CARMEN ILABACA-HORMAZÁBAL, ccbilabaca@hotmail.com
CHILE.
CHILE.
ECLESALIA,
07/03/16.- Llegó a mi página de una red social una invitación para
celebrar el Día de la Mujer el próximo martes 8, pero grande fue mi
sorpresa al encontrarme con una invitación a participar a una fiesta
“stripper” donde varones bailan a mujeres… yo no tengo nada en contra de
eso, lo que sí me dolió fue que se hiciera para este grandioso día
nuestro… es que ¿es mi sexualidad lo que realmente se celebra?
Obviamente no es así sino que celebramos
la lucha femenina por nuestra participación igualitaria en el mundo del
trabajo, la política y en la sociedad en general… ¡eso es!
Yo siempre me he sentido feliz de ser mujer, pero el entorno en que me desenvuelto me ha querido demostrar lo contrario…
Recuerdo que cuando por muchos años fui
dirigenta sindical de una empresa transnacional… lloré mucho porque
tenía que demostrarles que no era tonta, que era creíble, que mis
compañeros de trabajo confiaban en mi labor… sufriendo muchas veces el
escarnio varonil de los empresarios haciéndome sentir… ¡el qué hacía en
ese puesto! ¡Esto es cosa de hombres!
Uf… lloré amargamente porque tenía que
tratar de expresarles junto con nuestros deseos de una mejor calidad de
vida como trabajadores que estaba donde me correspondía! Esto fue
fuerte… doloroso al inicio… a través de los años siempre tuve el apoyo
de mis compañeros de trabajo y el respeto forjado con mis lágrimas en
silencio…
Recuerdo que en mi servicio pastoral como
mujer de fe he tenido que demostrar que no soy una más dejada a la
orilla del camino pastoral, sino que con la fortaleza en mi buen Jesús
he podido avanzar en mi proceso y maduración de mi fe acompañando y
ayudando a otras mujeres que pueden ser líderes en esta institución
católica… en esta iglesia de hombres…
En una oportunidad, mientras participaba
en un gran encuentro ecuménico en Brasil en un foro sobre la
participación de la mujer en la iglesia, me dijo un sacerdote paraguayo,
después de mi exposición, que yo estaba en el lugar equivocado que me
cambiara de iglesia, que mi exposición no tenía validez pastoral. Cuando
me tocó exponer nuevamente hice alusión a ese triste momento y recibí
el aplauso de todo el auditorioum de más de 600 personas… igual cuando
llegué a mi habitación… lloré en silencio.
Mis dolorosos recuerdos por el hecho de
ser mujer solo me han dado a través de los años la paz de sentirme feliz
y esperanzada que el mundo es mejor solo porque nosotras –las mujeres-
somos un real aporte a la sociedad, primero, porque somos dadoras de
vida, porque a través de nuestra leche materna los hijos ¡viven! Y,
segundo, porque ante tanto tropiezo que nos hacen los poderosos a
dejarnos fuera por el solo hecho de ser mujer… ¡más seguimos adelante!
Gracias a Dios estamos viviendo en otra
época… donde las mujeres además de trabajar para llevar el sustento
económico a nuestros hogares para proteger a nuestra familia también
estamos siendo escuchadas… ha sido un camino largo y falta mucho aún
para sentirnos en igualdad de derechos, pero ya alzamos la voz y nadie
podrá acallarnos… nuestra fuerza de mujer está siendo notada en el mundo
político, social y también eclesial.
Mis lágrimas ahora son públicas, por
ejemplo, cuando veo a jóvenes mujeres haciendo suya su fuerza… cuando
veo a mujeres que lavan, planchan, hacen pan amasado para sostener
económicamente su destruido hogar, porque hay un hombre que ante la
precariedad se rinde en el alcoholismo… Y también cuando veo a jóvenes
mujeres que además de acompañar a sus hijos, sostener su hogar, estudian
de noche a escondidas…
Tengo el recuerdo de una alumna que llegó
con lentes obscuros a clases, siendo clases vespertinas… cuando le
toqué el hombro, le pregunté: ¿Qué pasa? Y ella me respondió mirando el
suelo: ¡nada! Le dije, por favor, que se quitase los lentes, y al
hacerlo tenía un ojo amorotado… la abracé y llorando me dijo que su
marido le había pegado porque no quería que ella estudiara, que no podía
ser más que él y había roto todos sus textos y cuadernos. Hoy,
Sandrita, es una bella y esforzada mujer que trabaja profesionalmente
como secretaria. Terminó sus estudios, fue la mejor alumna de la
promoción de hace años atrás, feliz junto a sus tres hijos. Me la
encontré saliendo de la iglesia junto a ellos, le pregunté cómo estaba y
me respondió: ¡Míreme! Ya nunca más he tenido que usar lentes para
ocultar golpes. Al preguntarle por su marido, me dijo: Ya no está en
casa, se fue… no soportó que yo ganara más dinero que él. Pero, en
familia, estamos tranquilos, en paz, mis hijos estudiando y yo
apoyándolos.
A las mujeres del mundo un abrazo de
fuerza en este Día Internacional de la Mujer… ya los duros tiempos
pasados de luchar por un mínimo reconocimiento pasaron, ahora solo hay
que seguir luchando por el respeto y la dignidad.
Un abrazo a los hombres también, pues
ellos nacieron en el vientre bendito de una mujer. (Eclesalia
Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos,
indicando su procedencia).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Añade un comentario