Blog del Profesorado de Religión Católica: La fe da sentido a nuestra vida

jueves, 13 de febrero de 2020

La fe da sentido a nuestra vida

Estimados amigos:
¡Paz y bien!
Como colaboración en la tarea evangelizadora os comparto el tríptico: “La fe da sentido a nuestra vida”. 
En unión de oraciones os saluda atentamente,
P. César Ruiz (misionero comboniano)
 

Un día, mi mejor amigo estaba pensativo y con cierta preocupación me dijo: « César yo no creo » . Yo le respondí: « Pero hombre, tendrás alguna dudilla, como todos » . Él insistió: « No, no, que no creo pero me gustaría creer » . Entonces le dije: « Bueno, tú haz como si creyeras » . Él respondió: «Pero eso sería una hipocr e sía »
Más tarde, movido por el deseo de ayudar a mi amigo a recuperar la fe y el sentido de la vida, empecé a leer algunos artículos so bre la existencia de Dios. A modo de introducción e ncontré una parábola del teólogo presbiteriano John Hick que refleja la postura de creyentes y no creye n tes, dice así:
« Dos hombres avanzan juntos por un camino. Uno de ellos está convencido de que la rut a conduce a la c iudad celestial , mientras que el otro opina que no conduce a ninguna parte; pero, como no hay otro camino, viajan juntos.
Ninguno de los dos ha recorrido jamás ese itinerario; por ello, ninguno puede decir qué hallará a la vuelta de cada cu rva. Durante el viaje, viven momentos fáciles y gozosos, pero también momentos difíci les y peligrosos. Durante todo el tiempo, u no de ellos piensa en el viaje c o mo una peregrinación a la c iudad celestial . Interpreta los momentos agradables como estímulos, y los obstáculos como pruebas de su propósito y le cciones de perseverancia, prep a radas por el rey de aquella ciudad y destinadas a hacer de él un habitante digno del lugar al que se encamina.
Pero el otro no cree en nada de esto y considera el viaje como u na marcha inevitable y sin obj etivo. Dado que no hay opción, disfruta del bien y soporta el mal. Para él no existe ninguna c i udad celestial que alcanzar ni una finalidad que dé sentido a su viaje. Sólo existe el camino y sus vicisitudes en el buen tiempo y en el mal o . Los caminantes no tienen distintas expectativas s obre las cosas que encontrarán en su camino , sino únicamente sobre su último de s tino. Al volver la última curva es cuando se verá que uno ha ten ido razón todo el tiempo, y que el otro ha estado siempre equiv o ca do »
En este relato cada caminante tiene sus razo nes: uno para creer y el otro para no creer; sólo al final del camino (al morir) se podrá verificar quién estaba en lo cierto. Pero entonces ya no habrá posibilidad de volver al comienzo y h acer de nuevo el viaje . Puestas así las cosas, quizá más de uno podría pensar que « lo más conveniente » es creer; teniendo como telón de fondo ese « por si acaso ». Pero aceptar la existencia de Dios por miedo no parece elegante. La aceptación debe apoyarse e n argumentos que logren demostrar de manera satisfactoria que exi s te.
El Catecismo de la Iglesia dice que «El hombre, creado a imagen de Dios, está llamado a conocer y amar a Dios y, cuando le busca, descubre ciertas vías para conocerle. También se las l lama pruebas de la existencia de Dios ””, no en el sentido de las pruebas propias de las cie ncias naturales, sino en el sentido de arg u mentos convergentes y convincentes que permiten ll egar a verdaderas certezas» (CCE 31).
En las catequesis de san Juan Pablo II, de f eliz memoria, he encontrado un buen resumen de algunas pruebas sobre la existencia de Dios:
La ciencia dice que el universo está en con stante movimiento y expansión. Este hecho r equiere una causa que, además de haberle dado el ser, le haya comu nicado el movimiento y lo siga manteniendo. A esta causa inteligente los cr eyentes la llamamos Dios.
Cuando estudiamos la evolución de los seres vivientes nos damos cuenta que conservan una finalidad interna que los orienta en una dire cción, de la que no son dueños ni responsables. Todo esto nos lleva a pensar en un H a cedor.
