¿Cuándo quieren decir cristofobia?
El acoso que los cristianos sufren por parte de las autoridades universitarias y grupos de ultraizquierda en Barcelona o en Madrid no es un hecho aislado. El proyecto del Gobierno de Zapatero –que ha quedado plasmado con claridad en la ambiciosa iniciativa y el clarificador libro Proyecto ZP– tiene en el supuesto laicismo un punto fundamental. Pero no entendemos por qué se llama laicismo a la plasmación en leyes de un odio exacerbado a la Iglesia, el cristianismo y el catolicismo que es más bien cristofobia. El laicismo tiene su origen y sentido histórico en la existencia de conflictos religiosos en las sociedades occidentales y en las instituciones: pero esto es distinto, porque la expulsión del cristianismo de la vida pública española tiene por origen, no el conflicto, sino el odio exacerbado que hacia la religión cristiana –y sólo hacia ella– sienten unas élites que siguen considerando la religión un obstáculo para la libertad y el progreso, y que no quieren ver a un cristiano más que en los museos y en las iglesias, a poder ser sin campanarios. Al respecto, podemos lanzar cinco tesis sobre el laicismo/cristofobia del Proyecto ZP.
1. Provoca conflictividad social. En España la religión se vive con naturalidad entre cristianos practicantes, no practicantes, creyentes, agnósticos e incluso ateos. Sólo una minoría radicalizada vive obsesionada con los crucifijos, los curas y la asignatura de religión, y hacen de la reivindicación un modo de vida. Son pocos, pero bien situados en partidos y medios de comunicación. Ellos y el Gobierno han creado un conflicto donde no lo había, enfrentando a los españoles entre sí por cuestiones que antes no eran importantes para ellos. En esto, como en otros aspectos del Proyecto ZP, el Gobierno ha introducido la crispación en la sociedad.
2. Es democráticamente ilegítimo. Diez millones de españoles van a misa cada domingo y la inmensa mayoría de los ciudadanos se declaran cristianos y católicos. El Gobierno celebra como un triunfo propio –¿por qué?– cada encuesta en la que el porcentaje baja. Pero aún admitiendo que decenios de materialismo masivo han hecho mella en el cristianismo de los españoles, lo cierto es que no hay ninguna creencia ni ideología que alcance en España tal grado de unanimidad. Es decir: el Gobierno está legislando contra el sentir y el pensar, asentado y permanentemente y mostrado explícitamente, de los españoles. Y eso es ilegítimo.
3. Es un proyecto totalitario. Expulsar la práctica religiosa de la vida pública y arrinconarla en ámbitos privados es propio de regímenes totalitarios: nosotros, de hecho, sólo lo hemos visto en China y Corea del Norte. Ocurre cuando el poder busca eliminar cualquier competencia a su visión ideológica amparándose en la democracia. El Proyecto ZP es incompatible con cualquier otra visión del hombre o de la sociedad, e incluye la creación –a la china– de instituciones dedicadas a ocultar otras creencias.
4. Es institucionalmente suicida. Sin el ethos común que proporciona unidad a una nación, sus instituciones se desmoronan. Las instituciones españolas son herencia de siglos de práctica política y jurídica, y sólo un peligroso necio puede creer que surgen ex nihilo en 1978. Y las raíces de las españolas, como las europeas, son romanas y judeocristianas. No pueden alterarse alegremente estos cimientos sin afectar al edificio. El Proyecto ZP, con su patán búsqueda de un español nuevo en una nueva sociedad española, lo ignora o no le importa. No es casualidad que mientras persigue religión y tradición esté destruyendo las instituciones. Y más que sucederá.
5. Es una rendición estratégica. El islamismo nos ha declarado una guerra a muerte: da igual que nosotros no nos queramos dar por enterados, o que pretendamos buscar la paz con él a cualquier precio. La izquierda española está vaciando de principios y valores tradicionales a la sociedad española: ¿ha perdido tanto el juicio como para no darse cuenta de que trabaja para el islamismo? A nosotros nos parecerá absurdo, pero quieren recuperar España para el islam y restaurar la oscura Al Andalus. En la España del Proyecto de ZP, los poderes públicos están poniendo trabas al ejercicio del cristianismo, pero están fomentando el del islamismo. Pagaremos las consecuencias.
La cristofobia del Gobierno y su plasmación en leyes son un problema que heredaremos para el futuro y que tiene consecuencias que van bastante más allá de los cristianos. Derogarlas es una necesidad si queremos que las instituciones del país funcionen y las energías de España dejen de perderse por un culpa del odio radical hacia el cristianismo de unas minorías que envenenan la convivencia y que se encarnan y tienen como ariete el Proyecto de ZP, que dice laicismo donde debiera decir cristofobia, odio al cristianismo y búsqueda de su eliminación social.
