Mensaje de los Obispos de la Comisión Episcopal
para las Relaciones Interconfesionales con motivo de la Semana de Oración por
la Unidad de los Cristianos
Lema: Todos seremos transformados por la victoria de nuestro Señor
Jesucristo (Cf. 1 Co 15, 51-58)
1. Los materiales para la Semana de la Unidad
Los materiales de este año para la Semana de
Oración por al Unidad de los Cristianos han sido preparados por un grupo
ecuménico polaco teniendo muy presente la historia civil y religiosa de su
país.
Polonia ha experimentado a lo largo de los siglos muchas derrotas y
victorias: ha sido divida y anexionada en distintas ocasiones por potencias
extranjeras y a veces ha sido hecha desparecer por completo del mapa de Europa;
gran parte de su población ha tenido que emigrar, lo que ha causado cambios muy
significativos en la distribución de la población, también en lo que se refiere
a la religión; experimentó el ateismo materialista estatal de los países que
cayeron bajo la influencia de la antigua Unión Soviética después de la segunda
Guerra Mundial; en ella surgió un potente movimiento social y sindical que fue
decisivo en la caída del muro de Berlín; ha sido la tierra natal de Juan Pablo
II con todo lo que ha significado su pontificado para el mundo, Europa, la
Iglesia y el compromiso ecuménico…
Todo esto ha llevado al grupo ecuménico que
ha preparado los materiales de este año a interrogarse sobre el significado de
‘victoria’ y ‘derrota’ a la luz de la fe. La reflexión sobre estos conceptos tiene
una gran actualidad en nuestro mundo, y también, de manera especial en nuestra
Iglesia en España, pues nos obliga a ir hasta el fondo en la cuestión de en
dónde y en quién ponemos nuestra esperanza. El texto bíblico que se ha tomado
como referencia se encuentra en el capítulo quince de la primera Carta del
apóstol Pablo a los Corintios en el que se habla de la resurrección de Cristo y
sus efectos.
El apóstol
nos exhorta a dar gracias a Dios que “por medio de nuestro Señor Jesucristo nos
concede la victoria” (1Co 15, 57). No es una victoria fruto de
nuestro esfuerzo humano, ni una victoria según los criterios mundanos de éxito
y fracaso, sino una victoria conseguida por Jesús a través del misterio pascual
y en la que participamos por la fe. Al hacer nuestra la victoria del Señor nos
vamos transformando y configurando a Cristo, nosotros y nuestras Iglesias y
comunidades eclesiales, y vamos caminando hacia la unidad de todos los que
creemos en la victoria del Señor, según los criterios y los tiempos de Dios y
no según los nuestros. Este esfuerzo ecuménico requiere paciencia, servicio,
disponibilidad a abandonar algunas formas eclesiales que acaso nos sean
familiares pero no se corresponden adecuadamente al significado verdadero y
lleno de la experiencia cristiana, superar el deseo de competir entre nosotros,
etc. Por eso es importante escuchar la recomendación de san Pablo: “Por tanto,
hermanos míos muy queridos, manteneos firmes y constantes; destacad
constantemente en la tarea cristiana, seguros de que el Señor no permitirá que
sea estéril vuestro afán” (1Co 15, 58).
Para los
distintos días del Octavario se proponen temas para la meditación y la oración
relacionados con el concepto de victoria visto a la luz de la fe y del misterio
pascual. Así, se reflexiona sobre la espera paciente del Señor, Jesús como
siervo doliente, la victoria sobre el mal, la paz que trae el Resucitado, el
amor fiel de Dios, el buen Pastor y el Reino de Cristo.
Los obispos
de la Comisión Episcopal para las Relaciones Interconfesionales de la
Conferencia Episcopal Española, que tiene también encomendados los temas
relativos al ecumenismo y la unidad de los cristianos, consideramos que es un
material muy apropiado y útil no sólo para ser utilizado durante la Semana de
Oración por la Unidad, sino que también podría ser utilizado en otras ocasiones
a lo largo del resto del año, y exhortamos a nuestros fieles y comunidades a
aprovecharse de su riqueza. Promover la unidad de todos los bautizados nos
incumbe a todos y saber ver este compromiso con los ojos de la fe y no según
los criterios humanos de éxito y fracaso es fundamental. Este esfuerzo
ecuménico también implica entrar en el dinamismo pascual de muerte y
resurrección, configurándonos cada vez más a Cristo y dejándonos transformar por
Él.
