Blog del Profesorado de Religión Católica: Todos los santos

miércoles, 1 de noviembre de 2023

Todos los santos

 

Se dice que G. Bernanos se  lamentaba de que se pueda conocer a un personaje importante  desde lejos por su brillante indumentaria, mientras a un santo, durante toda su vida, no se le distingue por nada especial. Y afirmó, en cierta ocasión,  José Luis Martín Descalzo que “nunca había creído que los santos tuvieran madera de santos” Y es que en muchos de nosotros aún están enraizada la idea de que los santos han de caminar , ya en este mundo, con la aureola sobre la cabeza  y que su tarjeta de visita  debe contener un sello especial que concede el Padre Eterno en donde figure “de profesión santo”.Precisamente la fiesta de hoy, sirve para corregir este error. Nos recuerda que los santos caminan entre nosotros, con nosotros y como nosotros y cargan sobre sus cabezas y sus espaldas las mismas cruces y problemas que todos.

Hoy es la fiesta de las innumerables personas que han pasado y pasan entre nosotros sin ningún salvoconducto especial, que no han superado oficialmente el test de santidad que supone un proceso de canonización, que no tienen en su haber ningún milagro de gesto espectacular acreditado. Personas a la vez tan iguales y semejantes a nosotros que por ello la Iglesia les puso un día especial, una solemnidad, que es la que hoy celebramos .Son los santos de la “puerta de al lado” que con tanta precisión nos ha presentado en su reciente exhortación apostólica Gaudete et Exultate el Papa Francisco:

Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad «de la puerta de al lado», de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, «la clase media de la santidad»[4].  

Se podría decir que hoy es la fiesta de la “gran reparación” en cuanto se remedian tantos olvidos y distracciones en relación a quienes han vivido y viven hoy entre nosotros y que por una enfermedad de todos , el milagrerismo y lo sorprendente, han pasado silenciosamente o viven , sin grandes alardes, en nuestro mundo y nuestra realidad. Y la cosa es que, aún reconociéndolo, no acabamos de creerlo: no tienen  una base social amplia , ni  asesores de imagen ni expertos en  publicidad que los aúpen. Y es  además una fiesta hasta cierto punto incómoda, porque nos recuerda  que la santidad es un asunto que nos toca a todos y de cerca, desde el mismo momento en que fuimos bautizados. Y la santidad es, tambien, una tentación que tratamos de combatir eficazmente. Para ello utilizamos la estrategia del alejamiento. Es decir , en la medida en que logramos fabricar y venerar una santidad lejana, sólo apta para superhombres, inalcanzable e inasequible, que transitan por unos caminos que no son los de este mundo , en una órbita que nada tiene que ver con los trillados y rutinarios caminos de la vida, mejor para ellos y para nosotros que no estamos preparados para movernos en esas dimensiones. Es la “Otra dimensión” Un santidad que nos llena de admiración, pero que ni nos molesta ni nos afecta en absoluto. Son de otro planeta. Nosotros, simples mediocridades, cristianos “normales”, del montón, no estamos para ese trabajo.

Pero la fiesta de hoy y los textos que hemos proclamado nos invitan justo a lo contrario: no a alejar, sino a acercar; a tomar nota de una santidad al alcance de todos; no un lujo, sino un deber cada día más preciso. La vocación de un cristiano de a pie, que nos recordó el concilio- que en la L.G nos recordó la vocación universal a la santidad y que Juan Pablo II nos pidió en su testamento espiritual la Novo Milenio Ineunte: es la condición normal del cristiano. Ser santo es ejercer bien el duro oficio de ser persona; que alcanza la grandeza con los trapos viejos  de nuestra vida diaria; hace una obra de arte con un material ordinario. Alguien que se araña las manos y las rodillas subiendo los ásperas paredes de la vida común. Esta santidad “vecina” cercana no permite que uno se escabulla; que nadie diga que “esto no está hecho para mí”.Pero además no sólo es cercana y familiar la santidad sino alegre y feliz. De ahí el texto que todos los años en esta fiesta proclamamos en el Evangelio: no somos bienaventurados por lo que tenemos, sino por lo que, tal vez,  no somos: personas convencidas y confiadas en la gran bondad de nuestro Dios que nos quiere pobres, necesitados, perseguidos, discriminados y, al mismo tiempo, limpios de corazón, pacíficos, misericordiosos. No hay más que un camino e igual para todos: formar parte de esa manada de locos que son los que se toman en serio las bienventuranzas.

Volvemos a la Gaudete  et Exultate

 La fuerza del testimonio de los santos está en vivir las bienaventuranzas y el protocolo del juicio final. Son pocas palabras, sencillas, pero prácticas y válidas para todos, porque el cristianismo es principalmente para ser practicado, y si es también objeto de reflexión, eso solo es válido cuando nos ayuda a vivir el Evangelio en la vida cotidiana.

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