“Es la ciudadanía la que pide la clase de Religión en el sistema educativo”

Carlos Esteban, profesor de Pedagogía de la Religión y director de Religión y Escuela. 
 
Por José M.ª de Moya.
 
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La Religión se somete cada inicio de curso a un “referéndum” popular por el que las familias y los alumnos eligen o no cursar esta asignatura. Pese a ello, la materia –que es voluntaria– carece de alternativa y se la considera “catequesis”.
 
Carlos Esteban es director de la revista Religión y Escuela. Fue profesor de Religión en un instituto y ahora imparte Pedagogía de la Religión en el Centro Universitario La Salle, de la Universidad Autónoma de Madrid. Ha publicado varios libros sobre la didáctica de esta materia y su presencia en el sistema educativo. Su último trabajo es sobre las competencias básicas.

¿Se sienten atacados los profesores de Religión en los últimos tiempos?
 
Se sienten poco reconocidos socialmente. Aunque se sienten muy reconocidos en su Claustro, por las familias y también por los alumnos. Hay un porcentaje importante de alumnos que piensa que los profesores de Religión son mejores que los de otras áreas. En cambio, en la sociedad e incluso la Iglesia se sienten menos reconocidos. Cuando se les conoce de cerca, son muy valorados, y cuando te vas alejando, esa valoración baja considerablemente.

¿Incluso en la Iglesia?
 
Se sienten reconocidos y apoyados, pero parece como si algunos grupos dentro de la Iglesia les situaran en otro tiempo, antes de la democracia. Hay una imagen de profesor como no titulado, no suficientemente preparado, lo cual es paradójico porque el profesorado de Religión no sólo está claramente titulado, sino que el 70% de los de Secundaria tiene otra titulación además de la que se necesita para ser profesor de Religión.
 
Yo tenía el prejuicio de que un profesor de Religión es considerado de segunda dentro del Claustro.
 
Bueno, es verdad que tienen la dificultad de que no son funcionarios y parece que acceden por un medio distinto. Esto hace que, a veces, cuando hay grupos muy anticlericales, se subraye.

  En muchas ocasiones se ha confundido la asignatura de Religión con catequesis. ¿Es eso parte del problema?
 
Antiguamente así era y con cierta razón. Después de aprobada la Constitución tenía que haber nuevos modos de entender la asignatura. Si fuera una catequesis, la Religión en la escuela pública dejaría de tener sentido porque las catequesis ya las tenemos en las parroquias. Y la clase de Religión puede llegar a mucha más gente que no quiere una iniciación religiosa. De hecho, tenemos un porcentaje de alumnos del 25% que escoge la asignatura no por motivos de fe, sino por los valores, el conocimiento, la cultura...
 
Pero, por lo que dices, tampoco se puede circunscribir únicamente a un ámbito exclusivo de transmisión de conocimientos.
 
La clase de Religión no es neutral. En la medida que no lo es, quieras o no, tú no pretendes una objetividad del saber, sino que transmites el mensaje que tú crees. Existe el componente confesional.

  Esto justifica situaciones que a veces no son bien entendidas como, por ejemplo, que el profesor de Religión necesite el aval del Obispo.
 
Claro. En una sociedad plural hay quien piensa que el hecho de que la Iglesia intervenga en la sociedad pública en la clase de Religión es algo muy anticuado. Yo creo que es profundamente progresista porque es respetar a todos los grupos de la sociedad. La ciudadanía lo que hace es pedir la clase de Religión que quiere en el sistema educativo, en ejercicio de la libertad religiosa. Y el Estado pide la cooperación de la Iglesia. Esto tendríamos que explicarlo mucho mejor a nuestra sociedad porque yo creo que no se entiende del todo bien.

  Gregorio Peces-Barba se apoyaba en esto para decir que la Religión debería estar fuera del colegio y, si no, fuera del horario escolar.
 
