Blog del Profesorado de Religión Católica: Noticias 26-04-10

Novedades en Religión y Escuela

lunes, 26 de abril de 2010

Noticias 26-04-10

Fernández de la Vega dice que el Gobierno espera tener el Anteproyecto de Ley de Libertad Religiosa antes del verano

En la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros la vicepresidenta del Gobierno, Mª Teresa Fernández de la Vega aseguró ayer respecto al anteproyecto de Ley Orgánica de Libertad religiosa: «Espero que lo podamos tener antes del verano». Por su parte, el ministro de Justicia, Francisco Caamaño afirmó en entrevista a la cadena Ser que la nueva ley se basará «en las recomendaciones más que en las prohibiciones», si bien contemplará la supresión de símbolos religiosos en lugares públicos y la celebración de funerales de Estado aconfesionales.
Aunque la reforma de la Ley de Libertad Religiosa estaba prevista en el programa electoral del PSOE, y en verano del año pasado se anunciaba como inminente, al tiempo que se preveía un contenido más agresivo en temas como la objeción de conciencia, en los últimos meses se ha asegurado desde fuentes del propio Gobierno que preocupa tanto el contenido como el calendario de tramitación de la misma, y que el Ejecutivo no quiere inteferir en la visita del Papa, los días 6 y 7 de noviembre. El diario ABC señala que aunque el Consejo de Ministros enviase en julio el texto del Anteproyecto al Consejo de Estado, porque afecta a derechos fundamentales, el dictámen de dicho órgano tardará varios meses, por lo que la aprobación del texto, ya como proyecto de ley, no vería la luz hasta después de la visita.
La vicepresidenta del Gobierno dijo que la ley incorporará en sus "criterios generales" los recogidos por la jurisprudencia del TC y del Tribunal de Derechos Humanos sobre exhibición de símbolos religiosos. "El grado de concreción está por determinar", añadió. Sobre el uso del velo en clase, Fernández de la Vega afirmó que no constituye ningún problema social, que es prioritario el derecho a la escolarización y que el caso de Najwa hay que resolverlo "desde posiciones conciliadoras sin caer en la tentación de crear un problema donde no lo hay".
Recomendaciones, prohibiciones y otros pasos para "avanzar en laicidad"
El ministro de Justicia, Francisco Caamaño, adelantó en una entrevista en la Cadena Ser "el perfil" de la "nueva Ley de Libertad Religiosa". El ministro precisó que la ley se basará "en las recomendaciones más que en las prohibiciones", si bien hizo referencia a la posible supresión de símbolos religiosos en colegios y hospitales públicos, así como a la celebración de "funerales de Estado aconfesionales".
Respecto a la primera cuestión, según fuentes gubernamentales citadas por la Cadena Ser, la nueva ley de libertad religiosa "pretende precisamente avanzar hacia la laicidad", por lo que, aunque no se concretarán símbolos, sí se "recomendará" que se eviten los símbolos religiosos de los centros edutivos y sanitarios de carácter público. El ministro indicó que los crucifijos saldrán de los colegios y de los hospitales públicos porque "en treinta años la sociedad española ha evolucionado muchísimo desde el punto de vista del sentimiento religioso y de su pluralidad".
En relación con los funerales de Estado, el ministro de Justicia  reconoció en la entrevista que se trata de "un tema complejo", por lo que "estamos viendo soluciones en derecho comparado, habrá una solución pronto, queremos crear un escenario de integración, progresivamente y por el cambio vemos más gente de otra religión y también tienen derecho a que el estado les rinda el tributo o se integren más ritos o se buscarán otras opciones aconfesionales".  
A todo lo anterior, dijo Caamaño, se unirá un "manual de buenas prácticas" destinado a conocer y comprender los hábitos de las religiones que no sean la católica.
Vía: http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=6151

¿Libertad o sumisión?