Finalmente deseo mencionar la be lleza. Ésta se manifiesta de manera esplendida y variada en la naturaleza con sus bo s ques, prados y flores. Tam bién la encontramos en las innumerables obras de ar te de la literatura, la música, la pint ura, etc Todo esto nos remite a la fuente origin aria: la belleza trascendente del Creador.
Al considerar la inmensidad del cosmos, la evolución de los seres vivientes y la belleza de la naturaleza, el espí ritu humano se siente de sbordado en sus posibilidades de comprensión e imaginación, y piensa que una obra de tal ma gnitud y calidad requiere un Dios Creador de i nfinita sa biduría.
Estas pruebas son múltiples y permiten al ser humano, mediante la luz natu ral de la razón, ll egar a conocer con certeza la existencia de una realidad que es la causa primera y el fin últ i mo de todo. A esta realidad los creyentes la llam amos Dios. Pero « el hombre, con su apertura a la verdad y a la belleza, con su sentido del bie n m oral, con su libertad y la voz de su co n ciencia, con su aspiración al infinito y a la d i cha » (CCE 33) está capacitado p a ra dar un paso más y conocer a Dios de manera más profunda en la divina Rev elación (cf. CCE 3 4 35). Ella nos habla de un Dios creador del universo que hizo al hombre a su imagen y semejanza ( cf. Gn 1,26).
También nos habla del pecado original de nuestros prim e ros padres y como, «después de su caída, Dios alentó en ellos la e speranza de la salvación con l a promesa de la r edención » (CCE 5 5). Y, al llegar la plenitud de los tiempos, Dios envió a su único Hijo al mundo p ara que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna (cf Jn 3,16).
Dios, nuestro Padre, es misericordioso y « quiere que todos se salven y lleguen al con oci miento de la verdad » (1Tm 4 ). Pero nos ha creado libres y respeta nuestra libertad para aceptar o r e chazar la salvación que nos ofrece por medio de Jesucri s to, su Hijo.
Actualmente son muchos los fieles que se han alejado de la Iglesia y de la práctica religi o sa, y buscan su realización personal en el disfrute p asajero de los bienes de la sociedad de consumo.
Pero cuando uno sustituye la fe por a l guna forma de increencia y “vive como si Dios no existiera”
entonces la vida pierde la expectativa del más a llá que le da sentido y f i nalidad.
Ante la falta de valores espirituales, algunos, de los que antes se habían distanciado de la Igl esia, han decidido volver a ella para recuperar la fe en Dios y la esperanza de la vida ete r na. La fe es necesaria para la s alvación y d ebe ir acomp a ñada de buenas obras (cf. Sant 2,26).
Nuestros deseos de agradar a Dios se pueden concretar en rezar todos los días, asistir a misa los domingos y fiestas de guardar, frecue n tar los sacramentos y procurar ser amables y se r vicia les con los que nos r o dean. La fe en el Señor y la perte nencia a su Iglesia son dones que debemos conservar, por encima de todo, pues a ellos está vinculada nuestra salv ación. Personalmente agradezco a Dios por la fe recibida y con plena alegría y satis fa cción puedo decir que lo que más aprecio en esta vida es ser cristiano y católico.

Frases célebres
  •  “No hay reloj sin relojero, ni mundo sin Creador” (Refrán popular). 
  •  “Lo que sabemos es una gota, lo que ignoramos es un inmenso océano. La admirable disposición y armonía del universo, no ha podido sino salir del plan de un ser omnisciente y omnipo-tente” (Isaac Newton). 
  • "Sólo conozco dos tipos de personas razonables: las que aman a Dios de todo corazón porque le conocen, y las que le buscan de todo corazón porque no le conocen” (Blaise Pascal).
  • “Como cristianos aceptamos una verdad fundamental: Dios existe y de esta forma todo lo demás tiene senti-do. Un ateo para negar a Dios tiene que aceptar explicaciones increíbles para todo lo demás. Creo que se nece-sita más fe para negar a Dios que pa-ra creer en Él” (John MacArthur). 
  •  “No somos fruto de la casualidad o la irracionalidad, sino que en el origen de nuestra existencia hay un proyecto de amor de Dios” (Benedicto XVI).
Fuente: vía email

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