2. La Jornada Mundial de la Juventud
Del 13 al 21
de agosto se ha celebrado en Madrid la Jornada Mundial de la Juventud presidida
por el Papa Benedicto XVI. Este acontecimiento, que el Papa mismo ha calificado
como una “cascada de luz”[i], aunque implique
directamente a la Iglesia católica, tiene importantes repercusiones ecuménicas
e interreligiosas. El lema elegido para la Jornada, tomado de la Carta de san
Pablo a los Colosenses, exhorta a la firmeza en la fe y a edificar nuestras
vidas sobre Cristo: “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe”
(cf. Col 2, 7). El encuentro personal con Cristo, que constituye el
centro de la vida de todo cristiano, como también la firmeza en la fe, evitando
todo relativismo y atajo simplista, son los pilares del diálogo ecuménico
auténtico al que estamos llamados. En sus discursos, Benedicto XVI también
subrayaba la importancia de la dimensión eclesial de la fe: “Pero
permitidme también que os recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con
Él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien
cede a la tentación de ir ‘por su cuenta’ o de vivir la fe según la mentalidad
individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar
nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él… Os pido,
queridos amigos, que améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os
ha permitido conocer mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su
amor.” Estas palabras del sucesor de Pedro nos invitan a no cejar en nuestro
esfuerzo por la plena unidad visible de la Iglesia querida por Cristo. Si es
verdad que el testimonio alegre de tantos jóvenes cristianos ha cautivado a
muchos, ese testimonio sería mucho más eficaz si surgiera de una plena unión visible
de todos los renacidos por el bautismo. Este hecho debe alentarnos a orar con
más insistencia por la unidad de los cristianos que, como sabemos, es un don de
Dios y no una conquista nuestra. En la Jornada Mundial de la Juventud celebrada
en Madrid participaron jóvenes de otras confesiones cristianas y católicos de
otros ritos, colaborando también en la realización de algunos de los actos,
como el Vía Crucis. Este es otro aspecto del compromiso ecuménico que debemos
alentar: la organización de acciones conjuntas de oración y de servicio a la
humanidad. Como afirmaba el Cardenal-Arzobispo de Madrid y Presidente de la
Conferencia Episcopal Española en su discurso inaugural de la XCVII Asamblea
Plenaria de los obispos españoles: “No podemos desperdiciar la gracia tan
singular de la JMJ de Madrid, a la que el Papa ha calificado como ‘una
estupenda manifestación de fe para España y, ante todo, para el mundo’. Hemos
de recoger sus frutos y hemos de aprovechar el impulso apostólico que de ella
se deriva para proseguir con decisión y confianza la tarea de la nueva
evangelización en todos los campos, pero en especial, en la pastoral juvenil”[ii].
3. Viaje apostólico a Alemania
Del peligro de “adulterar la fe
cediendo a la presión de la secularización”, de la ayuda mutua que nos debemos
dar los creyentes en Cristo para evitar esto, y de lo que constituye lo
esencial de la tarea ecuménica, ha hablado también el Papa Benedicto XVI en su
viaje apostólico a su tierra natal, en septiembre de este año. En el histórico
encuentro con los representantes del Consejo de “la Iglesia Evangélica en
Alemania” en la Sala Capitular del antiguo convento agustino de Erfurt, donde
vivió y estudió Lutero, el Papa señaló:
Lo más necesario para el
ecumenismo es sobre todo que, presionados por la secularización, no perdamos
casi inadvertidamente las grandes cosas que tenemos en común, aquellas que de
por sí nos hacen cristianos y que tenemos como don y tarea. Fue un error de la
edad confesional haber visto mayormente aquello que nos separa, y no haber
percibido en modo esencial lo que tenemos en común en las grandes pautas de la
Sagrada Escritura y en las profesiones de fe del cristianismo antiguo. Éste ha
sido para mí el gran progreso ecuménico de los últimos decenios: nos dimos
cuenta de esta comunión y, en el orar y cantar juntos, en la tarea común por el
ethos cristiano
ante el mundo, en el testimonio común del Dios de Jesucristo en este mundo,
reconocemos esta comunión como nuestro común fundamento imperecedero.
