Blog del Profesorado de Religión Católica: Menos deberes, pero no a la huelga

domingo, 6 de noviembre de 2016

Menos deberes, pero no a la huelga

La asociación de padres de la escuela pública (CEAPA) ha convocado una huelga de deberes para este fin de semana -y que se extenderá durante noviembre-. Reclama así a los docentes que reduzcan las tareas que sus hijos deben hacer fuera del horario lectivo y propone sustituirlas por actividades como visitar un museo en familia, practicar deporte o cocinar juntos. Aún es una incógnita qué seguimiento va a tener, entre otras razones, porque los padres de la concertada (Concapa) ya han anunciado que no participarán al entender que los deberes son necesarios para “afianzar lo aprendido”. Pero ¿qué opina de todo esto César Bona?
El que fuera bautizado por la prensa hace casi dos años como el mejor maestro de España, después de que fuera el único español nominado al 'Global Teacher Prize', afirma en una entrevista concedida a EL ESPAÑOL que, en su opinión, el enfrentamiento entre familias y docentes no es la solución. Él es contrario a la huelga y apuesta por el diálogo entre padres y profesores, es decir, que todos trabajen juntos para hallar un consenso. Pero, al mismo tiempo, defiende reducir la carga de deberes, especialmente en el caso de los niños más pequeños. Así lo volvió a asegurar en una reciente entrevista en La Sexta Noche: “Un niño de seis años no puede llegar con deberes a casa, tiene que disfrutar de la infancia”.
En cualquier caso, la iniciativa de los padres de la pública ya ha causado que cinco comunidades autónomas se hayan lanzado a estudiar si es conveniente racionalizar estas tareas. La OCDE, en un informe publicado en 2014, señaló que los alumnos españoles dedican una media de 6,5 horas semanales a hacer deberes. Una cifra que está por encima de la media -que es de 5- y que deja a España solo por detrás de Rusia, Italia, Irlanda y Polonia. En Finlandia, el país que se toma como referencia por el éxito escolar de sus alumnos, tan solo dedican 3 horas semanales.
Tras su nominación hace casi dos años, César Bona ha pasado de ser un maestro anónimo a convertirse en un referente educativo muy demandado. De hecho, cuando se hizo esta, fue necesario aguardar un mes para conseguir un hueco en su agenda. Su estado de WhatsApp lo dice todo: “Para medios. Escribe a lr...@... Gracias”.
Bona aparece a la hora previamente pactada con su responsable de prensa en la cafetería del hotel Nazaríes de Granada, un cinco estrellas donde participó en unas jornadas sobre los derechos y deberes de niños y maestros. Con vaqueros y camiseta, este aragonés de 44 años viste y habla igual que hace dos años. Pero reconoce que lleva una temporada agotado. Además de referente educativo, se ha convertido en un conferenciante de lujo y en un escritor cuyo primer libro (La nueva educación) va ya por su decimotercera edición. Ahora acaba de lanzar el segundo: Las escuelas que cambian el mundo.
“Me he cansado de decir que yo no soy el mejor maestro de España. No me gusta nada ese titular. Desvirtúa nuestra profesión porque hay miles de profesores excelentes que están en el anonimato. Cada vez que hablo con otros compañeros les digo siempre lo mismo: que soy igual que ellos, con la única diferencia de que ahora, por casualidad, tengo un micro”.
Bona dejó la tiza el verano de 2015. La nominación le pilló en mitad del curso escolar y su aula fue invadida por los medios de comunicación. “Fue un año muy duro, muy intenso, estresante. Y vi que no podía estar todos los días con la prensa en clase. Me llamaban también de universidades para hablar con futuros maestros y tenía que declinar porque no podía abandonar la clase. Además, Aldeas Infantiles me ofreció colaborar con ellos. Y me lancé”. En el año que lleva en excedencia -por obligación legal, ahora debe estar dos cursos fuera de las aulas-, le ha dado tiempo para recorrerse toda España y también para visitar México, Chile o Perú.
Fue en el teatro de Las Esquinas de Zaragoza cuando empezó a vislumbrarse lo que después iba a convertirse en 'el fenómeno César Bona'. Era el 10 de febrero de 2015. La nominación aún estaba muy reciente y, aunque todavía no se conocía al ganador -finalmente sería la estadounidense Nancie Atwell-, él era ya el único finalista español. El profesor natural del pequeño municipio de Ainzón se quedó asombrado. Las 500 entradas se despacharon en cuestión de unas horas. A partir de entonces los actos multitudinarios se han sucedido. En Almería, por ejemplo, César tuvo que dar una doble conferencia porque sólo había aforo para 800 personas y habían acudido 1.600. “Me da mucha pena que gente que viene para escuchar hablar de educación se quede fuera”, señala Bona. 
Cuando es el único conferenciante, pide a los organizadores que la entrada sea gratis. Pero es verdad que, en el sector educativo, alguno ha llegado a decir que César Bona se ha pasado al business al haber dejado las clases para impartir charlas.
—Podría ganarme la vida como conferenciante, pero no me llena. Yo soy maestro. Cada día me acuerdo más de los niños y soy más consciente de que quiero volver a dar clase. El otro día uno de ellos me escribió para decirme que tenían la fiesta de fin de curso y tuve que decirle que, desgraciadamente, no podía ir porque estaba en Granada. Me ha dado mucha pena, la verdad, y les he preparado un escrito.
—Pero de algo tendrá que vivir, claro. Estar todo el día viajando no es precisamente barato.
—Obviamente, tengo que ganarme la vida. Pero esto es algo temporal y quiero volver al aula porque a mí lo que realmente me gusta y me satisface es estar rodeado de niños. Es verdad que lo que estoy haciendo ahora también es una tarea muy bonita porque puedo compartir ilusión e ideas sobre educación. Además, estoy aprendiendo una barbaridad de otros compañeros.
—Será muy reconfortante que futuros maestros hagan cola para que les firme su libro o que haya gente que haga cientos de kilómetros solo para escucharle.
—Vienen muy ilusionados por ser maestros y eso genera mucha esperanza. Creo que es simplemente porque les digo que tienen una profesión maravillosa, que son unos privilegiados, y que han de mantener esa ilusión viva y estar aprendiendo siempre cosas. En Perú hubo un par de maestras que hicieron 22 horas de viaje para venir a verme y, claro, cuando llegaron les di un abrazo y les pregunté: “¿Pero cómo es que hacéis esto?”. Ellas trabajan con una tribu indígena y les dije que nosotros somos los que tendríamos que aprender de ellas.