Tendría sentido si obligásemos a toda la ciudadanía. Pero es que hemos pedido permiso a la ciudadanía para hablar de nuestra fe. Cuando los padres eligen las clases de Religión Católica –o cualquiera de las otras confesiones que pueden elegir en este país– en realidad lo que estamos haciendo es pedir permiso a los padres. Los padres son los que lo piden, en el ejercicio de sus libertades, de sus derechos fundamentales, que sus hijos aprendan Religión. Yo creo que es más represivo que el Estado no responda a esa solicitud. Anualmente hacemos “referéndum” para ver quién quiere clase de Religión.

 
De Educación para la Ciudadanía no se hace “referéndum”.
 
No, no se hace. Por eso no pueden ir más allá de lo comúnmente compartido. Porque, si el Estado educa en algo que no es compartido por la mayoría, incurre en una función que no es la suya. Se convierte en un educador moral y él debe permanecer neutral ante la moral, la religión y otras cosas. Porque las libertades les corresponden a los ciudadanos. Por eso, evidentemente, como la Religión no es compartida por todos, pedimos permiso.

 
Peces-Barba habla de moralidad pública y moralidad privada, y que la Educación para la Ciudadanía debe instalarse en la primera y la Religión en la segunda. Yo creo que se solapan.
 
Nosotros dignificamos la persona y la persona no tiene un compartimento público y otro estanco, eso es bipolar. Pensamos que la persona es una, con una personalidad que se ejerce públicamente, interiormente, etc. Hacer esa separación es muy intelectual, si se quiere, muy pedagógico, tiene cierto fundamento, pero no unifica nada a la persona en la antropología que nosotros pensamos. Sería más aceptable hablar de ética mínima y ética de máximos porque esto hace compatible la unificación de la personalidad y no la bipolaridad, que a veces puede ser un poco hipócrita. La mínima sería aquello que compartimos la ciudadanía en su conjunto. Pero la personalidad humana tampoco es una personalidad de mínimos, todos tendemos hacia arriba, hacia lo máximo. Si sólo educásemos en lo mínimo, algo de la personalidad quedaría sin atender, sin cultivar. Quizás Educación para la Ciudadanía pueda en algún momento responder a esto si no se extralimita, pero a pesar de ello, tenemos que atender a los máximos que forman parte de la naturaleza humana.
 
¿La ética de mínimos vive de la ética de máximos?
 
Claro, porque la ética de mínimos es lo que compartimos de las distintas éticas de máximos. Me gusta más este lenguaje que el de privado y público, que entiende que una cosa es lo que tengo que hacer de cara al público y otra lo que puedo hacer a nivel privado. Esto no coincide al menos con la antropología cristiana.

 De las dos opciones que se barajaron para solucionar el conflicto de Educación para la Ciudadanía: contenidos compartidos por todos o voluntaria, ¿cuál te parece la adecuada?
 
A mí me parece que en el sistema educativo lo voluntario hay que saber gestionarlo bien porque si no, nos encontraremos con situaciones como las de la clase de Religión. Lo eliges, pero si no lo eliges, no sabemos qué hacer con los que no la eligen. Eso genera problemas. Hay que gestionarlo bien porque hablamos de enseñanza básica y como tal es obligatoria; y porque es obligatoria es gratuita. En esto, la Administración y el Estado tienen una responsabilidad que asumir. Seguramente hay elementos de Educación en valores, de derechos humanos, de protagonismo ciudadano, cívico, que tienen que estar en el sistema educativo. Luego podemos debatir si constituye una asignatura como tal o un elemento de varias asignaturas. Lo mismo ocurre con el saber religioso. Y sin el hecho religioso en general falta algo para interpretar lo que hoy somos y dónde estamos. Hay elementos de Educación para la Ciudadanía y de Religión que tienen que estar obligatoriamente en el sistema educativo, pero hay otros elementos de Religión que no son necesariamente compartidos por todos y que sí pueden estar en el sistema educativo porque la ciudadanía los reclama. Hay que ver hasta qué punto se puede articular un área de Educación en valores.

  ¿Y dentro de esta área podría estar la asignatura de Religión?
 
Claro, claro. Asegurando un saber religioso mínimo para todos, unos valores comunes y, a partir de ahí, los padres pueden elegir la religión que quieren. No cambiaría mucho respecto de la situación actual, sólo que articularía curricularmente mejor lo que ya hay. No se trata de una nueva solución.