 

Zapatillas Nike, mochilas de deporte y, en la conversación en el patio del colegio, los temas eternos de la adolescencia: ese chico con el que se han cruzado las miradas, ese ídolo del pop del que tararean su último éxito, esa asignatura que se les ha atragantado y no hay manera. Una de las protagonistas de esta escena tiene el pelo rizado. Las otras dos se cubren con el tradicional velo islámico o 'hiyab'. Aquí, en el instituto público Gerardo Molina de Torre Pacheco pueden hacerlo. En Madrid, la joven Najwa Malha no.

El instituto Camilo José Cela de Pozuelo de Alarcón (Madrid) rechazó su pretensión de acudir con este símbolo religioso porque su reglamento interno establece, en un intento de erradicar la estética de las tribus urbanas, que ningún alumno puede taparse la cabeza, por lo que las gorras, elementos habituales en las pandillas, están prohibidas. También el velo. La controversia ha trascendido los muros del instituto y se presenta ya como un debate nacional. Para algunos, el 'hiyab' es una manifestación libre de la fe islámica, para otros representa la sumisión y humillación de la mujer por una tradición retrógrada y cruel.
En Torre Pacheco, municipio con un 35% de inmigración magrebí, las jóvenes musulmanas acuden a clase con velo, y el reglamento interno de institutos y colegios no prohibe este tipo de vestimentas. El 'hiyab' es habitual en la mayoría de centros de la zona, y las jóvenes que lo visten no sufren ningún tipo de rechazo, ni del personal docente ni de sus compañeros de clase. «Aquí no hay polémica», sentencia José Antonio Sánchez, director del instituto Gerardo Molina. La Consejería de Educación confirma que no se ha registrado hasta el momento ningún conflicto por este tema en la Región.
Pese a que en la calle la realidad es bien distinta, y la interacción entre las diferentes comunidades es apenas inexistente, en las aulas de Torre Pacheco la consigna es la de integrar por encima de todo, sin pararse a pensar en la procedencia o religión de los estudiantes. «En el reglamento de nuestro instituto no figuran este tipo de prohibiciones. Nuestro objetivo es eliminar barreras y hasta que la ley no nos diga lo contrario seguiremos como hasta ahora», aclara Sánchez.
Sin embargo, no todas las voces coinciden en este instituto. El profesor Pedro José Martínez defiende que «el velo islámico debería ser suprimido en espacios públicos porque margina la libertad de las jóvenes. Si ya hemos quitado los crucifijos ahora habría que erradicar el 'hiyab' y fomentar una educación en igualdad». Martínez es partidario de aprobar una ley como la francesa, que en 2005 vetó en las escuelas públicas cruces cristianas, velos islámicos y 'kipás' judías.
Otro maestro que prefiere mantener el anonimato va más allá: «En muchos casos las jóvenes lo llevan por la presión familiar, ya que para la cultura musulmana es un signo de honradez, y a veces se lo ponen hasta las niñas de siete u ocho años. La escuela es laica y el 'hiyab' debería estar prohibido. La población árabe no es homogénea, hay muchos matices y no todo es blanco o negro. Sin embargo, entre ellas es frecuente el rechazo hacia las musulmanas que no lo llevan». Su compañero Manuel Ibáñez discrepa: «Las chicas se lo ponen porque quieren y el asunto se lleva en el colegio con la mayor naturalidad».
«Nadie ha sacado el tema»
En el otro instituto de Torre Pacheco -IES Luis Manzanares- su directora, María José Molina, aclara que «nadie ha sacado el tema en nuestro centro, ni en el claustro ni en el Consejo Escolar. Nos atenemos a nuestras propias ordenanzas y a lo que establece la Consejería de Educación; hasta que la Comunidad Autónoma no diga lo contrario no cambiaremos nuestra forma de actuar».
En esta misma línea, Francisco Martínez, jefe de Estudios del colegio Nuestra Señora del Rosario, insiste en que «el velo islámico nunca ha sido un asunto controvertido. Ninguna asociación de padres ni ningún docente ha planteado la cuestión. Nos limitamos a lo que dice la normativa vigente, como cuando eliminaron los crucifijos de las aulas, aunque a mí no me estorbaban».
El rechazo al Islam, sin embargo, sigue presente en parte de la sociedad. Raquel Sánchez, madre de un alumno del Gerardo Molina, afirma que «los de fuera debería acostumbrarse a nuestras costumbres, y no al revés. Los árabes tienen tradiciones muy cerradas y siempre quieren imponer sus reglas. España es un país católico y son ellos los que tienen la obligación de amoldarse, igual que hago yo si voy a su país. Las familias musulmanas son muy herméticas y obligan a sus hijas a llevar el pañuelo islámico y la mayoría de ellas no se relacionan con el resto de alumnos».
