Es una tradición inmemorial en la villa de Saguenay, donde el 90% de los habitantes con católicos. Pero le molestó a uno, y...
La ofensiva anticatólica mundial no se detiene ante nada. En Saguenay, en el Québec francófono canadiense, llevan desde tiempo inmemorial iniciando las sesiones municipales con una oración, que dirige el alcalde tras santiguarse. Así fue durante siglos y a nadie molestó, en una ciudad de 150.000 habitantes donde el 90% son católicos.
Hasta que a uno de ellos, en una maniobra orquestada por el movimiento laicista quebequés, le dio por denunciar el hecho. Entonces el Tribunal de Derechos de la Persona, siguiendo criterios parejos a los del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo para arrancar los crucifijos de los espacios públicos en Europa, decidió condenar al alcalde Jean Tremblay a una multa de 22.000 euros. Y, por supuesto, a dejar de rezar y de santiguarse. Y, por añadidura, a quitar la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y el crucifijo que presidían las sesiones municipales.
La sentencia se dictó el 11 de febrero y un mes después el Ayuntamiento ha presentado el correspondiente recurso ante el Tribunal Supremo, que se verá en primera instancia el próximo día 25. El pueblo está con Tremblay, y respondió en masa al llamamiento de su alcalde para que la multa se abonase mediante aportaciones voluntarias, y no con cargo a las arcas locales. En un par de semanas reunió el triple de la cantidad necesaria.
«Probablemente es la primera vez en la historia del mundo en que a un alcalde se le impide rezar y se le condena por hacerlo», ha dicho Tremblay, quien ha hecho caso omiso de la prohibición judicial y ha seguido santiguándose al inicio de cada pleno: «¿Cómo vamos a ceder? ¡Estas cosas no se pueden dejar pasar, porque tendrían repercusión en todo Québec! Esta gente [el movimiento laicista que le denunció] quieren ser ellos la ley en todo: "Quita este crucifijo aquí, cambia este nombre allá, haz esto, haz lo otro"».
En efecto, los grupos anticristianos ya han aprovechado esta primera sentencia para pedir que se quite también el crucifijo que preside el Parlamento de Québec, algo a lo que por ahora se niega el primer ministro Jean Charest, por medio de su portavoz, Hugo d´Amours: «La Iglesia ha jugado un papel importante en la historia de Québec y el crucifijo es un símbolo de ello». En 2008 la cámara aprobó por unanimidad dejar el crucifijo en su sitio.
Por presión de los grupos laicistas, en muchos Ayuntamientos de esa provincia de Canadá la oración inicial fue sustituida por un minuto de recogimiento. Tremblay no está dispuesto a eso, y a que cuatrocientos cincuenta años de historia y la voluntad mayoritaria de los habitantes de su ciudad tengan que ceder ante la reclamación de minorías radicales amparadas por los tribunales de derechos humanos.
Tomado de Religión en Libertad
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