…
¿Acaso es necesario ceder a la
presión de la secularización, llegar a ser modernos adulterando la fe?
Naturalmente, la fe tiene que ser nuevamente pensada y, sobre todo, vivida, hoy
de modo nuevo, para que se convierta en algo que pertenece al presente. Ahora
bien, a ello no ayuda su adulteración, sino vivirla íntegramente en nuestro
hoy. Esta es una tarea ecuménica central. En ella debemos ayudarnos mutuamente,
a creer cada vez más viva y profundamente. No serán las tácticas las que nos
salven, las que salven el cristianismo, sino una fe pensada y vivida de un modo
nuevo, mediante la cual Cristo, y con Él, el Dios viviente, entre en nuestro
mundo.[iii]
En este mismo
viaje apostólico, Benedicto XVI se encontró también con representantes de las
Iglesias Ortodoxas, a los que señaló que “la Ortodoxia
es la más cercana teológicamente a nosotros; católicos y ortodoxos han
conservado la misma estructura de la Iglesia de los orígenes; en este sentido,
todos nosotros somos ‘Iglesia de los orígenes’ que, no obstante, sigue siendo
presente y nueva. Por eso nos atrevemos a esperar que no esté muy lejano el día
en que podamos celebrar de nuevo juntos la Eucaristía, aunque desde el punto de
vista humano surjan repetidamente dificultades”[iv].
Una de estas dificultades se halla, evidentemente, en la cuestión del Primado
de Pedro, y Benedicto XVI comentó en ese mismo
encuentro que para solventarla podría ser útil la distinción entre la
naturaleza del Primado y la forma de ejercerlo que fue propuesta por Juan Pablo
II en la encíclica Ut
unum sint.
En Alemania, el Papa también se
encontró con representantes de las comunidades judía y musulmana. A ellos,
igual que había hecho con los cristianos separados, les exhortó a trabajar
juntos por la promoción y la defensa de la vida humana y de la familia fundada en
el matrimonio entre un hombre y una mujer.
4. Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo
El 27 de
octubre de 2011, en el 25 aniversario de la primera Jornada Mundial de
Oración por la Paz convocada por el Beato Juan Pablo II, Benedicto XVI ha querido
volverse a reunir en Asís con representantes de otras Iglesias y comunidades
cristianas y de diversas religiones para una “Jornada de reflexión, diálogo y
oración por la paz y la justicia en el mundo”. El lema elegido era “Peregrinos
de la verdad, peregrinos de la paz”. En su importante discurso en la Basílica
de Santa María de los Ángeles, delante de la pequeña Iglesia de la Porciúncula,
corazón
del franciscanismo, el Papa habló de la incompatibilidad entre religiosidad
auténtica y violencia, reconociendo los errores que los miembros de la Iglesia
han podido cometer y han cometido en el pasado:
A
partir de la Ilustración, la crítica de la religión ha sostenido reiteradamente
que la religión era causa de violencia, y con eso ha fomentado la hostilidad
contra las religiones. En este punto, que la religión motive de hecho la
violencia es algo que, como personas religiosas, nos debe preocupar
profundamente. De una forma más sutil, pero siempre cruel, vemos la religión
como causa de violencia también allí donde se practica la violencia por parte
de defensores de una religión contra los otros. Los representantes de las
religiones reunidos en Asís en 1986 quisieron decir —y nosotros lo repetimos
con vigor y gran firmeza—, que esta no es la verdadera naturaleza de la
religión. Es más bien su deformación y contribuye a su destrucción…. Aquí se
coloca una tarea fundamental del diálogo interreligioso, una tarea que se ha de
subrayar de nuevo en este encuentro. A este punto, quisiera decir como
cristiano: Sí, también en nombre de la fe cristiana se ha recurrido a la
violencia en la historia. Lo reconocemos llenos de vergüenza. Pero es
absolutamente claro que éste ha sido un uso abusivo de la fe cristiana, en
claro contraste con su verdadera naturaleza. El Dios en que nosotros los
cristianos creemos es el Creador y Padre de todos los hombres, por el cual
todos son entre sí hermanos y hermanas y forman una única familia. La Cruz de
Cristo es para nosotros el signo del Dios que, en el puesto de la violencia,
pone el sufrir con el otro y el amar con el otro. Su nombre es «Dios del amor y
de la paz» (2 Co 13,11).