IDEAS “DE SENTIDO COMÚN”

Sus conferencias y sus libros giran siempre en torno a que hay que escuchar a los niños y educar en valores, especialmente, en el respeto a los demás. Son, como dice Bona, “ideas de sentido común”. Pero había que ponerlas por escrito y, sobre todo, aplicarlas. Cuando aún estaba en el colegio Puerta de Sancho de Zaragoza, sorprendió a los periodistas que cubrían la información educativa con su forma de dar clase. Impartía las lecciones de una forma práctica, distinta, y haciendo partícipes a todos los alumnos del buen funcionamiento de la clase.
Cada uno de sus chavales tenía un rol que se intercambiaban cada mes. Estaba el historiador, que era el alumno encargado de apuntar las cosas raras y graciosas que pasaban en el aula; la abogada, que tenía la encomienda de mediar entre el alumno y el profesor cuando el chaval llevaba cinco cruces en una lista negra por hablar más de la cuenta; y también el cabecilla de los sublevados, que era el responsable de recoger las quejas que otros compañeros escribían en papel de forma anónima para que César las leyera. Estaba pensado sobre todo para que los niños que eran más tímidos expresaran sus opiniones y preocupaciones.
Bona funciona a base de retos. Antes de estar en el Puerta de Sancho estuvo en Muel, donde crearon una galardonada plataforma virtual en defensa de los animales después de que el circo llegara al pueblo y sus pupilos descubrieran que los animales estaban la mayor parte del tiempo en jaulas. Otro reto fue el que logró en el colegio Fernando el Católico, que está en un barrio de Zaragoza con una tasa muy alta de inmigrantes y personas de etnia gitana. Los alumnos le enseñaron a Bona a tocar el cajón gitano y el buen ambiente que se creó permitió que el absentismo escolar se redujera a la mínima expresión.
—¿Ha cambiado César Bona desde entonces?
—Cuando la gente me para por la calle y me pide una foto, me sigo poniendo rojo. Mal ejemplo sería para los niños que salir por la televisión se me hubiera subido a la cabeza. Soy consciente de dónde vengo y lo que soy. Me lo he tomado todo con mucha calma y sé que esto pasará.
—Supongo que entre sus compañeros de profesión habrá despertado muchos aplausos. Pero también habrá alguno que no le sentará del todo bien lo que dice.
—Hay muchísimos que se alegran por esto y me siento un afortunado de haber conocido a cientos y cientos de maestros que están ilusionados por hacer este trabajo. Pero obviamente también he encontrado alguno que no entiende muy bien cuál es la esencia de nuestra profesión. Gente que siendo maestra tiene a lo mejor un blog en el que se pone a criticar a otros compañeros. Me parece triste que haya profesores que dediquen su esfuerzo a mirar hacia fuera y sacar lo que tienen otras personas. Es muy importante hacer lo contrario: mirar hacia dentro y dar tu mejor versión. Y más aún cuando estás con niños. Sus primeros modelos son sus padres, y luego, sus maestros. En ese sentido, cada gesto que salga de nosotros debe ser digno de admirar.
—¿Cómo se consigue estar siempre motivado en el aula? Todos tenemos nuestros días y, al final, seis horas dando clase con una alta intensidad debe de ser un esfuerzo enorme.
—Es nuestro trabajo. El gran privilegio que tenemos los maestros es que cada día es diferente y que podemos aprender de los niños. Siendo consciente de ello, creo que nunca puedes llegar al hastío de esta profesión. Los regalos que te hacen los niños son los logros que consiguen y verlos llegar ilusionados a la escuela.