El acoso que los cristianos sufren por parte de las autoridades universitarias y grupos de ultraizquierda en Barcelona o en Madrid no es un hecho aislado. El proyecto del Gobierno de Zapatero –que ha quedado plasmado con claridad en la ambiciosa iniciativa y el clarificador libro Proyecto ZP– tiene en el supuesto laicismo un punto fundamental. Pero no entendemos por qué se llama laicismo a la plasmación en leyes de un odio exacerbado a la Iglesia, el cristianismo y el catolicismo que es más bien cristofobia. El laicismo tiene su origen y sentido histórico en la existencia de conflictos religiosos en las sociedades occidentales y en las instituciones: pero esto es distinto, porque la expulsión del cristianismo de la vida pública española tiene por origen, no el conflicto, sino el odio exacerbado que hacia la religión cristiana –y sólo hacia ella– sienten unas élites que siguen considerando la religión un obstáculo para la libertad y el progreso, y que no quieren ver a un cristiano más que en los museos y en las iglesias, a poder ser sin campanarios. Al respecto, podemos lanzar cinco tesis sobre el laicismo/cristofobia del Proyecto ZP.
1. Provoca conflictividad social. En España la religión se vive con naturalidad entre cristianos practicantes, no practicantes, creyentes, agnósticos e incluso ateos. Sólo una minoría radicalizada vive obsesionada con los crucifijos, los curas y la asignatura de religión, y hacen de la reivindicación un modo de vida. Son pocos, pero bien situados en partidos y medios de comunicación. Ellos y el Gobierno han creado un conflicto donde no lo había, enfrentando a los españoles entre sí por cuestiones que antes no eran importantes para ellos. En esto, como en otros aspectos del Proyecto ZP, el Gobierno ha introducido la crispación en la sociedad.
2. Es democráticamente ilegítimo. Diez millones de españoles van a misa cada domingo y la inmensa mayoría de los ciudadanos se declaran cristianos y católicos. El Gobierno celebra como un triunfo propio –¿por qué?– cada encuesta en la que el porcentaje baja. Pero aún admitiendo que decenios de materialismo masivo han hecho mella en el cristianismo de los españoles, lo cierto es que no hay ninguna creencia ni ideología que alcance en España tal grado de unanimidad. Es decir: el Gobierno está legislando contra el sentir y el pensar, asentado y permanentemente y mostrado explícitamente, de los españoles. Y eso es ilegítimo.
3. Es un proyecto totalitario. Expulsar la práctica religiosa de la vida pública y arrinconarla en ámbitos privados es propio de regímenes totalitarios: nosotros, de hecho, sólo lo hemos visto en China y Corea del Norte. Ocurre cuando el poder busca eliminar cualquier competencia a su visión ideológica amparándose en la democracia. El Proyecto ZP es incompatible con cualquier otra visión del hombre o de la sociedad, e incluye la creación –a la china– de instituciones dedicadas a ocultar otras creencias.
4. Es institucionalmente suicida. Sin el ethos común que proporciona unidad a una nación, sus instituciones se desmoronan. Las instituciones españolas son herencia de siglos de práctica política y jurídica, y sólo un peligroso necio puede creer que surgen ex nihilo en 1978. Y las raíces de las españolas, como las europeas, son romanas y judeocristianas. No pueden alterarse alegremente estos cimientos sin afectar al edificio. El Proyecto ZP, con su patán búsqueda de un español nuevo en una nueva sociedad española, lo ignora o no le importa. No es casualidad que mientras persigue religión y tradición esté destruyendo las instituciones. Y más que sucederá.
5. Es una rendición estratégica. El islamismo nos ha declarado una guerra a muerte: da igual que nosotros no nos queramos dar por enterados, o que pretendamos buscar la paz con él a cualquier precio. La izquierda española está vaciando de principios y valores tradicionales a la sociedad española: ¿ha perdido tanto el juicio como para no darse cuenta de que trabaja para el islamismo? A nosotros nos parecerá absurdo, pero quieren recuperar España para el islam y restaurar la oscura Al Andalus. En la España del Proyecto de ZP, los poderes públicos están poniendo trabas al ejercicio del cristianismo, pero están fomentando el del islamismo. Pagaremos las consecuencias.
La cristofobia del Gobierno y su plasmación en leyes son un problema que heredaremos para el futuro y que tiene consecuencias que van bastante más allá de los cristianos. Derogarlas es una necesidad si queremos que las instituciones del país funcionen y las energías de España dejen de perderse por un culpa del odio radical hacia el cristianismo de unas minorías que envenenan la convivencia y que se encarnan y tienen como ariete el Proyecto de ZP, que dice laicismo donde debiera decir cristofobia, odio al cristianismo y búsqueda de su eliminación social.
GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.
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