El profesorado de Religión católica y evangélica denuncia que se enfrenta a «prejuicios de otra época»
«No somos una secta, pero lo piensan». La frase es María
Teresa Álvarez Terán, Maite, una de las tres profesoras de Religión
evangélica encargadas de impartir la materia a los 144 alumnos que han
elegido estudiarla este curso en Asturias, seis más que el pasado año,
cuando sumaban 138. Sólo se encuentran en la red de enseñanza pública. Y
únicamente en tres centros educativos de Ribera de Arriba (con 61
estudiantes), Oviedo (con 59) y Siero (25). «La mayor parte, estudiantes
gitanos, aunque cada vez más alumnos procedentes de Latinoamérica»,
subraya.
A pesar de que la matrícula aumenta, los docentes de la
asignatura se sienten atrapados «entre dos frentes, en tierra de nadie»,
afirma esta profesora itinerante: «El de la predominante Religión
católica y el de esa otra religión que se extiende: el ateísmo».
Incomprendidos. «Víctimas de prejuicios propios de otra época», denuncia
su colega, la pionera de las clases de evangélica allá por 1997, Eunice
Moragrega.
«Y eso, a pesar de que el Principado nunca nos ha puesto
ningún inconveniente y de que nuestra formación es muy dura, con dos
años de estudios de asignaturas como Teología o Hermenéutica y el visto
bueno de la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España»,
añade.
Son los minoritarios, los que tienen que hacer
«malabarismos para formar grupos» y «juntar a los alumnos de primero con
los de cuarto». Pero, con todo, las cosas avanzan lentamente y, desde
el curso pasado, ya cuentan con libros de texto de la editorial Akal.
Eso sí, de momento, «sólo para primero y tercero de Primaria».
Los desarrollos de la Ley Orgánica de Educación (LOE),
vigente desde 2006, no dejan lugar a dudas: todos los alumnos tienen
derecho a elegir una materia confesional (católica, evangélica,
islámica o judía), que es voluntaria. Y, quienes no lo hagan, recibirán
la «debida atención educativa» por los centros de enseñanza que no puede
implicar desventaja académica alguna para los que cursen Religión.
Con la demanda en evangélica al alza y sin ella para
Religión islámica y judía, porque, según explica la Consejería de
Educación y Universidades, «en el momento que un solo alumno lo pidiese,
habría que poner un profesor», los docentes de la confesión mayoritaria
han emprendido una batalla en la que denuncian que lo que el papel de
la ley aguanta no se sostiene en la práctica.
Agrupados en la plataforma Religión en la Escuela, de la
que es portavoz Antonio Cabeza, profesor en el IES Escultor Juan de
Villanueva, de Pola de Siero, los 270 docentes de Religión católica
(unos 210 en Primaria y 60 más en Secundaria) llevan años denunciando
que se sienten «discriminados». Y, con ellos, buena parte de sus 42.091
alumnos.
Sin convenio
«En primer lugar, porque carecemos de un convenio con el
Principado que regule nuestras condiciones socio-laborales», explica
Antonio Cabeza, Toño, que enumera los obstáculos de la asignatura en
Bachillerato, su caballo de batalla: desde los centros educativos que
ponen horarios incómodos que disuaden a los alumnos de matricularse a
los estudiantes que no pueden utilizar el transporte escolar por esos
mismos horarios imposibles o los que permiten el absentismo en la clase
de Atención Educativa. Dificultades varias que, necesariamente,
«repercuten en el empleo».
Con este panorama y también con los «prejuicios»
rondándoles y a pesar de que la matrícula cae en picado en la transición
de Primaria a Secundaria, cuenta que «está habiendo dificultades para
cubrir vacantes en ESO y Bachillerato». Y no le extraña, dice, porque,
además de la Declaración Eclesiástica de Idoneidad (DEI) que expide el
Arzobispado, «es necesario tener la licenciatura en Ciencias Religiosas o
en Teología o tener otra licenciatura y ser diplomado en esos estudios,
que son muy específicos que no garantizan una estabilidad laboral, de
la que ahora no gozamos».
«Aún así, siempre hay alguno que te señala pensando que
estás ahí puesto a dedo por ser el sobrino de no sé quién». A unos y
otros les compensa, aseguran, «la lección de compromiso y la motivación»
de sus alumnos. «A la Administración y los colegas sólo les pedimos
respeto».