Otro padre, Pedro López, llama a la mesura y opina que «hay que respetar las creencias religiosas de los miembros de la comunidad, de lo contrario esto se convertiría en el salvaje oeste. En lo que respecta al 'hiyab', los centros docentes tienen la última palabra, pero en Torre Pacheco no hemos tenido problemas por este asunto».
«Una muestra de rechazo»
La polémica del velo es vista por la comunidad musulmana de la Región como «una muestra de rechazo más» por parte de algunos sectores de la sociedad. La 'islamofobia', subrayan, está detrás de conflictos como éste y como el que surgió hace apenas tres meses en Beniel, cuando parte de los vecinos presionaron con éxito al Ayuntamiento para que prohibiese la apertura de una mezquita. Para Mohamed Reda el Qady, secretario de la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE) en la Región, el debate sobre el uso del 'hiyab' es «artificial». En las aulas murcianas hay niñas con velo «desde los años 80, y eso no ha supuesto problemas hasta ahora». Rechaza, además, que el pañuelo sea un signo de sumisión de la mujer. «Para las niñas que lo usan es una forma de reclamar su identidad; no hay que verlo de otra manera».
Reda el Qady asegura que «el Islam no obliga a llevar velo, su uso es voluntario. Es más tradición que religión. Son costumbres que se heredan». Además, cree que hay que diferenciar el 'hiyab' de otras prendas que, como el 'burka', sí «anulan la personalidad de la mujer». También la Federación Islámica de la Región de Murcia (FIRMM) defiende el uso del velo en los centros escolares. «Como españoles nos ampara la Constitución, que garantiza la libertad religiosa», explica Abdelhadi Elkaidi, tesorero de esta organización. Advierte, además, de los riesgos que entrañan los problemas de integración y falta de convivencia. «Tenemos que aprender de lo que ha pasado en Francia o en Alemania. ¿Queremos repetir los errores de los demás, fomentar la marginación y la exclusión social hasta que alguien se ponga a quemar coches?».
La decisión del colegio de Pozuelo y el espaldarazo a esta medida por parte de la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, ha dividido a la comunidad educativa. El debate es complejo, y no hay respuestas fáciles. Francisa López, presidenta de la Federación de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos de la Región de Murcia (FAPA), defiende que «hay que diferenciar entre los centros educativos, que deben ser un espacio laico y por tanto no deben mostrar símbolos religiosos», como crucifijos en las paredes, y «el uso individual» de estos símbolos por parte de los alumnos, algo que entraría dentro del derecho de libertad religiosa y de expresión.
Prohibición de crucifijos
No opina lo mismo la Confederación de Federaciones de Asociaciones de Padres de Alumnos (Confapa). Su presidente, José Manuel Abellán, es favorable a la prohibición del velo una vez que «se ha planteado la prohibición de los crucifijos en las aulas». Ambos símbolos «son religiosos y si se prohibe uno debe prohibirse el otro». En cualquier caso, pide al Ministerio de Educación que fije una norma general para evitar que haya diferencias entre centros.
Algunas voces en el propio Gobierno central parecen estar de acuerdo en que ha llegado la hora de afrontar este asunto. El ministro de Justicia, Francisco Caamaño, se mostró esta semana partidario de incluirlo en la futura Ley de Libertad Religiosa. Sin embargo, su compañero de gabinete, el ministro de Educación, Ángel Gabilondo, apunta que «la ley no se va a meter en esto» y se muestra favorable a la presencia del 'hiyab'. Desde los sindicatos, Alicia Poza (Sterm)apuesta por erradicar «cualquier signo externo de una creencia religiosa» porque los colegios deben ser «espacios neutros, laicos».
Por contra, Clemente Hernández (Anpe) cree que cada centro debe tener libertad para decidir «sus normas de convivencia», y el Ministerio debe respaldarlos «de forma clara».
Zapatillas Nike, mochilas de deporte y, en la conversación en el patio del colegio, los temas eternos de la adolescencia: ese chico con el que se han cruzado las miradas, ese ídolo del pop del que tararean su último éxito, esa asignatura que se les ha atragantado y no hay manera. Una de las protagonistas de esta escena tiene el pelo rizado. Las otras dos se cubren con el tradicional velo islámico o 'hiyab'. Aquí, en el instituto público Gerardo Molina de Torre Pacheco pueden hacerlo. En Madrid, la joven Najwa Malha no.

