Por Mons. Manuel Ureña el
3 de septiembre de 2012
Mons. Manuel Ureña “¡Qué hermosos los pies de los que anuncian el Evangelio!” (Rom. 10,15).
Con estas palabras de Isaías, citadas por S. Pablo, quiero saludar, en el comienzo del nuevo curso escolar, a todas aquellas personas y estructuras de la Comunidad educativa implicadas en la dimensión religiosa de la educación y renovarles mi amistad y afecto.
Me dirijo especialmente a vosotros, los estudiantes, que recibís la clase de Religión y de Moral católicas. Con ello se os da la oportunidad de vivir la aventura del descubrimiento de vosotros mismos, del “qué” y del “para quién” de la vida, del amor, del sacrificio y del sueño posible de una felicidad plena. Abrid, pues, vuestro corazón al Mensaje de Jesús. Él tiene palabras de vida eterna. Él confiere dignidad sin límites y vida eterna a todas las personas de toda clase y condición. Él es el único que puede ofreceros el verdadero horizonte de vuestra realización y el único que puede infundiros la fuerza necesaria para superar toda clase de obstáculos, incluidos los que emanan de vuestra juventud misma.
En la delicada tarea de la educación, los profesores sois también muy importantes, pues tenéis la preciosa y delicada misión de ser, con vuestra vida, testigos creíbles de la verdad y del amor ante vuestros alumnos. Vosotros habéis recibido el encargo de preparar a los niños y a los jóvenes para que sus personas maduren bien y sean capaces de afrontar el futuro con gravedad y con responsabilidad. Pero la maduración personal no puede producirse en el alma de las nuevas generaciones si esta alma no es alumbrada con la verdad. Ésta, la verdad, es la fuente originaria de todos los verdaderos valores, como son el don de la vida, la dignidad de la persona, el bien de la familia, la bondad de la convivencia civil. Ciertamente, existe una conexión intrínseca entre verdad y valor, cosa de la que no podía apercibirse el fenomenólogo Max Scheller.
El joven de hoy, estimulado y tantas veces confundido por la tremenda masa de informaciones y por el contraste de ideas y de interpretaciones que se le proponen, padece dentro de sí una gran necesidad de verdad… Orientad vuestros conocimientos a la Verdad, que es Jesucristo. El Papa Benedicto XVI decía que “debemos esforzarnos por responder a la demanda de verdad, poniendo sin miedo la propuesta de la fe en confrontación con la razón de nuestro tiempo. Así, ayudaremos a los jóvenes a ensanchar los horizontes de su inteligencia, abriéndose al misterio de Dios, en el cual se encuentran el sentido y la dirección de nuestra existencia, y superando los condicionamientos de una racionalidad que sólo se fía de lo que puede ser objeto de experimento y de cálculo” (Benedicto XVI a la Asamblea Diocesana de Roma, el 11 de junio de 2007).
La familia tiene un papel fundamental e insustituible en la educación de los hijos. A los padres corresponde la máxima responsabilidad en este campo, de modo que no deben escudarse detrás de la labor de la escuela, necesaria, sin duda, sino aportar a sus hijos el patrimonio de su experiencia, de sus valores, de su fe y de su testimonio de vida. Además, el derecho de los padres a decidir libremente el tipo de educación que quieren para sus hijos es un derecho natural inalienable, reconocido en nuestra Constitución como un derecho positivo vinculante.
La Administración Educativa debe ser consciente de que, aun atravesando hoy momentos de crisis, su tarea está al servicio del bien común y no puede olvidar la ayuda a aquellas personas más necesitadas de la sociedad. A la Administración educativa corresponden la organización y la coordinación de las instituciones educativas. Por tanto, debe estar siempre animada por valores de justicia social y de solidaridad. También concierne a aquélla tutelar los derechos y las obligaciones de los padres, colaborando con éstos para completar la obra de la educación según el gran principio de subsidiariedad.
Quiero reconocer, particularmente, el trabajo de todos los profesores de Religión y de Moral católicas de nuestra Iglesia particular. Ellos ejercen una misión recibida directamente del Obispo, transmiten la fe de la Iglesia que profesan, con la competencia científica y pedagógica necesaria para transmitir el mensaje de Jesucristo a nuestros niños y jóvenes. En medio de múltiples dificultades, deben adaptarse a las condiciones de sus alumnos con humildad y buen ánimo, pero respetando siempre la exigencia de la verdad, que es una y cuya fuente y cima es Cristo y sólo Cristo. Como dice San Pablo, “siendo libre, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles. Con los judíos me he hecho como judío, para ganar a los judíos; con los que están bajo la Ley, como si estuviera bajo la Ley – aunque no lo estoy – para ganar a los que están bajo la Ley; con los que están sin ley, como si yo estuviera sin Ley – aunque no estoy fuera de la ley de Dios, sino bajo la ley de Cristo – para ganar a los que están sin Ley. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles. Me he hecho todo para todos, para ganar, como pueda, a algunos” (I Cor 9,19-22).
Os deseo a todos un buen curso escolar. Que la ayuda inestimable de Nuestra Señora la Virgen del Pilar os ayude a apuntar cada vez más alto y a descubrir el rostro de Cristo, Él, que es el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6) de todo hombre que viene a este mundo (Jn 1, 9).
† Manuel Ureña
Arzobispo de Zaragoza
Fuente: http://www.agenciasic.es/2012/09/03/emplazados-ante-un-nuevo-curso-escolar-la-clase-de-religion-y-de-moral-catolicas/