DOMINGO XXXIII
T.O-C
Estamos acabando el año litúrgico,
que culminará el domingo que viene con la Solemnidad de Jesucristo, Rey del
Universo. En este domingo la Palabra nos ofrece textos que remiten al final de
los tiempos y que pertenecen a la llamada literatura apocalíptica/ escatológica
El primero del profeta Malaquías, (
3,19-20 a) El drama del pueblo judío a comienzos del siglo VI a.C., con
parte de la población deportada a
Babilonia, Jerusalén y el templo en ruinas, y el pueblo dependiente de dominios
extranjeros, provocó un resurgir de profecías que anunciaban, como inminente,
un cambio radical de la situación y los profetas rivalizaban dibujarlo lo más
espléndido posible. Durante algún tiempo se mantuvo esa esperanza. Pero la realidad se impuso: ni independencia, ni
riqueza, ni esplendor. La decepción fue tan fuerte que hubo quienes vieron la solución en la desaparición del este
mundo y la aparición de un mundo futuro
maravilloso, del que sólo formarían parte los buenos israelitas. Así, en la
primera lectura, alude a un “sol de
justicia” no se refiere a un sol insoportable que quema; sino : «un sol
salvador, que nos salva con sus rayos” (“ lleva la salud en sus alas”).
En la segunda lectura, 2 Tes 3, 7-12 Pablo advierte a las
comunidades de Tesalónica que , contra de los que ellos creían y divulgaban, la
llegada de Cristo no estaba a la vuelta de la esquina; por tanto, no era de
recibo cruzarse de brazos. Ni mucho menos; no vale “vivir muy ocupados en no
hacer nada” . El entusiasmo, trabajo, esfuerzo, ánimo no debe dejar paso a
actitudes de desaliento y dejadez. Pablo mismo se pone de ejemplo, no es
habitual en él, de cómo con el trabajo
de sus manos no es gravoso a nadie y que debemos revisar qué “modelos “ nos
sirven de referencia y pongamos nuestra
mirada en los que se esfuerzan y buscan el bien de todos.
Extraño
el texto evangélico de hoy: Lc 21, 5-19. Para la apocalíptica
el fin del mundo de este mundo es inminente y el hombre desea conocer cuándo y
qué signos lo anunciarán. Las dos preguntas que formulan los discípulos lo
recogen: ¿Cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso
está para suceder? A Jesús, y lo vemos en otros pasajes, no le agradan estas
preguntas porque resultan estériles. Todo se queda en cálculos y señales, sin
un compromiso directo con la realidad.
De ahí la respuesta de
Jesús que recoge un catálogo de estas señales:
guerras, revoluciones ,epidemias, hambre y signos espantosos. Pero nada de esto apunta
hacia el fin del mundo, sino que describe la dura realidad de las primeras
comunidades cristianas a las que se dirige Lucas: muchos eran juzgados y condenados
injustamente, traicionados incluso por sus seres más queridos.
Jesús introduce dos frases
que alivian esta tensión .La primera: Así tendréis ocasión de
dar testimonio. La persecución, la cárcel y los juicios injustos ofrecen
la posibilidad de dar testimonio de Jesús, y así lo interpretaron los numerosos
mártires de los primeros siglos y los mártires de todos los tiempos. La
segunda: ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra
perseverancia salvaréis vuestras almas.
Todo culminaría en la
aparición de Jesús, «el Hijo del Hombre que llega en una nube con gran poder y
gloria». Es el sol del que hablaba Malaquías, que ilumina y salva a todos los
que creen en él.
En el final del año litúrgico se nos advierte de que lo que importa es encarar con tesón las
dificultades, que no faltarán. Porque queremos ser
fieles a Dios y necesitamos llenarnos de confianza, fortaleza y entrega
para vivir y hacer vivir a los demás. Siendo conscientes de que Él estará con
nosotros hasta el fin de los tiempos.
Paco Aranda
Fuente: vía e-mail
Paco Aranda
Fuente: vía e-mail
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