Lo que no me encaja bien en este planteamiento es cuál sería el otro máximo alternativo para los que no quieren Religión.
 
Creo que lo alternativo tiene que estar entre las propias confesiones religiosas. Y los que realmente no quieran ninguna confesión religiosa tienen que seguir profundizando en una ética cívica. Esto ya lo tuvimos y tiene sus detractores, con aquella Ética como alternativa a la Religión en el BUP.

  ¿Te gustó entonces como funcionó Ética o Religión?
 
Me gustó y me gusta. Aquel modelo con un curso previo para todos de Educación para la Ciudadanía sobre ética mínima me parece muy adecuado. En su día se criticó que la Ética debería ser para todos y no sólo para los que no querían Religión. La ética mínima puede ser para todos, pero eso ocupa un curso y seguramente no en Primaria.
 
Parecido a aquella Ética y Religión fue el planteamiento que se dibujó en la Logse con el modelo confesional y el aconfesional. ¿Te parecía bien ese modelo?
 
Ese modelo es muy impositivo en el sentido de que garantiza un saber religioso para todos. El que lo quiera lo tendrá confesional y el que no, lo tendrá cultural. Pero es verdad que aquel modelo, que yo valoré muy positivamente en su momento, tenía una limitación y es que era desde los 3 a los 18 años; y a lo mejor ahora puede verse un poco exagerado.

  Porque esto plantea sobre todo problemas con la parte no confesional.
 
Sí, sí. La parte no confesional realmente no necesita 15 años. Yo creo que hay un saber religioso que atender incluso para los que no quieren Religión, pero 15 años de 18 puede molestar.

  Según tu planteamiento, se habría solucionado con esos cursos de mínimos.
 
Exacto. Yo creo que sí se puede dar una alternativa entre Ética y Religión, como se hizo en su momento en el BUP, pero con ese curso previo compartido por todos.
 
¿La Iglesia estaría dispuesta a renunciar a la asignatura de Religión en algunos cursos a favor de esas asignaturas de mínimos?
 
Yo no me atrevo a decirlo. La jerarquía tendría que decidirlo. Pero, por ejemplo, yo creo que la Iglesia estaría abierta a un sano tratamiento de lo religioso en el sistema educativo. Actualmente no tenemos este tratamiento curricular porque a los que eligen Religión se les incrementa la carga lectiva, el horario, la calificación... Aunque luego se les descuenta. Entonces, los que no eligen Religión se ven un poco aligerados en materia lectiva, por lo que hay una situación anómala. Se tiene que llegar a una situación que garantice la igualdad de todos. En estas condiciones, la clase de Religión empieza a ser un poco molesta en Secundaria en la Pública. Cabría un sano tratamiento de la asignatura de Religión, negociando, pactando, con una solución estable, con un pacto real y no con una imposición unilateral por parte del Gobierno.

El problema fundamental que tiene actualmente es la falta de alternativa.
 
Sí, es evidente. En Infantil y Primaria no se nota. De hecho, una inmensa mayoría, 40 años después de la instauración democrática, sigue eligiendo la clase de Religión. Un 72% en general, pero en Infantil y Primaria el porcentaje es mayor. En Secundaria esta situación de no alternativa perjudica claramente la opción por la clase de Religión; y en Bachillerato más porque los alumnos empiezan a pensar ya en la Selectividad.
 
¿Es del todo legal esta situación? ¿Cómo lo define la LOE?
 
La LOE no favoreció la situación, lo hizo mal. Estableció que quien quisiera Religión en Bachillerato la tendría, pero no dice más. Eso tenía que haber sido contestado y, de hecho, fue recurrido en algunas comunidades autónomas. Es verdad que no son enseñanzas obligatorias, pero sí reguladas y la legislación dice que en las enseñanzas reguladas tiene que haber una simetría académica. No pasa nada porque los alumnos elijan y diversifiquen sus opciones curriculares, pero con una cierta simetría. Si en nuestra sociedad lo religioso se viviera con normalidad, como sucede en otros países de Europa, con naturalidad, esto llenaría también de responsabilidad al Estado y a las comunidades educativas.

