Blog del Profesorado de Religión Católica: LA PARÁBOLA DEL MAL PASTOR

martes, 10 de mayo de 2011

LA PARÁBOLA DEL MAL PASTOR


Había un pastor al que su amo le encargó el cuidado de un enorme rebaño.
El primer día, al encerrarlas en el redil, contó las ovejas y vio que faltaba una. Mi amo es una persona severa -se dijo-, seguro que no aprobará que deje de cuidar el rebaño para ir a buscar una sola oveja perdida ; así que siguió cuidando el enorme rebaño, sin separarse ni un segundo de él, durmiendo todas las noches con las ovejas y  dedicándoles toda su atención.
Unos días más tarde, vio a un grupo de ovejas que se desgajaba del rebaño, que pastaba en el mismo valle de siempre, para subir a un monte donde la hierba era más fresca. Dudó de nuevo sobre si debía abandonar el grueso del rebaño para ir a buscar al grupo descarriado, y se dijo que apenas se notarían unas pocas ovejas más o menos, y que él debía mantenerse con el grupo más numeroso; así que siguió cuidando el enorme rebaño, sin separarse ni un segundo de él, durmiendo todas las noches con las ovejas ydedicándoles toda su atención.
A la semana siguiente, bajaron los lobos y atacaron a las ovejas que pastaban junto al bosque. Inmediatamente, para salvar al grueso del rebaño, el pastor recogió a las ovejas que estaban junto a él y huyó camino del redil. Las ovejas más lentas y las que tenían crías que cuidar se fueron quedando por el camino. Esa noche ni siquiera durmió,  cuidando el enorme rebaño, sin separarse ni un segundo de él, dedicándole toda su atención.
Así fueron pasando los meses.
En cada recuento, el pastor veía que faltaban más y más ovejas; pero se consolaba diciendo que el rebaño que cuidaba era y seguía siendo el más grande que había en el país.
Cuando el amo vino a pedirle cuentas, el pastor le dijo: es cierto que he perdido cientos de ovejas, pero tu rebaño sigue siendo el más grande que conozco. No he descansado ni un minuto. Jamás me he separado del grueso del rebaño, al que he vigilado día y noche; yo no tengo la culpa de que haya ovejas que quieran otros pastos, de que entre tantísimas ovejas algunas se descarríen y se pierdan, y de que haya ovejas que quieran separarse del rebaño y queden a merced de los lobos.  Son malas ovejas, no merecen estar en el rebaño ni en el redil.
El amo le dijo: Mal pastor! Yo te contraté para salvar a las ovejas perdidas. Pero tú sólo has cuidado al rebaño que cada noche volvía sólo al redil, para cuidar esas ovejas no necesito pastores. Deja mi casa, pues si sigues así acabaré quedándome sin rebaño.

Enviado por mail: Francisco Aranda Otero

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