El hecho religioso
en el mundo es tan antiguo como la humanidad y la cultura, entraña
unos saberes y experiencias que han tenido siempre sus manifestaciones
en las costumbres, en el culto y en las artes, en la vida naciente y en
la muerte. La religión no es reductible a un sentimiento ciego ni a un
anhelo de eternidad frente a la caducidad de la vida; entraña la
necesidad de inmortalidad y reclama una racionalidad y el empleo de la
inteligencia, busca la realidad fundamento de todo, de la vida y de la
persistencia del mundo. El sentido de la vida solo pueden darlo las
religiones y solamente aquella que incluye la victoria sobre la muerte,
se presenta ventajosamente. Hoy el universo es conocido cada vez mejor,
descubrimos los mayores misterios y se convierte en la gran pregunta.
No es razonable que a la religión se la excluya o margine de la
enseñanza, cuando es la que nos trasciende y apunta a lo que anhelamos y
que es inaccesible a la ciencia y a la tecnología. Aumentan los
recursos ecónomos, las ciencias y tecnologías; pero el problema de la
humanidad, del hombre y de las crisis, no resuelven sin atender al
alma, a la conciencia moral y a la fe. Las Universidades nacieron de la
Iglesia.
La religión es como la argamasa que traba y da consistencia a la
sociedad y a las culturas. No se vive en soledad y tiene intimidad
personal y una dimensión social; no es correcto marginar o rechazar su
enseñanza, cuando es una clave de identidad y convivencia. En la
Historia hay abundantes vestigios de religiones milenarias en todos los
continentes habitables, con objetos, símbolos, lugares, montes y hasta
ríos sagrados a los que acuden millones de personas, dando culto la
divinidad y para purificarse. En el politeísmo y en el monoteísmo
existieron sacrificios humanos, como en la América precolombina. El
cristianismo que es una religión bimilenaria, parte del monoteísmo
egipcio, de la revelación mosaica y de los profetas de Israel. Y aunque
los cristianos tenemos la Biblia, conjunto de libros sagrados e
inspirados, el cristianismo no es una” religión del libro,” como el
judaísmo y el Islam, es la religión de Cristo encarnado, que es nuestra
Ley y nos desvela a Dios Uno y Trino. Los Apóstoles sus testigos
enviados llevaron por todo el mundo la Palabra, el Bautismo las ideas
de Redención, Liberación y Resurrección a todas las gentes. En Cristo
culmina toda la creación que devuelve al hombre la dignificación y
glorificación trascendentes, que la ciencia no puede alcanzar. Creados y
llamados a ser hijos de Dios por adopción, la esencia de la religión
cristiana, es el amor y servicio a Dios y a los demás.
El Evangelio fue como la primera constitución europea. A
la evangelización con la palabra, la presencia y la sangre de los
mártires, reconocido el cristianismo, siguió la destrucción de Roma.
Pero a Europa hay que mirarla con los ojos de quienes la crearon. La
revolución de San Benito no fue crear una cultura ni conservar el
pasado, sino “buscar a Dios sobre todas las cosas, ir a lo esencial y
crear una escuela del servicio divino” Su cometido: “orar, leer, copiar y
estudiar los libros, la S. Escritura y obras de la cultura clásica de
las escuelas destruidas” El monasterio fue el lugar de la primera
ilustración, como una universidad del saber, sobre las ciencias, el
hombre, la naturaleza y la historia, convirtiéndolas en sabiduría, y
desplegadas con el “ora et labora.” Hoy el pragmatismo económico y
tecnológico arrastran y al “olvido, al rechazo de Dios y a una apostasía
silenciosa.”La religión parece irrelevante y aumenta su ignorancia.
Pero si quitamos, borramos y desconocemos el patrimonio artístico que la
Iglesia ha acumulado como expresión de la religiosidad. Y si no
pensamos, ni enseñamos y desconocemos su sentido, entontecidos,
degradamos el humanismo y la trascendencia de nuestra cultura.
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