«No somos una secta, pero lo piensan». La frase es María
Teresa Álvarez Terán, Maite, una de las tres profesoras de Religión
evangélica encargadas de impartir la materia a los 144 alumnos que han
elegido estudiarla este curso en Asturias, seis más que el pasado año,
cuando sumaban 138. Sólo se encuentran en la red de enseñanza pública. Y
únicamente en tres centros educativos de Ribera de Arriba (con 61
estudiantes), Oviedo (con 59) y Siero (25). «La mayor parte, estudiantes
gitanos, aunque cada vez más alumnos procedentes de Latinoamérica»,
subraya.
A pesar de que la matrícula aumenta, los docentes de la
asignatura se sienten atrapados «entre dos frentes, en tierra de nadie»,
afirma esta profesora itinerante: «El de la predominante Religión
católica y el de esa otra religión que se extiende: el ateísmo».
Incomprendidos. «Víctimas de prejuicios propios de otra época», denuncia
su colega, la pionera de las clases de evangélica allá por 1997, Eunice
Moragrega.
«Y eso, a pesar de que el Principado nunca nos ha puesto
ningún inconveniente y de que nuestra formación es muy dura, con dos
años de estudios de asignaturas como Teología o Hermenéutica y el visto
bueno de la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España»,
añade.
Son los minoritarios, los que tienen que hacer
«malabarismos para formar grupos» y «juntar a los alumnos de primero con
los de cuarto». Pero, con todo, las cosas avanzan lentamente y, desde
el curso pasado, ya cuentan con libros de texto de la editorial Akal.
Eso sí, de momento, «sólo para primero y tercero de Primaria».
Los desarrollos de la Ley Orgánica de Educación (LOE),
vigente desde 2006, no dejan lugar a dudas: todos los alumnos tienen
derecho a elegir una materia confesional (católica, evangélica,
islámica o judía), que es voluntaria. Y, quienes no lo hagan, recibirán
la «debida atención educativa» por los centros de enseñanza que no puede
implicar desventaja académica alguna para los que cursen Religión.
Con la demanda en evangélica al alza y sin ella para
Religión islámica y judía, porque, según explica la Consejería de
Educación y Universidades, «en el momento que un solo alumno lo pidiese,
habría que poner un profesor», los docentes de la confesión mayoritaria
han emprendido una batalla en la que denuncian que lo que el papel de
la ley aguanta no se sostiene en la práctica.
Agrupados en la plataforma Religión en la Escuela, de la
que es portavoz Antonio Cabeza, profesor en el IES Escultor Juan de
Villanueva, de Pola de Siero, los 270 docentes de Religión católica
(unos 210 en Primaria y 60 más en Secundaria) llevan años denunciando
que se sienten «discriminados». Y, con ellos, buena parte de sus 42.091
alumnos.
Sin convenio
«En primer lugar, porque carecemos de un convenio con el
Principado que regule nuestras condiciones socio-laborales», explica
Antonio Cabeza, Toño, que enumera los obstáculos de la asignatura en
Bachillerato, su caballo de batalla: desde los centros educativos que
ponen horarios incómodos que disuaden a los alumnos de matricularse a
los estudiantes que no pueden utilizar el transporte escolar por esos
mismos horarios imposibles o los que permiten el absentismo en la clase
de Atención Educativa. Dificultades varias que, necesariamente,
«repercuten en el empleo».
Con este panorama y también con los «prejuicios»
rondándoles y a pesar de que la matrícula cae en picado en la transición
de Primaria a Secundaria, cuenta que «está habiendo dificultades para
cubrir vacantes en ESO y Bachillerato». Y no le extraña, dice, porque,
además de la Declaración Eclesiástica de Idoneidad (DEI) que expide el
Arzobispado, «es necesario tener la licenciatura en Ciencias Religiosas o
en Teología o tener otra licenciatura y ser diplomado en esos estudios,
que son muy específicos que no garantizan una estabilidad laboral, de
la que ahora no gozamos».
«Aún así, siempre hay alguno que te señala pensando que
estás ahí puesto a dedo por ser el sobrino de no sé quién». A unos y
otros les compensa, aseguran, «la lección de compromiso y la motivación»
de sus alumnos. «A la Administración y los colegas sólo les pedimos
respeto».
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