La publicación el pasado día 24 de febrero del
Currículo de Religión Católica, tanto de Primaria y Secundaria como de
Bachillerato, en el Boletín Oficial del Estado, como es preceptivo, ha vuelto a
levantar polémicas sobre este tema.
Políticos, sindicalistas, laicistas,… critican sin más
el contenido de dicho currículo, partiendo siempre del supuesto de que se ha de
suprimir la religión y, por tanto, cuanto más se ridiculiza, mejor.
El currículo es competencia de la jerarquía
eclesiástica, en este caso la Conferencia Episcopal Española, a quien
“corresponde señalar los contenidos de la enseñanza y formación religiosa
católica” según el artículo VI del Acuerdo sobre Enseñanza y Asuntos Culturales
entre el Estado Español y la Santa Sede de 1979 reproducido en la disposición
adicional 2ª de la LOE modificada por la LOMCE que establece en su número 3 que
“la determinación del currículo y de los estándares de aprendizaje evaluables
que permitan la comprobación del logro de los objetivos y adquisición de las
competencias correspondientes a la asignatura Religión será competencia de las
respectivas autoridades religiosas”.
Hay que recordar que la enseñanza religiosa en la
escuela en nuestro país es de carácter confesional, en nuestro caso religión
católica, y son los responsables de la Iglesia Católica quienes fijan el
contenido de la misma, para que verdaderamente se transmitan las enseñanzas de
la Iglesia y no otras, ya que estas son las elegidas por los padres al apuntar
a sus hijos a la clase de religión católica.
El nuevo currículo es una adaptación al esquema
pedagógico de la LOMCE que incide en que la religión es una asignatura que
comparte los mismos objetivos de etapa que las demás asignaturas en coherencia
con los principios de la religión católica.
Desde este punto de vista, los currículos de la
asignatura de Religión, como todos los demás, podrán ser objeto de lecturas muy
diversas, atribuyéndose al currículo, en las críticas recibidas, cosas que
están lejos de la voluntad de la Comisión Episcopal de Enseñanza y del propio
texto, ya que se hace una interpretación del texto desde el prejuicio y de una
forma que no es la correcta.
El marco legal de la asignatura no ha sufrido ningún
cambio sustancial. La diferencia con la regulación anterior es que ahora la
nota de religión vuelve a formar parte del promedio de la nota escolar y que ahora
existe una asignatura alternativa de valores éticos para quienes no quieren
religión.
La clase de religión la recibe solo el que la pide,
alumnos que podrán entender quiénes somos y comprender mejor nuestra cultura.
Una clase que no hace mal a nadie y que hace que se cumpla el mandato
constitucional de que los padres puedan educar a sus hijos en sus propias
convicciones religiosas y morales.
En la asignatura de religión no se evalúan creencias.
Otra cosa es que sea razonable que creyentes y no creyentes deban saber cosas
de la religión católica, como saber qué significa orar o ejemplos prácticos de
oración. Pero ni se presupone la fe del alumno, ni se le enseña a orar ni hay
por qué rezar en clase.
Es muy significativo que por primera vez el texto
oficial diga: "conviene subrayar que lejos de la finalidad catequética o
del adoctrinamiento, la enseñanza de la religión católica ilustra a los
estudiantes sobre la identidad del cristianismo y la vida cristiana",
pidiendo una "formación de competencias que permitan exponer y defender de
manera racional las propias creencias religiosas y el respeto a las
ajenas". La religión en la escuela
está en el nivel de los conocimientos culturales, no de la práctica de la fe.
Por otro lado, la asignatura de religión no impide a
los alumnos que la cursan formarse en valores, puesto que los trabaja como
parte de su objetivo de contribuir al desarrollo pleno e integral de la
personalidad y además los alumnos que lo deseen podrán optar también a recibir
las enseñanzas de valores éticos, tal como establece la legislación vigente.
Como bien dice el currículo “la enseñanza escolar de la religión católica
favorece el desarrollo de la responsabilidad personal y social y de las demás
virtudes cívicas, para el bien común de la sociedad, contribuyendo así a la
adquisición de las competencias sociales y cívicas”.
También es sorprendente que se diga que es la primera
vez que se publica en el BOE el currículo aprobado por los obispos ya que
siempre se ha publicado, al igual que se han publicado los currículos
elaborados por los representantes religiosos de todas las confesiones que
tienen presencia en la escuela.
Para terminar volver a recalcar la importancia de la
formación religiosa como algo fundamental para el desarrollo integral de la
personalidad, y por eso no quiero dejar de señalar mi preocupación por la
reducción del horario semanal que se está promoviendo en algunas comunidades
autónomas y especialmente en Andalucía impidiendo así que se pueda desarrollar
el currículo con todas las garantías.
Juan Ortega Álvaro.
Delegado Diocesano de
Enseñanza.
Obispado de
Asidonia-Jerez.
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