Es tarea de todos los que tienen alguna responsabilidad de la fe cristiana el
purificar constantemente la religión de los cristianos partiendo de su centro
interior, para que —no obstante la debilidad del hombre— sea realmente
instrumento de la paz de Dios en el mundo.[v]
5. Reciente
recrudecimiento de la persecución contra los cristianos en diversos lugares
Todavía muy recientemente, en estas mismas Navidades -
el mismo día de Nochebuena -, hemos vivido los atentados
contra Iglesias cristianas en Nigeria, con muchas pérdidas de vidas humanas (al
menos cuarenta muertos y decenas de heridos), así como el ataque, poco antes de
Navidades, a una Iglesia en el estado de Kerala, en la India, donde los
cristianos, cuya comunidad tiene una antigüedad de casi veinte siglos,
constituyen el 20 por ciento de la población, y están perfectamente integrados
en la vida social y cultural del país. Igualmente hay que mencionar el martirio
de la cristiana Mariah Manisah, de dieciocho años de edad, ocurrido el 27 de
noviembre pasado en la diócesis de Faisalabad, en el estado del Punjab, también
en la India, por negarse a un matrimonio forzado con un joven musulmán, y a la
inexorable conversión al Islam vinculada a ese matrimonio.
Estos hechos no son más que los últimos de un desgraciado rosario de
atentados contra personas y lugares de culto cristianos. Lo cierto es que el
setenta y cinco por ciento de las víctimas del odio religioso en el mundo son
cristianos. Los atentados de Nigeria han recibido una condena generalizada,
empezando por el Presidente nigeriano Goodluck Jonathan, pero, en general, la
mayoría de estos hechos se silencian o pasan de puntillas por los medios de
comunicación y en los organismos internacionales.
La posición de la Iglesia ante estos hechos está bien expresada por
Mons. John Olorufemi, Obispo de Abuya, en Nigeria. Decía en una entrevista a
Radio Vaticana al día siguiente de los antentados: “la Iglesia católica y la Conferencia
Episcopal siempre (...) hemos hecho mucho para animar y promover una vida de
armonía y de respeto recíproco con la comunidad musulmana. Debemos tratar, como
sea, de seguir creyendo que, a pesar de episodios como estos, vale la pena
proseguir en la vía del diálogo y de la reconciliación. La inmensa mayoría de
los nigerianos (musulmanes y cristianos) quiere vivir en paz, juntos. Queremos
hacer ver que entre las víctimas de estos atentados también había musulmanes.
Fuimos al hospital para visitar a los heridos graves. Hablé y oré con dos
musulmanes”. Y también: “Desde ayer tengo en mente la Palabra de Jesús ‘no hay
que temer a los que matan el cuerpo y que no pueden matar el espíritu’. No
debemos temer a esta gente. No debemos dejar que maten nuestro espíritu: el
espíritu de la convivencia, el espíritu de vivir juntos con los demás, el
espíritu de respetarnos los unos a los otros. Hay un enorme peligro, que con
este tipo de gestos se cree tensión y odio recíproco entre los cristianos y los
musulmanes. Y esto sería una tragedia todavía peor. Nos han consolado mucho las
palabras del Santo Padre, que ha rezado por nuestra gente. Esperamos que con
las oraciones del Papa y con la ayuda de la comunidad católica volvamos a
encontrar la vía de la paz”.
