Monasterio de Poblet, 17 de enero de 1188
Estimado padre:
Como sabe soy un humilde monje cenobita del monasterio de Poblet, que como también usted sabe se encuentra en Cataluña. Estamos en pleno invierno y a veces la escarcha y el hielo se superponen en el pozo del claustro y hay que romperlo con piedras. Dispongo ahora de tiempo pues nos encontramos en el scriptorium que es el lugar dedicado a la lectura y escritura. El Abad, que es hombre bueno y justo me permite que dedique mi tiempo a escribiros; y voy a aprovechar esta oportunidad para contaros lo feliz que soy y explicaros como ocupo mi tiempo.
Los monjes nos levantamos muy temprano, antes de amanecer y, nos preparamos para la primera oración del día: las Vigilias.
Como el resto de las oraciones, las hacemos en el coro, que es el espacio junto al altar con un grupo de sillas fijas, llamadas sillería.
En ellas leemos y cantamos ciertas partes de la Biblia y otros cantos (antífonas, himnos…), escritos en latín, que como sabe es la lengua oficial de la Iglesia. Estos son los famosos cantos gregorianos. No se vaya usted a pensar que todos los frailes cantamos bien, que hay algunos monjes que desafinan mas que un gato montés, por no hablar de las ventosidades de algunos; que no todo son cánticos celestiales.
Tras ello los monjes nos aseamos en las letrinas , por donde trascurre agua de un río cercano, y volvemos pronto a la iglesia, pues apenas una hora después de Vígilias, empezaban los Laudes (una nueva oración). Esta parte del día es cuando mas frío pasamos, pues el sol todavía no ha asomado y nuestro cuerpo está entumecido de la gélida noche.
Tras los Laudes, comenzamos entonces realmente el día, con una hora y media para el trabajo. Como usted me enseñó el oficio de la carpintería, el Abad me ha asignado a la carpintería del monasterio, donde arreglo ventanucos, puertas y bancos del monasterio que necesitan un repaso. Esta parte del día me gusta mucho. volvemos a rezar hora y media después. La hora Tercia, normalmente utilizada para oficiar misa.
Hasta la una de la tarde, unos monjes se ocupan del propio huerto, que nos sirve para nuestro propio consumo y otros se encierran en el scriptorium o biblioteca, para escribir o leer las sagradas escrituras.
Esta habitación está llena de atriles y se copian libros prestados por otros monasterios. Esta preciosa labor se hace sobre pergamino (piel de cordero), utilizando distintos colores de tinta en las que se mojan plumas de ave. El trabajo es muy minucioso y lento.
Los monjes volvemos a reunirnos para rezar juntos en la hora Sexta (en torno a la 13.20), tras la cual nos vamos a comer.
En la comida, también nos juntamos todos, como cuando estabamos en casa, ¿recuerda?. El lugar donde comemos se llama refectorio. Aquí hay unas largas mesas en donde los monjes comemos, haciéndolo en un completo y absoluto silencio, pues uno de ellos (por turno) lee desde el púlpito nuestra Regla o la Biblia.
El menú es bastante monótono, aunque sano. Normalmente comemos verduras y hortalizas cocidas en una gran olla y aderezadas con un trozo de tocino o manteca. Nos entregan también un trozo de pan y un cuartillo de vino. La carne se reservaba para los domingos y celebraciones especiales, al igual que el pescado.
Evidentemente los monjes no podemos dormir la siesta, sino que volvemos de nuevo a rezar conjuntamente en la hora Nona (sobre las tres), para después seguir con mi trabajo en la carpintería.
Antes de la nueva oración se reúne toda la comunidad en la llamada Sala Capitular, donde se lee un capítulo de la Regla de San Benito. En esta reunión el Abad informa sobre cuestiones cotidianas, se hacen confesiones públicas de los pecados de algunos frailes e incluso se castiga a aquellos monjes que hayan cometido alguna falta grave como faltar a algún rezo, hablar durante la comida, discutir con un hermano…
Todo está bien medido y muy organizado para que no haya tiempo a la holgazanería ni a la ociosidad, aunque algunos frailes necesiten de mas de una reprimenda por parte de nuestro Abad.
Tras un rato de tiempo libre en el que los monjes podemos charlar, pasear por el claustro o rezar particularmente…, de nuevo a la iglesia para oficiar las Vísperas (19 h), cenar (20 h) y, antes de dormir, volver al rezo en la ceremonia llamada Completas, en la que pedimos protección a Dios ante los peligros de la noche.
Los monjes nos retiramos entonces al dormitorio, que es común, salvo el Abad, que tiene su dormitorio y despacho propio. Las camas están colocadas en largas filas.
Y aquí termina lo que es un día normal en mi monasterio; aunque todo cambia si nos encontramos en Cuaresma o en el Adviento. Entonces si qué notamos los cambios, por no hablar de grandes festividades como la Inmaculada Concepción o la festividad de San Benito que la celebramos el 11 de julio.
Dele usted muchos besos a madre, a los abuelos y a mi hermano pequeño y sepa que rezo todos los días por todos y cada uno de los miembros de la familia.
Que Dios les ampare y les guíe:
Fdo: Fray Jacinto de Cintruéñigo
(Auxi Messa)
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