En España se debate sobre el velo, mientras los sacerdotes evitan la túnica en el país africano para no «provocar»

Cristianos perseguidos en Marruecos

El padre Manuel se ha acostumbrado. Aunque haya perdido naturalidad en las relaciones con personas que no son de confianza y aunque algunas rutinas, tan habituales en otras circunstancias, las haya olvidado colgadas en la percha. Por ejemplo, el hábito: «Llevarlo mientras paseas por la calle está fuera de lugar, podría ser considerado una provocación», cuenta Manuel, un franciscano que vive feliz y entregado a los pobres en Rabat.
Manuel es cristiano y católico en Marruecos, un país donde «la religión es un elemento muy importante, algo– añade a modo de queja, quizá de nostalgia– que no sucede en España». Pero para su mala suerte, los países donde la religión es un elemento muy importante y oficial, como Marruecos, no son cristianos.

El padre Manuel se ha acostumbrado a vivir en un país extranjero, pero sobre todo en una religión extranjera, donde más del 93 por ciento de la población es musulmana. El padre Manuel, en Rabat, como elpadre Simeón en Larache, cuenta que a su iglesia van «españoles, filipinos, franceses, también creyentes de muchos países de África».
¿Ha dicho gente de El Salvador? «Sí». ¿Ha dicho de Marruecos? «No, imposible».
«Como las leyes de Marruecos no lo permiten, la Iglesia católica lo respeta».
Y si alguien de ese país se convierte al cristianismo, si cambia de fe, ¿dónde va, qué hace?

«Que emigre».
«Los cristianos marroquíes somos fantasmas, somos invisibles», explica Y., que emigró a España, que no dice sus apellidos y que no quiere que se publique su nombre. Es cristiano evangelista e hijo de padres cristianos. Vivió en Marruecos, cumpliendo con los rituales a los que obliga la religión musulmana, con la tensión de pasarse biblias clandestinas y organizar reuniones secretas, pero también con la sensación de que antes era mucho peor: a su padre, hace más de 30 años, lo acusaron de haber comido en el Ramadán.

Fue a juicio: como  no encontraron pruebas, le iban a absolver. Entonces lo acusaron de abandonar el islam y le anunciaron que había tres sentencias para un hecho así: a) pena de muerte; b) divorciarse de su mujer y obligarla a casarse con un musulmán y c) seis meses de cárcel. Le cayó la última.

Ahora las leyes son más leves y son muy pocas las personas que van a la cárcel; sin embargo, como antes, tampoco pueden encontrarte hablando de religión con otras personas y el miedo es una compañía inevitable. «No sabes quién te va a hacer daño y esto te roba la paz», dice Y. Los cristianos reciben llamadas de la Policía Secreta, y últimamente también de la Judicial. Se presentan como amigos y piden quedar en un café. «Quieren información», relata Y., «te preguntan con quién andas y te reúnes».

Esas reuniones están prohibidas. Los cristianos no tienen un lugar de culto, oficial y protegido para citarse con tranquilidad. Las iglesias o la catedral, como son para los ciudadanos extranjeros, se convierten en una frontera para la que casi hace falta pasaporte y en las que los vigilantes evitan que ningún marroquí se haga el despistado o pretenda equivocarse. «La iglesia está abierta a todos, pero nadie que haya nacido en Marruecos entra. A veces los guías que llevan a los turistas sí que lo hacen», reconoce un sacerdote franciscano. 

