Blog del Profesorado de Religión Católica: Carta desde el monasterio

lunes, 24 de enero de 2011

Carta desde el monasterio


Querida familia:

Hace dos años que deje nuestra casa para dedicarme a Dios en todos los aspectos de mi vida. Al principio, me costó adaptarme, pero con el paso del tiempo, me acostumbré.
El abad de este monasterio me ha ayudado mucho desde el primer día que llegué, corrigiendo mis errores morales y prácticos.
Ya sabéis que no he venido aquí para pasarlo bien, y mucho menos para sacar algún provecho de esto. He venido para llenarme totalmente de la gracia de Dios y llevar una vida de plenitud. Como prueba de ello, dedico mis días a trabajar, aprender y orar con mis compañeros, pero sobre todo pido por vosotros, que espero que estéis bien.
Por consiguiente os voy a estructurar, por decirlo así, mi día a día:
Me despierto muy temprano para asearme y después comenzar con las primeras oraciones del día,  las Vigilias y los Laudes. Después estamos alrededor de tres horas trabajando en el huerto, sembrando, preparando la tierra, realizando trabajos artesanales, como zapatos,, haciendo dulces…Luego nos dedicamos dos horas a la lectura y la escritura, rezamos y nos dirigimos al refectorio a comer. Mamá, no te preocupes que estoy bien alimentado, aunque echo de menos la carne que me preparabas, ya que ahora no puedo comer carne de animales con cuatro patas.
Nos dirigimos a nuestras habitaciones a descansar, aunque yo prefiero ir a la biblioteca a leer un rato o a dar una vuelta por el claustro, de gran belleza. También hay ocasiones en las que voy a hablar con el abad sobre dudas que me surgen, las cuales él responde de buena gana.
A continuación volvemos al trabajo, donde casi siempre me dedico a recoger la cosecha, y llevo las frutas y hortalizas a la despensa, y el grano al granero. Ayudo a algún hermano que necesite mi ayuda o voy al templete a asearme. En este momento me gusta dirigirme a observar el gran palomar que tenemos, es increíble. Antes de cenar, rezamos las Vísperas y las Completas, y después tomamos algo de comida, como una fruta o algo ligero. Nos dirigimos a nuestras dependencias donde oramos con Dios y dormimos.
La verdad, ahora llevo una vida mucho más tranquila y programada donde me siento satisfecho con lo que hago y no ocurren cosas inesperadas.
En realidad echo en falta el ajetreo de antes, el disfrutar de los momentos en familia, de jugar con mis hermanos o ir a caballo por el campo.
Pero ya decidí, y sigo con la misma idea de seguir con Dios aquí todo el tiempo que me sea posible.
Aquí también hay buenos momentos con los hermanos, momentos de risas en los que lo pasamos bien.
Bueno, me gustaría escribir muchas cosas más, pero tengo que ir a comer, que si no llego a tiempo no hay comida. Os hecho mucho de menos:

Quique.

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