capacidad de configurar una pluralidad de géneros: homosexual, bisexual, lesbiana, heterosexual, transexual, andrógino, intersexual, pansexual, etc.
Consideran una “trampa metafísica” el otorgar relevancia social y jurídica al dato biológico de la diferencia sexual. Y ello, en razón de que tal elemento es el que permite imponer un rol falsamente fundado en “lo natural”.
Frente a ello, la propuesta de género se dirige a eliminar los rasgos de masculinidad o feminidad impuestos por la cultura, la historia, la moral y el derecho. Por esta vía se llega a calificar como “ultraje a la libertad” lo que no es más que la herencia de la biología. Las representantes más destacadas de esta ideología de género son Judith Butler, Jane Flax y Donna Haraway, entre otras.
¿Cómo conseguir hacer frente a esta ideología?
Es, a veces, una obligación de conciencia decir NO. Toda familia, toda mujer o hombre, cada grupo de personas que vean oportuno actuar, deben rebelarse ante la imposición educativa, legal y avasalladora de la ideología de género.
El derecho a decir NO y organizarse para manifestarlo es perfectamente válido y muchas veces indispensable para: 1º) conseguir que la educación de los hijos sea según las propias convicciones y creencias de los padres; 2º) alcanzar una buena formación en antropología para que la verdad sobre el hombre ilumine la conciencia de los hombres y de la sociedad, también en el aspecto legislativo; 3º) se hagan presentes en su condición de ciudadanos, para que con su participación política puedan abrir camino en lo público a la antropología adecuada. 4°) vivir la caridad, comprensión y respeto hacia las personas que muestran diversidad en sus preferencias sexuales.
Partió del existencialismo de Sartre, y desde esos presupuestos, Simone de Beauvoir proclamó su conocida afirmación: la mujer no nace, se hace. Y planteó un nuevo modo de concebir la identidad sexual humana, en el que sexo y género llegarán a entenderse como esferas independientes.
Al entender que la dominación del hombre sobre la mujer, así como la perpetuación de esta condición a lo largo de la historia, tenía su raíz, básicamente, en la diferencia sexual, la respuesta se imponía por sí misma: si lo biológico “condena” a la mujer a la subordinación, la salida está en convertir en irrelevante este aspecto biológico, es decir, el sexo.
Las contribuciones “científicas”
Esta autora estableció los cimientos antropológicos, pero el supuesto respaldo científico llegó, entre otros, del psiquiatra John Money, de la Johns Hopkins University, a fines de los años 1950.
Este psiquiatra quiso demostrar que la pertenencia a un sexo biológico no era impedimento alguno para actuar conforme a roles de género distintos en cualquier otro aspecto de la existencia.
Para él, la sexualidad era psicológicamente indiferenciada en el momento de nacer. Se tornaría masculina o femenina en el transcurso de las múltiples y diversas experiencias vividas. El tiempo demostraría la falsedad de las tesis de Money, así como sus fatales resultados (gemelos Bruce y Brian Reimer, por ejemplo).
También cabe mencionar a Alfred Kinsey, zoólogo, quien publica dos informes sobre el comportamiento sexual del hombre y de la mujer (1948 y 1953, respectivamente). Las conclusiones de estos trabajos fueron elevados a la categoría de dogmas por muchas feministas de género.
Sus ideas fundamentales podrían resumirse en los siguientes puntos: a) los seres humanos son constitutivamente bisexuales o, mejor, pansexuales; b) las mujeres, a lo largo de la historia, han sido oprimidas por una moral represiva, relegadas al ámbito doméstico; c) la pedofilia y el bestialismo -entre otros comportamientos sexuales-, son prácticas naturales: su prohibición está relacionada con prejuicios que proceden de la cultura judeo-cristiana.
La elaboración teórica del género
En las décadas de los sesenta y setenta del siglo XX, la separación sexo-género fue acogida por grupos radicales reivindicativos de los derechos de las mujeres. En la elaboración teórica de la ideología de género se debe mencionar, entre otras, a las aportaciones de Germaine Greer, Kate Millet y Shulamith Firestone.
