José Javier Esparza
Sábado, 13. Diciembre 2014 - 9:52
Alá
es el Dios Único, Eterno e Incomparable. El Corán es el libro sagrado
de Dios. Mahoma, el Profeta, es el ejemplo a seguir. Pero se habla de
“igualdad de género” y “educación para la paz”.
El
Boletín Oficial del Estado daba a conocer el pasado jueves la
Resolución de 26 de noviembre de 2014, de la Dirección General de
Evaluación y Formación Profesional, por la que se publica el currículo
del área Enseñanza Religión Islámica de la Educación Primaria. El texto
del Gobierno, redactado por la Comisión Islámica de España, prescribe
los contenidos básicos de la asignatura. Uno, el conocimiento de Al-lah (Dios), Único, Eterno e Incomparable.
Dos, la Revelación: El Corán, libro sagrado de Dios, Tres, el Profeta:
vida, obra y ejemplo a seguir. Añade el texto gubernamental que se trata
de “trabajar la fe islámica desde sus fuentes básicas, el Corán junto
con su práctica llevada por el profeta Muhammad (P.B.) como receptor y
modelo de la revelación de Dios, apreciar la importancia de la creación
divina, conociendo la sucesión de los mensajes divinos”. Esa
abreviatura, P.B., significa “paz y bendiciones” y es el saludo
específico que ha de tributarse a Mahoma cada vez que se le cita.
Un texto confesional
La
lectura de la disposición gubernamental sorprende por su
confesionalidad, ciertamente inusual en un texto administrativo. Por
ejemplo, cuando habla de “conocer y arraigar la fe en Al-lah, Creador del Universo,
de todos los seres vivos y Único Dios adorado” o “conocer a Muhammad
(P.B.), profeta de Dios y el último de los mensajeros, así como valorar
la importancia de sus dichos y hechos como modelo a seguir”. Ocurre que
el currículo de la asignatura no ha sido redactado por el Ministerio de
José Ignacio Wert, sino que se limita a transcribir la propuesta de la
Comisión Islámica de España. Una vieja ley del año 1992 “garantiza a los
alumnos musulmanes, a sus padres y a los órganos escolares de gobierno
que soliciten, el ejercicio del derecho de los primeros a recibir
Enseñanza Religiosa Islámica en los centros docentes públicos y privados
concertados, siempre que, en cuanto a estos últimos, el ejercicio de
aquel derecho no entre en contradicción con el carácter propio del
centro”. Más adelante, en 2006, en tiempos de Zapatero, cuando la
religión católica se puso al nivel de cualesquiera otras confesiones, se
decidió que “la determinación del currículo y de los estándares de
aprendizaje evaluables que permitan la comprobación del logro de los
objetivos y adquisición de las competencias correspondientes a la
asignatura Religión será competencia de las respectivas autoridades
religiosas. Las decisiones sobre utilización de libros de texto y
materiales didácticos y, en su caso, la supervisión y aprobación de los
mismos corresponden a las autoridades religiosas respectivas, de
conformidad con lo establecido en los Acuerdos suscritos con el Estado
español”.
Fuentes oficiosas del
Ministerio de Educación explican a gaceta.es que el objetivo del
currículo de Religión Islámica es controlar las enseñanzas que la
comunidad islámica imparte a sus miembros, un propósito que
comparte la propia Comisión Islámica de España. No se dice, pero se
sobreentiende que unos y otros andan preocupados por la proliferación de
predicadores fundamentalistas al margen de los canales oficiales. El
propio texto gubernamental viene a reconocerlo cuando explica que “el
reto que se le presenta en la actualidad al área de Religión Islámica
(…) es que los niños y niñas traen noticas al aula, acuden con
informaciones, saben y se comportan siguiendo valores y normas
entendiendo ellos que conforman su idea de Islam; debido en gran parte a
la información y difusión que conocen a través de los medios, el seno
familiar, el grupo de iguales y el propio entorno sobre su religión.