UNA NUEVA FORMA DE DAR CLASE

Bona se ha involucrado durante este tiempo en dos proyectos distintos, pero muy relacionados entre sí. Por un lado, ha visitado siete colegios e institutos que la Fundación Ashoka reconoció como Escuelas Changemaker, aquellas que destacan por educar habilidades como la empatía, el trabajo en equipo o la creatividad. Acudió a estos centros con una cámara y observó cómo enseñaban allí. El resultado de ese trabajo de campo es precisamente el que cuenta en su nuevo libro 'Las escuelas que cambian el mundo'. “Ha sido un auténtico máster en educación. Es maravilloso todo lo que están haciendo en estos sitios y tiene que conocerse”.
El segundo proyecto trabaja también con la idea de dar a conocer metodologías distintas. Se trata de un grupo compuesto por un centenar de docentes, entre los que se encuentra el propio Bona, que trabajan auspiciados por el Gobierno de Aragón para compartir formas de enseñar que funcionan. “Están surgiendo ideas muy interesantes, como recuperar la tutoría en Primaria, que desapareció. Estoy de acuerdo porque tener esa hora es esencial para que podamos escuchar a los niños y ojalá se ponga en marcha ya el próximo curso en todo Aragón”. Están visitando y dando a conocer colegios innovadores como el del pequeño municipio de Alpartir. Abordan sobre todo cuatro grandes áreas: la comunicación oral, la gestión de las emociones, el compromiso social y el uso de las tecnologías.
Cuando se hizo esta entrevista, César acababa de llegar al hotel tras un viaje en autobús desde Málaga donde había estado visitando una escuela Changemaker. El fin de semana estuvo en Granada y luego emprendió rumbo a otra ciudad. “Es una paradoja todo lo que me está pasando porque soy muy tímido, tranquilo y casero. Y eso no se corresponde para nada con lo que estoy haciendo ahora mismo”.
Zaragoza sigue siendo su casa, aunque solo está allí un día a la semana para desconectar y poder decir que está en su tierra. Sus constantes viajes le han obligado a dejar a su gata Shekspir en su pueblo, Ainzón. Pero sus padres le mandan una foto con ella todos los días. Termina el café, se despide y echa un ojo al móvil. Tras media hora larga de conversación, debe de tener decenas de correos pendientes de contestar.

CINCO PROPUESTAS PARA MEJORAR LA EDUCACIÓN

1. Recuperar la Tutoría. En muchas comunidades se suprimió, con motivo de la LOMCE, la hora de tutoría semanal que tenían todos los alumnos de Primaria. “Esa hora es esencial para que podamos escuchar a los niños”, señala Bona. En Aragón, gracias a la propuesta lanzada por el centenar de docentes que trabajan por compartir modelos innovadores -entre los que se encuentra el propio César-, han lograda recuperarla este curso.
2. Menos deberes. Bona considera que los niños, sobre todo cuando se encuentran en Primaria, deberían tener menos deberes. Entiende que la infancia es “muy corta” y que, si además de hacerles estar en la escuela hasta las 5 de la tarde tienen que seguir trabajando en casa, eso puede influir en que los niños pierdan la ilusión de regresar el día siguiente a la escuela porque apenas han podido desconectar.
3. No a las reválidas. César se ha mostrado en contra de las futuras reválidas que prevé la LOMCE y que, en teoría, se pondrán en marcha este curso. Entiende que muchos alumnos pueden quedarse fuera del sistema educativo por tener simplemente un mal día y que ese tipo de exámenes son incapaces de medir los avances que un alumno ha logrado a lo largo del tiempo.
4. Currículos más flexibles. Considera que el contenido curricular a veces está tan pautado que apenas hay margen para que el maestro pueda salirse de los libros y tratar de enseñar con otras metodologías. Además, cree que debe haber más tiempo para educar valores como el respeto a los demás o la empatía.
5. Juntar las mesas. Los alumnos de César Bona trabajan en grupo y se ayudan unos a otros. Junta cinco pupitres, de forma que la clase está compuesta por cuatro o cinco grupos de mesas. Los alumnos van rotando a lo largo del curso para que todos se conozcan.
Fuente: http://www.elespanol.com/reportajes/grandes-historias/20161104/168233791_0.html

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