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La otra crisis: ¿El enemigo en casa?
Mon, 21 May 2012 17:53:00
Algunas
personas meten en el mismo saco a todos los colegios privados y por eso
los tildan en su conjunto de “religiosos” o de “monjas y curas”. Pero
esto no es así en realidad. Existen colegios de iniciativa privada que
nada tienen que ver con una congregación religiosa, una parroquia o una
fundación educativa cuyos estatutos están impregnados del humanismo
cristiano.
Nuestra Constitución da el derecho a los padres a
elegir la educación moral y religiosa que deseen para sus hijos y la
libertad necesaria para organizar una nueva comunidad educativa, siempre
y cuando se rija bajo el amparo de las leyes educativas vigentes. Y por
eso, deben ofertar la asignatura de Religión a todas las familias que
acuden a matricular a sus hijos, aunque, como ocurre en algunos casos,
ninguna de ellas opte por esta posibilidad que la ley les brinda.
Por
eso, dentro de los límites de la libertad de cátedra marca, no nos debe
de extrañar que en un colegio donde los directivos, profesores, padres y
alumnos han optado libremente por excluir de su plan de formación la
enseñanza religiosa y cualquier referencia trascendente, se le llame al
orden a ese maestro que anima a sus alumnos a confesarse y a acudir a la
misa dominical, o se despida a ese otro que hacía proselitismo del Opus
Dei entre las familias de sus tutorados. Tampoco extrañará a algunos;
sí a los que tenemos sentido común; que se dé todo tipo de facilidades y
licencias a las profesoras que se van a ausentar unos días del centro
para ir a abortar y se ponga mil y un impedimentos a aquella otra que
pide unos días de permiso para preparar la llegada al hogar de su hijo.
A
más de uno no le extrañará la actitud del equipo directivo de este tipo
de colegio “laicista”. Pero sí, con toda seguridad, si esto mismo
ocurre en un colegio religioso, diocesano o “impregnado” de humanismo
cristiano. ¿Verdad que sí? Pues el que tenga oídos que entienda.
Algunas
personas meten en el mismo saco a todos los colegios privados y por eso
los tildan en su conjunto de “religiosos” o de “monjas y curas”. Pero
esto no es así en realidad. Existen colegios de iniciativa privada que
nada tienen que ver con una congregación religiosa, una parroquia o una
fundación educativa cuyos estatutos están impregnados del humanismo
cristiano.
Nuestra Constitución da el derecho a los padres a elegir la educación moral y religiosa que deseen para sus hijos y la libertad necesaria para organizar una nueva comunidad educativa, siempre y cuando se rija bajo el amparo de las leyes educativas vigentes. Y por eso, deben ofertar la asignatura de Religión a todas las familias que acuden a matricular a sus hijos, aunque, como ocurre en algunos casos, ninguna de ellas opte por esta posibilidad que la ley les brinda.
Por eso, dentro de los límites de la libertad de cátedra marca, no nos debe de extrañar que en un colegio donde los directivos, profesores, padres y alumnos han optado libremente por excluir de su plan de formación la enseñanza religiosa y cualquier referencia trascendente, se le llame al orden a ese maestro que anima a sus alumnos a confesarse y a acudir a la misa dominical, o se despida a ese otro que hacía proselitismo del Opus Dei entre las familias de sus tutorados. Tampoco extrañará a algunos; sí a los que tenemos sentido común; que se dé todo tipo de facilidades y licencias a las profesoras que se van a ausentar unos días del centro para ir a abortar y se ponga mil y un impedimentos a aquella otra que pide unos días de permiso para preparar la llegada al hogar de su hijo.
A más de uno no le extrañará la actitud del equipo directivo de este tipo de colegio “laicista”. Pero sí, con toda seguridad, si esto mismo ocurre en un colegio religioso, diocesano o “impregnado” de humanismo cristiano. ¿Verdad que sí? Pues el que tenga oídos que entienda.
Nuestra Constitución da el derecho a los padres a elegir la educación moral y religiosa que deseen para sus hijos y la libertad necesaria para organizar una nueva comunidad educativa, siempre y cuando se rija bajo el amparo de las leyes educativas vigentes. Y por eso, deben ofertar la asignatura de Religión a todas las familias que acuden a matricular a sus hijos, aunque, como ocurre en algunos casos, ninguna de ellas opte por esta posibilidad que la ley les brinda.
Por eso, dentro de los límites de la libertad de cátedra marca, no nos debe de extrañar que en un colegio donde los directivos, profesores, padres y alumnos han optado libremente por excluir de su plan de formación la enseñanza religiosa y cualquier referencia trascendente, se le llame al orden a ese maestro que anima a sus alumnos a confesarse y a acudir a la misa dominical, o se despida a ese otro que hacía proselitismo del Opus Dei entre las familias de sus tutorados. Tampoco extrañará a algunos; sí a los que tenemos sentido común; que se dé todo tipo de facilidades y licencias a las profesoras que se van a ausentar unos días del centro para ir a abortar y se ponga mil y un impedimentos a aquella otra que pide unos días de permiso para preparar la llegada al hogar de su hijo.
A más de uno no le extrañará la actitud del equipo directivo de este tipo de colegio “laicista”. Pero sí, con toda seguridad, si esto mismo ocurre en un colegio religioso, diocesano o “impregnado” de humanismo cristiano. ¿Verdad que sí? Pues el que tenga oídos que entienda.
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