Vicente Juan Segura. Obispo de Ibiza y Formentera
Quisiera proseguir la reflexión sobre la asignatura de religión y la aportación tan buena y positiva que es para los alumnos que optan libremente por ella. Mientras la semana pasada compartía con vosotros, queridos amigos de Ibiza y Formentera que leéis semanalmente mis aportaciones en el PERIODICO de IBIZA Y FORMENTERA, oí las declaraciones de un dirigente político que afirmaba que si ganaba las elecciones nacionales trabajaría por impulsar un sistema perfecto de educación, suprimiendo la asignatura de religión.
Ante esa afirmación pensé que es una lástima que un político afirme ese, porque no es verdad: no es una mejora del sistema educativo sino la opción por una persecución a esa asignatura que en España, libremente, la eligen para sus hijos la mayoría de los padres, es decir, cada año más de un 70% de los padres la eligen, en virtud del derecho constitucional de educar a sus hijos conforme a sus convicciones. Y es importante señalar cómo esa opción positiva de los padres es como un pebliscito anual. La supresión de la Religión en la escuela privaría injustamente a padres y a alumnos de un derecho que les corresponde: alumnos y padres -y la escuela misma- serían los grandes perdedores; y perdería también el estado de derecho, ya que el legislador incumpliría la Constitución y Derecho internacional.
Como aparece en el currículo de la enseñanza de religión «ilustra a los estudiantes sobre la identidad del cristianismo y de la vida cristiana», siendo pues una exposición del nivel del conocimiento. Esta asignatura no impide absolutamente a los alumnos que la cursan formarse en valores, sino que contribuye al desarrollo pleno e integral de la personalidad. Como sigue diciendo el currículo «la enseñanza escolar de la religión católica favorece el desarrollo de la responsabilidad personal y social y de las demás virtudes cívicas, para el bien común de la sociedad, contribuyendo así a la adquisición de las competencias sociales y cívicas».
El laicismo quisiera apartar la religión de la sociedad, marginando de la vida pública cualquier manifestación religiosa. Con su interés de expulsar a la religión de la escuela comete un grave error, una arbitrariedad y una injusticia, pues los poderes públicos no están para reprimir las creencias de la sociedad, sino para garantizar su derecho a ejercerlas y ejercerlas bien, sin dañar a nadie. Con ese laicismo se viola la libertad religiosa, una libertad consagrada por nuestra Constitución en vigor en el Art. 16,3.
La educación, además, tal y como establece la Constitución, no es propiedad del Estado, sino que compete principalmente a los padres, que son los primeros educadores, y hay que favorecerles que la enseñanza esté de acuerdo, como establece el Art. 27, 3: «Los poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones».
La formación religiosa en la escuela no es un privilegio ni un añadido artificial a la formación humana, cultural y técnica. La enseñanza religiosa es fundamental para la formación integral de los alumnos, que no puede excluir la dimensión trascendente y religiosa connatural a toda persona. Además ayuda a conocer y comprender la propia cultura y es fuente de valores y referente que da sentido a la vida. Al proyectar su luz sobre todas las áreas del pensamiento da unidad a todo el desarrollo y maduración de la persona desde la libre adhesión a la Palabra de Dios. Además promueve el diálogo con la cultura y la convivencia fundada en el reconocimiento de los derechos y deberes de la persona, en el respeto a las convicciones morales y religiosas del prójimo y en el servicio a la causa de la justicia.
El socialista francés Jean Jaurès, sin profesar la fe católica, matriculó a su hijo en clase de religión y le decía: «¿Cómo sería completa tu instrucción sin un conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas sobre las que todo el mundo discute? ¿Quisieras tú, por tu ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre estos asuntos sin exponerte a decir un disparate?». Y añadía: «La religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de la civilización y al margen de ella es ponerse fuera del mundo intelectual y condenarse a una cierta inferioridad, al no querer conocer una ciencia que han estudiado y que poseen en nuestros días tantas inteligencias preclaras».
Como ya escribí la semana pasada, no con dominación ni poder, sino con espíritu de servicio y de ayuda, os repito: ¡Padres: Inscribid a vuestros hijos a religión o animadles a que lo hagan! Os lo agradecerán siempre!. Sacerdotes, catequistas y fieles en general ayudad a padres y alumnos a valorar esta asignatura, necesaria para una educación plena humana y cristiana. Haréis bien con ello y por eso, muchas gracias a todos por vuestra implicación.
Fuente: http://periodicodeibiza.es/opinion/opinion/2015/04/19/149825/asignatura-religion.html
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