JOSÉ ANTONIO
PAGOLA, vgentza@euskalnet.net
SAN SEBASTIÁN
(GUIPUZCOA).
ECLESALIA,
02/11/11.- La primera
generación cristiana vivió convencida de que Jesús, el Señor resucitado,
volvería muy pronto lleno de vida. No fue así. Poco a poco, los seguidores de
Jesús se tuvieron que preparar para una larga espera.
No es
difícil imaginar las preguntas que se despertaron entre ellos. ¿Cómo mantener
vivo el espíritu de los comienzos? ¿Cómo vivir despiertos mientras llega el
Señor? ¿Cómo alimentar la fe sin dejar que se apague? Un relato de Jesús sobre
lo sucedido en una boda les ayudaba a pensar la
respuesta.
Diez
jóvenes, amigas de la novia, encienden sus antorchas y se preparan para recibir
al esposo. Cuando, al caer el sol, llegue a tomar consigo a la esposa, los
acompañarán a ambos en el cortejo que los llevará hasta la casa del esposo donde
se celebrará el banquete nupcial.
Hay un
detalle que el narrador quiere destacar desde el comienzo. Entre las jóvenes hay
cinco «sensatas» y previsoras que toman consigo
aceite para impregnar sus antorchas a medida que se vaya consumiendo la llama.
Las otras cinco son unas «necias» y descuidadas que
se olvidan de tomar aceite con el riesgo de que se les apaguen las
antorchas.
Pronto
descubrirán su error. El esposo se retrasa y no llega hasta
medianoche.
Cuando se oye la llamada a recibirlo, las sensatas alimentan con su aceite la
llama de sus antorchas y acompañan al esposo hasta entrar con él en la fiesta.
Las necias no saben sino lamentarse: «Que se nos apagan las
antorchas». Ocupadas en adquirir aceite, llegan al banquete
cuando la puerta está cerrada. Demasiado tarde.
Muchos comentaristas tratan de buscar
un significado secreto al símbolo del «aceite». ¿Está
Jesús hablando del fervor espiritual, del amor, de la gracia bautismal…? Tal vez
es más sencillo recordar su gran deseo: «Yo he venido a traer fuego a
la tierra, y ¿qué he de querer sino que se encienda?». ¿Hay
algo que pueda encender más nuestra fe que el contacto vivo con
él?
¿No es
una insensatez pretender conservar una fe gastada sin reavivarla con el fuego de
Jesús? ¿No es una contradicción creernos cristianos sin conocer su proyecto ni
sentirnos atraídos por su estilo de vida?
Necesitamos urgentemente una calidad nueva en nuestra relación con
él. Cuidar todo lo que nos ayude a centrar nuestra vida en su persona. No gastar
energías en lo que nos distrae o desvía de su Evangelio. Encender cada domingo
nuestra fe rumiando sus palabras y comulgando vitalmente con él. Nadie puede
transformar nuestras comunidades como Jesús.
(Eclesalia Informativo autoriza
y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su
procedencia).
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