Estas manifestaciones de cristofobia
no tienen, obviamente, relación directa con la unidad de los cristianos. Pero
sí que son un reclamo que hace mucho más urgente el testimonio de nuestra
unidad y de nuestra solidaridad con nuestros hermanos cristianos, sean de la
confesión y de la nación que sean. El verdadero motivo para la unidad, sin
embargo, no nace de unas circunstancias históricas que la hacen más “útil” o
más conveniente. Nace de la voluntad de Dios y de la oración de Cristo, que
pidió al Padre nuestra unidad “para que el mundo crea” (Jn 17, 21). Esa voluntad de Dios corresponde, además,
perfectamente con el deseo de unidad que llevamos inscrito en el corazón,
unidad de la que la Iglesia es, en Cristo, signo e instrumento eficaz
(cf. Lumen gentium, 1).
6. La tarea
ecuménica en España y la Nueva Evangelización
A la luz de
estas intervenciones recientes del Santo Padre, de lo que ha significado para
la Iglesia que peregrina en España la Jornada Mundial de la Juventud y los
frutos que está llamada a dar, de la situación de los cristianos en algunos
países y de los temas que se proponen para la Semana de Oración por la Unidad
de los Cristianos de este año, los obispos de la Comisión de Relaciones
Interconfesionales de la Conferencia Episcopal Española queremos alentar a los
católicos a orar con fuerza, perseverancia y confianza, por la plena unidad
visible de todos los cristianos. Unidad que es querida por Cristo y pedida por
Él al Padre, que es un don, pero también una tarea de todos los bautizados y
renacidos por el agua y el Espíritu. El camino hacia la unidad pasa por vivir
intensamente y coherentemente la propia fe, sin adulterarla, ni ceder a las
presiones del secularismo. Pasa por no avergonzarse de dar testimonio público
de ella. Pasa por comprometerse con los demás cristianos, los creyentes de
otras religiones y los hombres de buena voluntad por la justicia y la paz en el
mundo, por la defensa y promoción de la vida humana y de la familia fundada en
la unión estable y abierta a la vida de un hombre y una mujer. Pasa, en
definitiva, por una conversión real y profunda, por una configuración cada vez
más plena a Cristo muerto y resucitado, haciendo nuestra por la fe su victoria
sobre el pecado y la muerte y manifestándola a través de nuestras obras. La
nueva evangelización a la que se nos convoca pide también de todos nosotros un
mayor esfuerzo ecuménico para que nuestro testimonio cristiano sea más creíble.
¡Pidamos al Señor que la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos de
este año nos ayude a todos a crecer en nuestra vida cristiana y en nuestra
tarea ecuménica, de modo que las personas a las que somos llamados a
evangelizar con nuevo ímpetu ‘crean en el Padre y en el Hijo que ha enviado y
tengan así vida eterna’ (cf. Jn 17, 3)!
Los obispos de la Comisión Episcopal de
Relaciones Interconfesionales
[i] Benedicto XVI, Audiencia
general del miércoles 24 de agosto 2011, en Ecclesia 3.586/87
(3 y 10-IX-2011) p. 14; y en BENEDICTO XVI, Discursos en la Jornada
Mundial de la Juventud en Madrid, edición preparada
por Jesús de las Heras Muela, BAC, Madrid 2011, p. 133.
[ii] Antonio María Rouco Varela,
Discurso inaugural de la XCVIII Asamblea Plenaria,
21 de noviembre 2011, Madrid, Edice, p. 18.
[iii] Benedicto
XVI, Encuentro con los representantes del consejo de la Iglesia Evangélica en
Alemania, antiguo convento
agustiniano de Erfurt, Viernes 23 de septiembre 2011, en Ecclesia 3.591
(8-X-2011) p. 19.
[iv] Benedicto
XVI, Encuentro con representantes de las Iglesias ortodoxas y
ortodoxas orientales, Discurso del Santo Padre, Hörsaal del
Seminario de Friburgo de Brisgovia, Sábado 24 de
septiembre de 2011, en
Ecclesia 3.591 (8-X-2011) p. 26.
[v] Benedicto
XVI, Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia
en el mundo:"Peregrinos de la verdad, Peregrinos de la paz", Intervención del Santo Padre, Asís, Basílica de Santa María de los Ángeles, Jueves
27 de octubre de 2011, en Ecclesia 3.596 (12-XI-2011) p. 27.
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