Nadie se atreve a entrar porque la ley es más poderosa que cualquier creencia y en Marruecos la religión del estado es el islam. La semana pasada el país africano echó a 70 cristianos, casi todos evangelistas, pero uno es franciscano. Es el primer católico expulsado. En su orden, donde todavía no saben la razón, no lo entienden. Si en algo exageran los padres es en la prudencia, ya que conocen a la perfección que un paso en falso en Marruecos también puede ser el último. No por nada hasta 7.000 ulemas celebraron la expulsión de los cristianos con un efusivo comunicado en el que se alegraban de las decisiones «tomadas por los poderes públicos para abortar el plan hipócrita de un grupo de cristianos que hacían proselitismo».

Ante la presión, los marroquíes se han especializado en moverse con tanta discreción que parecen sombras. «Se puede vivir», dice Y., aunque a veces haya que soportar preguntas indiscretas y en los pueblos pequeños, donde todo el mundo se conoce, se sufra con la curiosidad del vecino. Se vive, pero se podía estar mejor y ser más libre. Ante la misma presión, los sacerdotes católicos se han acostumbrado con naturalidad a las incomodidades. La religión de los marroquíes no es asunto suyo: «A mí me toca una religión, a ellos otra, ¿de qué vamos a hablar?», dice uno, que reconoce que ellos, los sacerdotes, no viven con miedo, porque están más o menos protegidos. Aunque sí son muy conscientes de que tienen que tener cuidado y ser, ante todo, prudentes.

La frase la repiten los curas católicos de Marruecos, porque la han aprendido por necesidad. Es la primera regla para poder seguir caminando. La Iglesia católica, tan exuberante en Europa, vive la otra cara en otros lugares del mundo donde sobrevive frente a la sospecha constante. El mensaje desde el poder eclesiástico no presenta matices: «Eviten toda provocación innecesaria», dicen. «La idea de que alguien pudiera infringir las leyes marroquíes no debe ni tan siquiera contemplarse», repiten. En Marruecos, pese a que la Iglesia católica está reconocida oficialmente, no puede ni intentar alguna acción evangelizadora.

Hablar con naturalidad
Suena raro, pero la religión para los sacerdotes católicos de Marruecos es un asunto del que hablan midiendo las palabras. Más que lo que dicen son los silencios los que delatan el país en el que viven. Para el Marruecos oficial no hay ningún problema: los cristianos tienen catedrales, iglesias, se respetan sus derechos y las mujeres cristianas mantiene su religión cuando se casan con un musulmán; quizá no puedan repicar sus campanas ni se vendan Biblias en árabe, pero no tienen problemas para practicar su religión, tampoco para enterrar a sus muertos. Son respetados, siempre que no den un paso más y, sobre todo, ni una palabra de más.

Proselitismo es un sustantivo maldito; hablar de religión con naturalidad con alguien desconocido es una imprudencia que sólo cometen los inconscientes o los que llevan poco tiempo. «Si alguien te pregunta o te dice que quiere informarse sobre el catolicismo, tienes que ser prudente, escuchar lo que te quiera contar. Tú le dices que se busque por sus propios medios el modo de informarse. Que intente conocer no es malo, que se cambie de religión, sí», dice un sacerdote. «Nosotros –añade Y.– , como no contamos con los lugares oficiales de la religión para informarnos o para pedir ayuda, lo hacemos a través de la radio o de las revistas.

Lo hacemos como podemos».
En cuanto llegan a Marruecos los sacerdotes  van acompañados de otro para que aprendan a moverse, a tener paciencia en un mundo cerrado y a no hablar más de lo necesario en las reuniones. Quien calla no se equivoca. «Hablar de religión sí es un tema delicado –cuenta un sacerdote polaco–, que es mejor no tocar». La Iglesia católica, que conoce sus límites, se convierte en una ONG sin ánimo de lucro. Hace un servicio socio-cultural, trabaja con los jóvenes, ayuda a los necesitados e incluso da clases de español a la Policía marroquí. En palabras eclesiásticas, han renunciado a la proclamación explícita a través de la palabra. En lego: cuidado.