La obra más destacada de Greer fue The female eunuch (1970). En ella asume las tesis de Herbert Marcuse y Wilhelm Reich sobre la sexualidad, ideólogos de la revolución cultural de los años 68. Considera que la forma de dominación de la mujer más extendida en la sociedad es la familia tradicional y la maternidad.
Kate Millet, en su obra Política sexual (1969), propuso un concepto de género independiente del sexo biológico y contribuyó, entre otras cosas, al surgimiento de la denominada conciencia lesbiana y a la identificación entre feminismo y lesbianismo.
En su obra La dialéctica del sexo (1970), Shulamith Firestone, incorporó a su discurso elementos estructurales del análisis marxista. Considera que la sociedad está dividida en dos clases en conflicto: la dominadora -los varones-, y la dominada -las mujeres-.
Dicha dominación es posible gracias a un dato biológico: la potencial capacidad reproductiva de la mujer. Para superar esta situación, al igual que el marxismo instaba al proletariado a controlar los medios de producción, la mujer debe dominar su capacidad reproductiva.
En su Historia de la sexualidad (1972), Michael Foucault recoge las anteriores tesis, e insiste en una idea fundamental: para él, la sexualidad es el resultado de un complejo proceso de elaboración social.
No pretende conseguir carta de tolerancia para determinadas prácticas sexuales, sino producir una “inversión” de la moral sexual, de tal modo que lo “anormal” sea ahora, incluso, lo óptimo.
La difusión del género
En un principio se le llamó perspectiva de género, poco después teoría de género. En la Conferencia Internacional sobre la mujer de la ONU, celebrada en Pekín en 1995, apareció por primera vez en los documentos de un foro mundial el término género para referirse a la identidad sexual de las personas.
Se configura así, en rasgos generales, la ideología de género, entendida como una nueva forma de interpretar la realidad de la persona: se apoya fundamentalmente, en una peculiar visión de la persona y, más en concreto, en todo lo referente a su sexualidad.
Niega, en primer lugar, que la diversidad sexual binaria varón/mujer sea producto de la naturaleza, pretendiendo superar el dualismo natural/antinatural en el ámbito de la sexualidad.
El sexo, entendido como dato biológico, resultará absolutamente intrascendente para la identidad y el desarrollo de la personalidad humana. En consecuencia, se atribuye a la persona la capacidad de configurar una pluralidad de géneros: homosexual, bisexual, lesbiana, heterosexual, transexual, andrógino, intersexual, pansexual, etc.
Consideran una “trampa metafísica” el otorgar relevancia social y jurídica al dato biológico de la diferencia sexual. Y ello, en razón de que tal elemento es el que permite imponer un rol falsamente fundado en “lo natural”.
Frente a ello, la propuesta de género se dirige a eliminar los rasgos de masculinidad o feminidad impuestos por la cultura, la historia, la moral y el derecho. Por esta vía se llega a calificar como “ultraje a la libertad” lo que no es más que la herencia de la biología. Las representantes más destacadas de esta ideología de género son Judith Butler, Jane Flax y Donna Haraway, entre otras.
¿Cómo conseguir hacer frente a esta ideología?
Es, a veces, una obligación de conciencia decir NO. Toda familia, toda mujer o hombre, cada grupo de personas que vean oportuno actuar, deben rebelarse ante la imposición educativa, legal y avasalladora de la ideología de género.
El derecho a decir NO y organizarse para manifestarlo es perfectamente válido y muchas veces indispensable para: 1º) conseguir que la educación de los hijos sea según las propias convicciones y creencias de los padres; 2º) alcanzar una buena formación en antropología para que la verdad sobre el hombre ilumine la conciencia de los hombres y de la sociedad, también en el aspecto legislativo; 3º) se hagan presentes en su condición de ciudadanos, para que con su participación política puedan abrir camino en lo público a la antropología adecuada. 4°) vivir la caridad, comprensión y respeto hacia las personas que muestran diversidad en sus preferencias sexuales.
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