"...Compartimos responsabilidades. Cuando el
sacerdote que celebra la Eucaristía disfruta con ella, disfrutan todos los
asistentes. Cuando él se apaga, se apagan todos. Si el animador no anima, se
desanima el equipo. Todos queremos hacerlo bien. Pero a todos nos asalta a veces
la rutina, y en nuestra debilidad podemos realizar las acciones más celestiales
con la indiferencia más terrena. De entrada, no hay que asustarse. Lo importante
es caer en la cuenta de la situación..."
De «Como
leones rugientes» de Carlos González Vallés, publicado en Sal
Terrae.
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