Cuando llevan una temporada en Marruecos nadie tiene que explicarles que, a diferencia de lo que sucede en Europa, allí hablando es como se confunde a la gente. El diálogo lleva la expulsión. Pese a que «los musulmanes creen que Dios puede llegar bajo el rostro de un extranjero», como explica el padre Rosich, están convencidos de que lo que va a llegar bajo el rostro de un extranjero cristiano sólo puede ser un dios también extranjero.

Guerrillas africanas
Lo que sucede en Marruecos es grave, pero no llega a la tragedia. El país ha imitado las leyes francesas, vive bajo una cierta libertad, con respeto a los derechos humanos. Los cristianos marroquíes o los curas podían haber vivido hace unos treinta años, cuando vivía el padre de Y; o Marruecos podía ser un país más cerrado y en conflicto religioso abierto. Podían, en fin, llegar unos guerrilleros, ponerte la metralleta en la tripa y llevarte a la plaza del pueblo. Podías estar un día entero bajo el sol, escuchando preguntas en un idioma incomprensible que traducían a otro idioma incomprensible que traducían a otro idioma incomprensible hasta que por fin en un lenguaje inteligible, bajo el calor, con la metralleta, en una plaza vacía de miedo, podías entender la pregunta.

Le pasó al padre Enrique Rosich, en la guerra de Chad entre musulmanes y cristianos. Él era cristiano, o sea enemigo. «Hay tantos idiomas tribales que tienen que traducirte varias veces hasta llegar al tuyo». Rosich echa de menos Chad, por esa extraña razón de que el lugar donde más te la has jugado es el más inolvidable. Continúa: «Un cristiano en un país de mayoría musulmana es un ciudadano de segunda. Hay un nivel al que ya no puedes acceder, los puestos de decisión y de poder son imposibles». Acaba con la lección que tienen grabada en la piel los cristianos en Marruecos: «Hay que ir de humilde, a compartir situación, a que te expliquen».

Y con cuidado, con mucho cuidado. Aunque Marruecos no sea Sudán por ejemplo: «En alguna ocasión, sobre todo cuando la guerra estaba más viva, llegaba gente que te preguntaba qué había que hacer para hacerse cristiano. Tú escuchas, te parece raro, les explicas cómo es y que no puede hacerse de un día para otro porque se tienen que pasar varias fases. A lo mejor vienen otro día. Luego lo dejan. Está claro que son espías», cuenta el padre Arteche de la guerra en Jartum.

¿Qué hubiera pasado si enseguida hubiera aceptado esa conversión? «Pues me habrían expulsado del país», responde como quien recuerda un hecho trágico que el tiempo ha transformado en una batallita agradable. En realidad, vivir pendiente de lo que dices ocultando lo que crees produce una tensión que puede explotar en cualquier momento inesperado. «Es verdad que es complicado ser cristiano y sacerdote en algunos países», explica el padre Justo, que fue rector del Instituto de Estudios Árabes Islámicos en Roma. «Yo no quiero estar protegido por miles de soldados y vivir preocupado por las amenazas     –continúa–. El espacio de la Tierra es común para todas las personas. Yo quiero que un cristiano sea libre para practicar su religión en cualquier país».

Son las mismas palabras que podía decir un musulmán cuando se refiere al caso del velo que ha estado de actualidad en Madrid estos días, con la diferencia de que el debate de aquí no es posible en Marruecos ni en otro países. Oficialmente no ocurre nada, la gente vive su fe con libertad. «Pero –dice el padre Rosich– cuando en un país así alguien se convierte al cristianismo, le recuerdas que Jesucristo también cargó con la cruz».
Vía: http://www.larazon.es/noticia/5015-cristianos-perseguidos-en-marruecos
(Blogger: "Recomendada como de gran utilidad la lectura de los comentarios en esta noticia -para verlos, pinchad en el enlace anterior)

 

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