Ahora bien, estos saberes con los que llegan no siempre son correctos,
son preconceptos, prejuicios, concepciones erróneas, conocimientos
distorsionados e imprecisos, compartidos entre ellos y con una fuerte
carga emotiva”.
Cuadratura del círculo
Frente a esos “prejuicios”, el currículo de Religión Islámica prescribe
“la indagación, iniciativa personal, búsqueda de información, la
moderación en el culto, el consenso, la consulta, la interpretación
correcta de textos, la crítica, el correcto tratamiento y la
utilización de las Tecnologías de la Información y la Comunicación,
relativas al Islam”. Su objetivo es “construir en el alumnado,
progresivamente, tanto la identidad propia y afín a sus creencias, a la
vez respetuosa con la diferencia”. En suma: compatibilizar la ortodoxia
musulmana con la convivencia en una sociedad democrática.
El
resultado es un currículo que mantiene la ortodoxia religiosa pero la
trufa de consideraciones sociológicas modernas. Así, por ejemplo, se
mantiene el exclusivismo tradicional del islam: “conocer y arraigar la
fe en Al-lah, Creador del Universo, de todos los seres vivos y Único
Dios adorado”, “reconocer el Corán como palabra de Dios revelada al
Profeta Muhammad”, “leer, recitar y memorizar diferentes fragmentos del
Corán, profundizar en su estudio para comprender mejor su significado,
lenguaje y, en último término, la palabra de Dios”, “reconocer la
importancia de los profetas, la sucesión de sus mensajes sagrados, de
sus enseñanzas, la hermandad entre todos ellos y sus aportaciones al
Islam”, “conocer a Muhammad (P.B.), profeta de Dios y el último de los
mensajeros, así como valorar la importancia de sus dichos y hechos como
modelo a seguir”, “descubrir los valores básicos del Islam y ponerlos
como guía de los comportamientos individuales y sociales”, etc. Pero, al
mismo tiempo, se indican orientaciones de carácter tolerante: “valorar y apreciar la importancia de la Creación y reconocer en el mundo natural la acción y atributos de Dios”,
“apreciar el valor de la vida humana como don de Dios y derecho a su
existencia”, “utilizar los valores y actitudes del Islam como medio de
acercamiento a las distintas culturas, religiones y sociedades, resolver
los conflictos de forma pacífica y lograr una mejor convivencia”,
“conocer las aportaciones de hombres y mujeres, valorándolas por igual,
para un desarrollo efectivo y común de ambos”, “fomentar actitudes de
igualdad y participación, valores y normas, dirigidas a la no
discriminación y la no violencia en todas sus manifestaciones”… Un buen
ejemplo de esta cuadratura del círculo es el punto 14 de las
indicaciones generales del currículo, que por un lado prescribe “acercar
a los niños y niñas a la jurisprudencia islámica” y simultáneamente
propone “desarrollar el uso de la libertad religiosa”.
Significativamente,
el currículo aportado por la Comisión Islámica y oficializado por el
Gobierno habla de tolerancia, diálogo interreligioso, respeto a los
cristianos, igualdad de género y educación para la paz, pero no dice una
palabra sobre el carácter aconfesional del Estado y, al contrario,
mantiene la noción de “nación islámica”. Asimismo, reivindica la huella
histórica del islam en España, extinguida hace casi medio milenio, como
parte de la identidad de los musulmanes contemporáneos.
Según datos de la propia comunidad islámica, fechados a finales de 2013, en el territorio español viven 1.703.529 musulmanes,
la mayoría de los cuales posee nacionalidad marroquí (783.137
personas). El segundo grupo lo componen españoles conversos o
inmigrantes que han adquirido la nacionalidad española. Después, y por
este orden, pakistaníes –afincados fundamentalmente en Cataluña-,
senegaleses y argelinos. La comunidad con mayor presencia musulmana es
Cataluña: 448.879, por delante de Andalucía con 266.421 personas y de
Madrid con 249.643. En conjunto, los musulmanes representan el 3 por
ciento de la población en España; de ellos, el 30 por ciento posee la
nacionalidad española.
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