  La alternativa a la religión
 
¿El modelo de ofrecer una alternativa regulada no sería tumbado, como ha sucedido alguna vez por el Tribunal Supremo, porque consideran que la situación es discriminatoria en cualquiera de los casos?
 
Bueno, fue tumbado que la Logse estableciera que quien no iba a Religión podía repasar las materias fundamentales. Se privilegió a quien no iba a Religión. Pero, por ejemplo, el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura dijo que se puede regular perfectamente una alternativa no confesional a la Religión. Lo que los tribunales también han dicho es que ni necesaria ni obligatoriamente la alternativa tiene que tener un contenido moral.
 
Puede versar, por tanto, sobre cualquier conocimiento.
 
Claro, siempre que no sea un refuerzo. Hay que hacer un equilibrio entre que no sea un refuerzo y que a la vez se aproveche el tiempo educativamente, con contenidos lo más simétricos posibles en el ámbito de los valores de civismo y de lo religioso desde un punto de vista no confesional. Los que no vengan a clase de Religión ahora, con la alternativa que tenemos, son una generación perdida para el Museo del Prado, para las catedrales, para la historia de Europa, una generación perdida para lo religioso. No hemos sabido cultivar su interioridad, su trascendencia, su estética, su capacidad ética.
 
No tendría mucho sentido que la alternativa fueran materias como Astronomía o Filología.
 
Lo que interesa es que haya una cierta simetría. Es como el área de lengua extranjera: cubre sus objetivos tanto si eligen Inglés como primer idioma o Francés, porque el objetivo educativo es que el alumno aprenda a expresarse y a comprender una lengua extranjera. Tendríamos que crear un área –en ese sentido la LOE hizo una buena apuesta– de un saber religioso. Si hubiera un debate pedagógico sano en nuestro país, que no lo hay, yo creo que se podría articular perfectamente. Y eso es una responsabilidad que tiene que asumir la Administración educativa.
 
“Que haya crucifijo es un símbolo; que no lo haya, también”
 
¿Cuál es tu posición con respecto al crucifijo en las aulas públicas?
 
Bueno, que haya un crucifijo es un símbolo y que no haya ninguno también lo es. Entonces, partiendo de esto, vamos a elegir. Vamos a preguntar en cada caso. Si es un lugar público tienen que decidir los que en ese momento están ahí, teniendo en cuenta a los que previamente han estado, por tradición. En cada momento no se puede imponer ni el crucifijo ni el no crucifijo.

  Así que en lugares públicos, ¿lo someterías a referéndum?
 
Hombre, yo no haría un referéndum ni una votación para esto, pero que hay que resolverlo teniendo claro que la neutralidad no es el no crucifijo.
 
Entonces, ¿cómo crees que se resuelve la situación actual?
 
Decidamos. Dejemos que decida la tradición que, por otra parte, nos ha hecho ser lo que somos. Y, si estaba, lo dejamos y, si no estaba, no lo ponemos, o decidimos en este momento.
 
Pero, ¿por qué dices que no se someta a votación?
 
Digo que no porque a lo mejor es invertir mucho tiempo en una cosa que no es tan decisiva.
 
Gregorio Peces-Barba me habló en una entrevista de la ideología de lo público. Le pregunté si realmente creía que lo público tiene un ideario y lo matizó, identificándolo más bien con una ética de mínimos.

Tiene que haber un ideario de lo estatal. Lo público nos pertenece a todos, no es lo del Estado. Que tiene que haber un ideario del Estado porque el Estado no debe imponer el ideario del crucifijo, de acuerdo. Pero tampoco debe imponer el no crucifijo. En lo público decidimos la sociedad civil. Y decidimos con respeto a las minorías, viviendo en convivencia. No decide el Estado por nosotros.

 
A veces se confunde la neutralidad exigible al Estado con la homogeneidad.
 
Sí, claro, y la neutralidad con lo contrario a lo religioso. Es decir, se confunde laicismo y laicidad permanentemente. Con el Estado laico no tenemos ninguna dificultad. La Iglesia no sólo no tiene nada que objetar a la laicidad, sino que nos parece el terreno conjunto de convivencia. Ahora, del laicismo no se puede decir esto porque es una ideología.
 
Fuente: Magisnet